Hace poco más de dos años publicamos aquí mismo un artículo titulado Referéndum y escuela. En aquel artículo explicábamos, entre otras cosas, una actividad llevada a cabo en algunas clases de los grados de Pedagogía y de Formación del Profesorado de Primaria. Partiendo de un caso hipotético pero verosímil, se trataba de que los futuros maestros y pedagogos reflexionaran sobre la pertinencia de tratar la cuestión del referéndum en las escuelas y los institutos. En caso de que se considerara oportuno, que nuestros estudiantes pensaran qué tipos de actividades se podrían realizar en las escuelas y que diseñaran cuidadosamente la que consideraran mejor.
Este año, antes de la sentencia y previendo que cuando se hiciera pública tendría también repercusión en los centros, repetimos en nuestras clases esa misma actividad. Los planteamientos de los futuros maestros y pedagogos fueron similares a los de hace dos años, si bien notamos que ahora estaban un poco más sensibilizados y que, sin embargo, había posicionamientos más polarizados que antes. Entonces y ahora salieron muchas propuestas concretas, interesantes y practicables, sobre cómo tratar el tema en los centros educativos, pero hay una que a continuación comentaremos ya que nos parece de especial interés.
Empezamos por esto último. El peligro y el miedo que algunos manifiestan respecto a que en los centros educativos se trabajen temas socialmente controvertidos es que con estas actividades fácilmente se puede adoctrinar a los alumnos. De entrada, hay que admitir que la posibilidad de adoctrinar siempre está presente: sea tratando sobre cuestiones tan explícitamente ideológicas como la de la sentencia, sea en relación a cualquier otro contenido escolar. Incluso es posible adoctrinar en las materias que parecerían más impermeables a contaminaciones ideológicas. Incluso en las matemáticas es posible hacerlo; por ejemplo, en el modo de plantear problemas aritméticos.
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Todos recordamos también que, hace dos años, algunos docentes tuvieron problemas policiales y judiciales por haber hablado en sus aulas de la cuestión del referéndum. La cosa, afortunadamente, quedó en nada, pero seguro que un cierto temor se instaló en la conciencia del profesorado y del sistema educativo. Sabemos que actualmente en España cualquiera puede ser encausado (y condenado) por cualquier cosa relacionada con el Procés; pero ¿la arbitrariedad podría ir tan lejos como para que un maestro llegara a tener problemas judiciales por haber propuesto a sus alumnos que comparen las cubiertas de una serie de periódicos? Como decíamos, la actividad propuesta tendría, en principio, muy pocas contraindicaciones: ¿quién podría oponerse -y con qué argumentos- a que en los centros educativos se estudie cómo los medios de comunicación presentan un tema de indiscutible actualidad?
Una ventaja más de esta propuesta es que resulta muy fácilmente adaptable a las diversas variables y circunstancias que hacen al caso (edad de los alumnos, tiempo que se le quiera destinar …), ya que las posibilidades de concretarla son muchas: desde la ya sugerida de simplemente comparar las portadas de los periódicos en un día determinado, hasta el estudio del tratamiento de los hechos en algunos noticiarios radiofónicos, pasando por el análisis de un debate televisivo en el que los alumnos deberían averiguar de qué pie calza cada tertuliano; o algo similar a todo esto, pero a partir de las redes sociales (en algunas de ellas nuestros adolescentes son mucho más expertos que los adultos), etc. Como decíamos, también el alcance de estas investigaciones puede ser muy amplio: desde la realización de una o diversas tesis doctorales (que, seguro, que alguna debe estar ya en marcha) hasta pequeñas actividades, bien preparadas, que pueden ser perfectamente idóneas para nuños de 8 o 10 años.
Afirmaba también que esta clase de actividades gozaba de una potencia educativa formidable. Vemos algunas de las cosas con las que podrán aprender los alumnos. Por ejemplo, aprenderán que a pesar de que los medios quieren ofrecer de sí mismos una imagen de objetividad, a veces lo son muy poco. O mejor dicho, aprenderán que, al menos en relación al tema que nos ocupa, unos medios suelen ser más objetivos que otros. Y esto lo podrán contrastar fehacientemente, ya que algunos alumnos seguro que han visto y vivido directamente los hechos sobre los que informan los medios. A esto se le puede llamar desarrollar, pragmáticamente, el sentido crítico. Además, en el curso de la actividad deberán haber aprendido el mismo concepto de objetividad y deberán debatido sobre él.
Deberán hablar también sobre otros conceptos que entran en juego (neutralidad, imparcialidad, manipulación de la información…) Quizá habrán llegado a la conclusión de que a los medios hay que exigirles el deber de la objetividad, y no obligatoriamente el de la neutralidad; pero que, en cualquier caso, lo que no deberían hacer nunca los medios es renunciar a la objetividad manipulando expresamente la información en favor de su no neutralidad. [Quizás ahora nos hemos pasado de optimistas: si los alumnos llegaran a esta conclusión, eso ya sería suficiente para justificar y validar por completo la actividad].
Aprenderán también algunos rudimentos de metodología de investigación. Y lo aprenderán, como se aprenden bien todas las cosas, a través de la práctica. De lo que se trata sobre todo en niveles ya un poco avanzados- es que los mismos alumnos, acompañados y orientados por el docente, participen en el diseño de la investigación (cómo elegirán las muestras, cómo analizarán los contenidos …) Quizás el profesor , si de todo esto no sabe mucho, pedirá la ayuda de alguien de Ciencias de la Comunicación para que la oriente a él o venga un día a clase a orientar directamente los alumnos. De hecho, ya existen materiales didácticos expresamente preparados a tal fin (por ejemplo: Bre, R., Deconstruyendo los medios en el aula. Barcelona, Rosa Sensat, 2019).
Aprenderán que se pueden indignar al ver las mentiras y barbaridades que se dicen desde algunos medios, pero que ellos -aunque en el grupo clase habrá seguro posicionamientos diferentes- pueden hablar civilizadamente, manteniendo la calma, sin perder el oremus, escuchando al que no piensa como él y dialogando con él… por el hecho de que esta actividad tendrá lugar en un contexto expresamente educativo, tal vez estos debates podrían llegar a ser un ejemplo para determinadas tribunas mediáticas; y nuestros alumnos quizás podrán terminar dando algunas lecciones a ciertos políticos y tertulianos. Eso que siempre se dice que los políticos y los intelectuales ejercen también de educadores del pueblo, debería complementarse diciendo que convendría que algunos de ellos también se dejaran educar por estudiantes capaces de hablar francamente y pacíficamente de estos temas.
En fin, no son pocas ni triviales las adquisiciones formativas que se pueden obtener de actividades como las propuestas, que encima tienen tan pocas contraindicaciones.
Hemos hablado de la educación formal y en el artículo anterior de la informal. Pero para completar la panorámica deberíamos decir algo sobre otras instituciones educativas, muy importantes en Catalunya, como son los centros de educación en el tiempo libre (esplais, escoltisme, casales…) No nos podemos extender, pues el artículo ya nos está quedando demasiado largo. Y también porque en relación al tema que nos ocupa, probablemente gran parte de lo que se pueda decir respecto a la escuela sería aplicable a las instituciones de ocio educativo. Quizás sólo con dos diferencias significativas. La primera es que en estas instituciones los corsés que limitan lo que se puede hacer son menores que las de las escuelas: no hay planes de estudio impuestos; los controles son más laxos; las expectativas externas son también diferentes … Todo esto hace que los centros de educación en el tiempo libre puedan acoger más fácilmente actividades formativas como las que se están planteando. La segunda diferencia es que las instituciones de ocio, por su misma tradición, suelen estar más ligadas a su entorno social y establecen vínculos más fuertes y continuados con la comunidad; y en este sentido, son también más sensibles a los movimientos sociales y políticos que se generen, a la vez que están mejor predispuestas para tomar parte activa.
[1] Ver, Trilla. J. El profesor y los valores controvertidos: Neutralidad y beligerancia en la educación . Barcelona, Ed. Paidós, 1ª ed., 1995.


