El partido de ultraderecha Vox niega que en España exista un problema de violencia machista. Sus representantes hablan de violencia doméstica y afirman que también habría que hablar de los hombres asesinados por las mujeres porque, según dicen, son muchos. En el Ayuntamiento de Madrid y el Congreso de los diputados ya han conseguido vetar una declaración institucional contra la violencia que sufren las mujeres y en Andalucía han forzado el recorte del dinero público dedicado a proteger y cuidar a las víctimas.

Se puede hablar de una actitud negacionista por parte de la ultraderecha si tenemos en cuenta las dimensiones del fenómeno. Desde 2004, que es cuando comienza a marcar el contador de estadísticas sobre este tema, más de mil mujeres han perdido la vida en España a manos de sus maridos, compañeros o novios.

Estas mil mujeres parece que tampoco existen: es un invento de unas mujeres, de una sociedad que ha dejado de coser en su casa y se ha echado a la calle. Porque la fórmula mágica para los dirigentes de VOX es saber coser; esto lo arregla todo. Difícilmente se puede coser la muerte de una mujer. 

Difícilmente se puede coser la orfandad de un niño que en muchas ocasiones ha visto como el padre gritaba y apalizaba a la madre hasta que un día la mata. Difícilmente se pueden coser las heridas psicológicas que deja a una mujer la violencia psicológica. No en vano, según los expertos, la recuperación total de la mujer puede tardar más de 12 años con terapia. Difícilmente se pueden coser las pesadillas de las niñas cuando son violadas periódicamente por sus padres, abuelos, tíos o primos. La violencia de género ha existido siempre. Antes se tapaba, ahora crecen las denuncias, pero sigue teniendo unas dimensiones insoportables.

En los últimos 10 años, 10 hombres han sido asesinados por sus mujeres, según datos del Poder Judicial. VOX  pide un minuto de silencio por cada hombre muerto, hablamos, pues, de 10 minutos. Si hacemos lo mismo con las mujeres asesinadas, deberíamos guardar silencio durante varias horas.

El último episodio protagonizado por los miembros de Vox tuvo lugar el 25 de noviembre, día contra la violencia de género, en un acto en el Ayuntamiento de Madrid. Su portavoz en el grupo municipal, Ortega Smith, giró la cara a una víctima que le recriminaba que negara la violencia machista. El desprecio e indiferencia de Ortega Smith fue captado por las cámaras de televisión. Las imágenes ya forman parte de la dignidad de las víctimas frente a quienes niegan la violencia machista.

Los de  Vox hablan de la prisión permanente para los hombres que matan a las mujeres y, dicen ellos, que por ello son más progresistas que nadie y que defienden mucho mejor los intereses de las mujeres. Y, seguramente, habrá mujeres que se lo creerán, que pensarán que efectivamente es una medida drástica. La cuestión es que si no aceptan la violencia de género como tal, no se entiende que puedan aceptar el asesinato de un hombre contra su mujer, porque lo que no cuentan es que también dicen que si el hombre ha bebido, ya no se puede entender como un asesinato con todas sus consecuencias. Por lo tanto, si el hombre toma unas copas antes de matar a su mujer, ya sabrá que tendrá muchos atenuantes.

VOX continúa haciendo trampas y yo quisiera dejar de hablar sobre ellos. A partir de ahora, sólo les llamaré ellos.
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