La Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario, Tzk’at en lengua maya quiché, nació en Guatemala en 2015. Estas mujeres mayas, que se autodenominan feministas comunitarias, participan en los procesos de recuperación emocional y espiritual de las mujeres indígenas que defienden territorios ancestrales frente las problemáticas de criminalización y judicialización de quienes luchan por la vida en sus comunidades.
Ellas, como tantas otras defensoras de derechos humanos, estuvieron en Barcelona en el marco de las jornadas ‘Defensem!’ que este año han puesto el foco en los programas de protección de las personas defensoras de derechos humanos. Así, durante cinco días, se le dió la voz a 10 defensoras de Colombia, Guatemala y México para visibilizar las respuestas colectivas a la violencia machista estructural, los retos para la justicia de género y las luchas compartidas norte-sur.
El programa fue posible gracias a un conjunto de entidades catalanas que desde hace años trabajan con organizaciones sobre el terreno en América Latina: Calala, EntrePobles, International Action Peace (IAP), Peace Brigades International (PBI), Plataforma unitària Contra les violències de gènere, SUDS y la Taula Catalana per la Pau i els Drets Humans a Colòmbia.
Telma Iris Pérez, de Guatemala, fue una de las defensoras de derechos humanos presentes. Pérez es indígena maya ch’orti e integrante de la Red de Sanadoras del Feminismo Comunitario. Su territorio está a 200 km de la ciudad, casi en la frontera con Honduras. Telma acompaña diversos casos de mujeres defensoras desde la perspectiva del Feminismo Comunitario, que se basa en entender el cuerpo de las mujeres como el primer territorio de defensa de los derechos humanos, ya que el cuerpo es también uno de los principales objetivos de los ataques que las defensoras sufren por su tarea.
¿Cómo nació la Red de Sanadoras del Feminismo Comunitario Territorial en Guatemala?
La Red de sanadoras está integrada por 13 compañeras de diferentes territorios. Nació a partir de un diálogo con Lorena Cabnal y su ancestra Elizeth Us. Ellas, como todas nosotras, venían con un trabajo territorial por la lucha en contra la minería, pero a la vez por los derechos de la mujer y por las denuncias por violencia sexual…
¿Por que decidieron crearla?
De hecho nació porque su fundadora murió. Elisabet Us era una gran defensora de los derechos humanos, era maya k’iche’ y murió a los 37 años por múltiples opresiones. Ella estaba trabajando por los derechos de las mujeres y de la tierra pero su cuerpo estaba abandonado, también por parte de sus compañeros y compañeras.
Cuando ella murió se hizo un pacto espiritual en el que dijo: “compañeras, sigan trabajando en defensa del territorio pero sigan también cuidando sus cuerpos”. Desde entonces nosotras mismas nos cuestionamos y nos interpelamos desde nuestras conciencias como mujeres: estamos metiendo nuestro cuerpo por la defensa del territorio. Y si pensamos desde el feminismo comunitario territorial en la recuperación emocional física de los cuerpos también, defendemos el territorio cuerpo-tierra. Nuestro cuerpo como primer territorio como defensa.
Al ser las 13 compañeras de diferentes territorios, entiendo que tenéis recorridos y conocimientos diferentes en cuánto a luchas y a salud.
Si. La red nace después de plantearnos diversas cuestiones y ver la necesidad de la pluralidad en la sanación. Además, unas son comadronas, otras son sobadoras [personas que ayudan a conocer la posición del feto y a corregir su postura en el momento del parto], hueseras [fisioterapeutas], otras hierberas… cada cual trae su camino y su forma de sanar. La Red nace como un espacio de poder sanar de tantas múltiples opresiones.
Yo que vengo de la lucha en contra las hidroeléctricas, en 2015 tuve que salir de mi territorio por la situación de judicialización y criminalización política. Lorena Cabdal, que viene de la lucha contra la minería en territorio xinca en las montañas de Jalapa, igual. Otra compañera, Ramona Chocón, que viene en contra de las cementeras… todas venimos de luchas contra este sistema capitalista y neoliberal. Desde ahí nosotras abordamos la sanación como camino político pues venimos con múltiples opresiones desde la familia, desde la comunidad, desde la organización, desde las empresas transnacionales, desde los funcionarios…
Vosotras como mujeres quieres decir.
La red de sanadoras plantea que en las comunidades indígenas también hay un sistema patriarcal originario que tiene sus mismos códigos, sus mismas manifestaciones y su mismo abordar. Pero también hay un sistema patriarcal occidental que tiene otras maneras de manifestarse. Es desde allí que nos planteamos e interpelamos. Tenemos muchas luchas abiertas y muchas opresiones. Estamos en defensa del territorio, en defensa de los derechos de las mujeres, en defensa de nuestros cuerpos, ¿cómo podemos entonces sanar? Lo hacemos desde la pluralidad, desde nuestra cosmovisión maya. Decimos ‘sanando yo, sanas tú; sanando tú, sano yo’. Una reciprocidad de la sanación.
¿Cómo difundís esta idea de poner la importancia en el cuerpo?
La Red acompaña procesos de lucha y resistencia, acompaña el acuerpamiento político y espiritual de muchas mujeres. Desde el espacio donde estamos, abordamos la sanación desde la forma cotidiana de cada una, de su pueblo. Yo tengo una forma de sanar diferente a la de quiche. Trabajamos la sanación desde la perspectiva de donde viene la persona, desde sus abuelas, en un espacio colectivo desde la tierra, desde las venas, desde el agua, desde las hierbas.
¿Cómo se ve desde el Estado esta autoorganización por parte de las mujeres?
Creo que muchas organizaciones han dejado la parte de sanar y es ahí donde más ha penetrado el sistema patriarcal, porque nos agarra débiles. Hemos visto como muy penetrada, muy naturalizada, la violencia patriarcal occidental machista. El estado se ha apoderado de esos espacios en los que las mujeres nos sentimos débiles y con múltiples opresiones.
En muchos encuentros a nivel mundial, cuando hablamos con otras mujeres, todas están cada día trabajando y luchando por su territorio y todas vienen con múltiples daños. Tenemos alto el azúcar, inflamados los riñones, gastritis… y lo asumen porque han invisibilizado la sanación como la parte de la recuperación de los cuerpos emocional, física y espiritual.

¿Por qué sanación y no cuidados?
Nosotras decimos sanación porque tiene un aspecto de conciencia. Muchos hablan de atención psicosocial y el autocuidado. Nosotras no lo manejamos, cogemos ideas, pero vemos la sanación más profunda. Como Red iniciamos un proceso que tiene que seguir más allá del cuidado. A nivel político, cada día te indignas por el machismo, por los funcionarios… esto afecta y entonces el proceso de sanación es un proceso largo. Partimos también de nuestra conciencia: queremos nuestros privilegios pero ¿desde dónde? Ir a comer rico en un McDonald’s no es parte de la sanación. Como feministas nos interpelamos también en cómo podemos caer en el consumismo.
¿Cómo trabajáis con organizaciones o entidades aliadas para hacerles ver que sus jerarquías son patriarcales y que eso afecta en la salud y los cuerpos de las mujeres?
Es muy complejo. Además, a veces las mismas compañeras tienen tan penetrada y naturalizada la violencia machista… entienden que la mayoría de compañeros son autoridades y a ellos no se les puede interpelar su machismo. Pero si logramos hacerlo, vemos rupturas. Las mujeres ya no siguen calladas e identifican el lenguaje machista.
Como Red de Sanadoras planteamos que nuestros procesos de sanación fueran sólo con mujeres porque también es una manera de encontrarse con una misma, tomar fuerza y preguntarse dónde estamos como mujeres dentro de las organizaciones.
Las realidades y opresiones que cada una vive pueden hacer que se desarrolle una enfermedad que requiere de asistencia médica.
La Red de Sanadoras tiene una red con algunas organizaciones pero lo que hacemos es acompañar y articular con mujeres de territorios. No hay centros médicos en la mayoría de lugares. Cuando vemos que la situación de salud es complicada vamos por dos caminos: primero la sanación cósmico-político-espiritual y, luego, vemos de emergencia quién nos puede apoyar en cuestiones médicas muy concretas. Siempre sin dejar la parte de la sanación.
¿Habéis sufrido persecución de algún tipo o amenazas?
Claro. Esa es la historia de todas las compañeras de la Red. Mi última amenaza muy fuerte fue en 2015. Líderes de las empresas hidroeléctricas me encañonaron porque era la joven lideresa dentro de la comunidad y dentro de la organización. Siempre andábamos con gente que también estaba criminalizada. Tengo denuncias en el ministerio público y en la fiscalía de la mujer también por violencia sexual y en contra de las empresas por la criminalización y la persecución. Hemos estado constantemente gritando enfrente los funcionarios y las empresas y como eso te visibiliza, te pone en alto riesgo. Mi familia estuvo un año con medidas perimetrales.
Además, tanto yo como alguna de mis hermanas hemos estado, y yo sigo aún, fuera de nuestro territorio. Las mujeres nos hemos empoderado en defensa de nuestro territorio cuerpo-tierra pero somos las más fichadas tanto por el estado como por las empresas transnacionales.
¿Qué significa para vosotras participar de encuentros como Defensem!?
Uno va conociendo las formas de cómo sanar también participando de estos espacios. Planteamos la pluralidad de sanación como Red y estos espacios nos ayudan a compartir con otras mujeres que están en la misma lógica, interpelando el machismo de los mismos líderes en las comunidades, interpelando el sistema patriarcal de las empresas transnacionales. Es la misma dinámica del sistema neoliberal capitalista que sigue despojando y usurpa territorios. Este espacio nos crea vínculos para seguir con más fuerza.


