El dilema al que se enfrenta Esquerra Republicana de Catalunya es de los que hacen época. No es un juego de palabras. La posición que tome respecto a la investidura del presidente del Gobierno marcará el futuro de España y de Catalunya. Es de esas decisiones políticas verdaderamente trascendentes, que pueden significar un antes y un después en la historia de los países. Pocas veces un partido político tiene en su mano cambiar de etapa. Cerrar un ciclo y abrir otro. ERC puede hacerlo.
Es comprensible que los republicanos sientan el vértigo de las grandes decisiones. Y más con un contexto tan difícil. Con líderes en prisión cumpliendo una sentencia que ha indignado una mayoría social en Catalunya. Con los sectores más radicales del independentismo que ya tienen en los labios la palabra ‘traidores’. Con la memoria de aquel otoño de 2017 muy viva, cuando la presión en las redes y en la calle empujaron los responsables del Procés al abismo.
Pero más allá de las heridas profundas, el mapa político dibujado por las elecciones abre una gran oportunidad. El acuerdo de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos representa el mejor de los escenarios posibles para explorar el diálogo como solución al conflicto político entre el independentismo y el Estado. Los republicanos lo saben. Por eso, después de los primeros encuentros de las negociaciones con el PSOE, miden cada una de sus palabras. Todo sigue abierto, pero las dos partes coinciden en una constatación, “existe un conflicto político”, y en una voluntad, la de resolverlo con diálogo.
PSOE y ERC son dos partidos históricos. Vivieron la democracia de la República y la tragedia de la guerra, la represión y la dictadura. Son, también, dos partidos de izquierdas y saben que la alternativa a su desacuerdo es la confrontación abierta con un gobierno español de derechas, en el que sería el fascismo de Vox quien marcaría el paso. El PSOE y ERC deberían tener la memoria necesaria para no cometer la irresponsabilidad de jugar con la historia.
Y a pesar de estos escenarios, la tentación del “cuanto peor, mejor” está latente entre algunos sectores del independentismo. Unas horas antes de la primera reunión negociadora, el propio presidente de la Generalitat, Quim Torra, lanzaba un tuit haciendo suyas unas palabras del autor de Manual de desobediencia civil, Paul Engler: “si los catalanes deseáis ganar, debéis polarizar mucho más, escalar mucho más, y aceptar altos niveles de sacrificios”. Torra decía que eran unas reflexiones “que todo el independentismo debería escuchar atentamente”. Era un mensaje directo a los negociadores republicanos.
En el fondo, en estos momentos, la gran distancia no está tanto entre partidos o ideologías, si no entre quienes defienden el diálogo y los que apuestan por la confrontación. Entre los intereses y las estrategias de unos y otros. Tanto en el ámbito independentista como en el escenario político español. En este contexto es muy importante no simplificar, estar atento a los matices. A la pluralidad de voces. A los gestos. Porque si nunca es bueno caer en las simplificaciones, estos días menos.
Por eso resulta muy significativo que David Fernández, una de las voces más respetadas de la CUP, vaya a contracorriente de su partido y hable de la necesidad de aprovechar “la segunda oportunidad inesperada” por el diálogo que ofrece el pacto PSOE-Unidas Podemos. O que Jordi Sánchez, desde la cárcel, haga una encendida defensa de las soluciones políticas dialogadas, aunque Junts per Catalunya no se lo ponga nada fácil a ERC. O que el PSC vuelva a hacer hincapié en que Catalunya es una nación, y que debe ser reconocida como tal dentro de un Estado plurinacional.
Son sólo palabras y gestos, pero abren la esperanza a que, al final, los que apuestan por la reconciliación ganen la batalla. Logren configurar una mayoría social y política de entendimiento, tal como dicen ERC y PSOE en sus comunicados, y no de confrontación, como quieren los dos extremos, de aquí y de allí. Esta es la inmensa responsabilidad de dos partidos con una larga memoria democrática y progresista. El dilema crucial de ERC. O el coraje del PSOE a la hora de defender el acuerdo en el resto de España. La historia dirá si han estado a la altura.
Este artículo ha sido publicado originalmente en el Diari de Tarragona