Fue uno de los nueve consejeros de la Generalidad que se sentó en el banquillo de los acusados por el juicio del 1-O. Estuvo 32 días en prisión preventiva y lo acabaron condenando a un año y ocho meses de inhabilitación especial y 60.000 euros de multa por desobediencia. Ha reconstruido aquel juicio en el libro El referéndum inevitable, con el subtítulo Del juicio en adelante. Este futuro pasa, según él, porque el independentismo continúe creciendo hasta que haga inútiles los esfuerzos de quienes están en contra de un referéndum de autodeterminación. Se oponía, y continúa haciéndolo, a la proclamación unilateral de independencia.
¿Cómo valora la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y qué consecuencias cree que tendrá?
¿El referéndum inevitable del que habla usted debe ser forzosamente para plantear un Sí o un No a la independencia de Catalunya?
¿Ha escrito el libro pensando en la gente que lo leería o en lo que le salía del alma?
No me lo había planteado en estos términos. Lo he hecho, en buena parte, porque creo que lo que tengo que decir puede ser útil para alguien en el momento político de desorientación en el que estamos. Pienso que podría ser útil mi aportación para la mirada positiva, a pesar de la complejidad y las dificultades del momento que nos ha tocado vivir. Estoy convencido de que, a pesar del dolor y la represión que hemos vivido estos dos años, el independentismo vive un momento políticamente espectacular.
En menos de una década ha conseguido multiplicar por cinco su apoyo. En 2010, el Parlament de Catalunya estaba en el 10% de voto independentista y 14 diputados. Hoy roza el 50%, con 70 diputados. Si con esta evolución y bagaje, en tan poco tiempo, el independentismo se siente derrotado es absurdo. Por lo tanto, quiero reivindicar en positivo la parte del camino que ya ha recorrido, que es muy importante y con resultados muy satisfactorios, sin abstraerme del camino largo y complicado que le queda por delante.
En el libro no hay autocrítica. O poca. ¿Sería una concesión excesiva a un Estado que considera que le ha tratado injustamente?
No comparto la premisa. Para identificar si hay autocrítica o no, no sé qué debería decir el libro. Explico que, según mi planteamiento, se deberían haber hecho las cosas de manera diferente. No sé si esto se puede considerar autocrítica, pero no me parece una reflexión neutra.
Carmen Forcadell ha dicho que faltó empatía con los catalanes que no son partidarios de la independencia. ¿Comparte esta reflexión?
De ello también hablo en el libro. Hablo de la España reactiva. Es posible que, ante un contexto como el que vivimos, hubiera mucha gente que se sintiera muy incómoda, como hay mucha gente que se siente muy incómoda con como se ha pretendido resolver esta cuestión por la vía de la represión. Por eso es positivo y tiene sentido mirar a ambos lados, hacer siempre el esfuerzo de ponernos en la posición del otro.
Vivió de cerca el debate sobre si Carles Puigdemont debía convocar elecciones adelantadas. ¿Cuál fue su posición? En el libro no entra en demasiados detalles sobre qué pasó y cómo vivió aquellos días
Soy explícito en dos ocasiones al decir que el 26 de septiembre era de los que abiertamente creía que la solución menos mala era convocar elecciones. No soy ambiguo en esto. No lo fui en octubre de 2017 y no lo soy ahora que lo expreso en un libro públicamente. Mi posición era conocida y hoy, pasados dos años, sigo creyendo que era la opción menos mala. El libro no está dedicado a explicar el otoño de 2017. Ya habrá tiempo y perspectiva para explicarlo de manera mucho más serena. Aunque hay muchos compañeros que tienen causas penales abiertas y no seré yo quien, por la vanidad de escribir un libro, pueda terminar diciendo cosas que pudieran perjudicarles.
Mariano Rajoy ha escrito en su libro que habría aplicado el 155 aunque Puigdemont hubiera convocado elecciones. ¿Cree que lo habría hecho?
No tengo ni idea. Dos años después puede decir lo que quiera. Sólo él sabrá si está diciendo la verdad. Hemos comprobado muchas veces que cuando Mariano Rajoy habla, miente. No tenemos ninguna razón para creer que ahora dice la verdad. En todo caso, estoy convencido de que si el 26 de octubre se hubieran convocado elecciones, las cosas habrían ido de forma diferente y es evidente que el gobierno español, de buena gana o no, habría tenido que actuar diferente. Pero eso, ahora, es hacer ciencia ficción.
El ex consejero Santi Vila ha explicado que él hablaba con interlocutores del gobierno español y que entendía que no se aplicaría el artículo 155 si Carles Puigdemont convocaba elecciones
Los que vivimos esto de cerca constatamos que también había una gran desorientación por parte del gobierno español, que tenía todas las dudas del mundo sobre qué respuesta quería dar. Con la perspectiva de dos años, podemos ver que todo el mundo es muy espabilado. Al día siguiente del partido todo el mundo es mejor entrenador que el día antes.
¿Llegó a pensar alguna vez que aquellas decisiones y actuaciones podían acabar con una parte del gobierno en prisión preventiva durante dos años y con condenas de hasta 13 años, y otra parte en el exilio?
Sí. Lo vi después de escuchar el discurso del Rey del día 3 de octubre. Lo interpreté como una especie de barra libre para hacer lo que fuera necesario, saltarse el estado de derecho si era necesario. La respuesta que quería dar el Estado era de escarmiento y muchos tuvimos claro que, según se hicieran las cosas, el resultado sería el que fue.
Los letrados del Parlament advirtieron que algunas propuestas y leyes que se aprobaron eran ilegales. ¿Por qué no les hicieron caso?
Se referían a la aprobación de las leyes del 6 y el 7 de septiembre y advertían de la posible desobediencia al Tribunal Constitucional. No se dedicaban a advertir de la naturaleza de otros delitos. Yo no era diputado y no podía ser objeto de estas advertencias.
Lo absolvieron de malversación y lo condenaron por desobediencia a un año y ocho meses de inhabilitación especial y 60.000 euros de multa, que luego le han rebajado a 35.000 euros
No la han rebajado. Sigue siendo de 60.000 euros, pero las multas se pueden pagar en dinero o en días de privación de libertad y una parte la he pagado en especies por los 32 días que he pasado en prisión.
En la discusión sobre si los presos tienen que pedir el segundo o el tercer grado penitenciario, ¿cuál es su opinión?
La injusticia no radica en qué grado tienen, sino en que están privados de libertad por un hecho que, indiscutiblemente, y lo reconoce la propia sentencia, es de naturaleza política. Con la ley en la mano, es perfectamente válida la concesión de cualquiera de los dos grados. Es verdad que, con unas penas de la duración de las que estamos hablando, no hay prácticamente ningún precedente de que en la primera calificación se otorgue el tercer grado. Me parece bien cualquiera de las dos opciones, no en el horizonte del corto plazo sino en el del medio plazo. Es deseable que se acabe aplicando la calificación que asegure que en el tiempo más breve posible puedan estar en libertad o semi-libertad de una manera constante y que no pueda ser fácilmente revocable.

Hacer política no significa tener un cargo institucional. Se puede hacer política sin ser diputado y, afortunadamente, la mayoría de la gente que tiene compromiso político, lo hace al margen de los cargos institucionales. Concurrí a las elecciones del 21 de diciembre, yendo a las listas, porque en el momento de decidirlo estábamos en la cárcel y entendí que era útil en aquel contexto hacerme visible. Nunca había sido diputado antes, ni tenía la voluntad de serlo. Para mí la dedicación a la política institucional son paréntesis en mi vida profesional. Yo soy abogado y no es mi vocación hacer de la política una profesión. La decisión de no continuar como diputado era absolutamente conocida por todos los que lo tenían que saber.
¿No volverá nunca, pues, a la política institucional?
Sería absurdo contestar con rotundidad. Sé seguro que ni a corto ni a medio plazo querré asumir una tarea institucional porque quiero atender otros compromisos profesionales. Tengo 43 años y la vida es muy larga. No sé qué pasará dentro de 10 o 12 años.
Decía que el apoyo al independentismo ha pasado en pocos años del 10% a casi el 50%. ¿A qué lo atribuye?
Son muchos factores a la vez. Hay una gran diferencia a favor del independentismo. A pesar de las dificultades, para muchísima gente la idea de la independencia es alentadora, de futuro, una idea en la que ve la utilidad de poder superar las cosas que no le gustan de la situación política actual. Esto coincide en el tiempo con una falta absoluta de propuestas de España. La mayoría de la gente está concienciada de que es un reto muy difícil, pero, sin embargo, considera que es una opción mucho más estimulante que el silencio, la ausencia de propuestas o el inmovilismo que hay por parte del sistema político español. Y digo sistema político español porque no quiero focalizar en unas siglas u otras.
Plantea la necesidad de que el apoyo al independentismo continúe creciendo aunque los últimos tiempos parece que se ha estancado. ¿De qué dependerá que crezca, se estanque o pierda fuerza?
Con las dificultades y la represión vivida estos dos años y con el cercenamiento de los liderazgos del independentismo, en palabras de la ex vicepresidenta del gobierno, tiene un mérito extraordinario que haya mantenido un porcentaje estable de los votos, elección tras elección. En la última parte del libro hablo de lo que llamo ‘condiciones para ganar’. Hay que hacer muchas cosas a la vez para hacer crecer esta mayoría que, para tener opciones de éxito, debería ser una mayoría inapelable. Hoy tiene una mayoría clara pero no inapelable. Debe asumir la complejidad, contradicciones cuando exista, y, sobre todo, desde la unidad estratégica. Hay que hacer un diagnóstico de sus fortalezas, debilidades y oportunidades y decidir cómo hay que hacer evolucionar la propuesta política.
Utilizo el símil de dos médicos que, ante un mismo enfermo, hacen diagnósticos muy diferentes y, por tanto, es muy difícil que se pongan de acuerdo en el tratamiento. Estoy seguro de que se pueden hacer planteamientos políticos que sirvan para hacer crecer el apoyo al independentismo. También hay que gobernar bien, tanto en el ámbito nacional como en el municipal. El independentismo se ayudará mucho a sí mismo si, además de ser visto como una opción que defiende un horizonte político ambicioso y de largo alcance, también es capaz de demostrar que da respuestas útiles a la ciudadanía.
Y, evidentemente, debe continuar haciendo la tarea de explicación de la realidad catalana en el exterior porque el reconocimiento internacional es una condición sinequanon del proyecto independentista. En Catalunya hay un independentismo a dos velocidades. Una parte ya ha ganado, es mayoritario e, incluso, hegemónico. Y hay una parte de Catalunya a la que aún le queda mucho camino por recorrer, aunque en los últimos años ha crecido mucho y es claramente más fuerte que hace una década. Me refiero al área metropolitana de Barcelona. El independentismo debe conciliar los dos ritmos. Si se entiende bien esta complejidad, las decisiones que se tomen estarán más conectadas con la sociedad en su conjunto y no sólo con la que tiene más prisa.
¿La parte de Catalunya donde el independentismo es hegemónico no se cansará de esperar que esta hegemonía también se logre en la otra parte?
Hay que afrontarlo con naturalidad. La complejidad es así. Si alguien tiene la tentación de desanimarse, deberá entender que la parte de Catalunya donde el independentismo crece más lentamente es tan imprescindible como el resto. Enhorabuena a la gente independentista que ha hecho los deberes, por decirlo así, y es mayoría en su entorno, pero para que el proyecto independentista sea ganador no es suficiente con tener el 50 más 1 del apoyo. Hay un apoyo mayoritario transversal en todo el territorio. Si el independentismo no tiene una mayoría clara en el área metropolitana es muy difícil pensar que el proyecto puede terminar con éxito.
Los que desde dentro del independentismo hablan de ensanchar la base en determinadas áreas para conseguir una mayoría clara reciben críticas muy duras
Se llevan muchas críticas y cuando hay elecciones, tienen la victoria. En el último ciclo electoral ha sido así. En las dos elecciones españolas, en las municipales y también en las europeas. A veces confundimos la complejidad mayor de la sociedad catalana con el ruido. Para analizar bien qué momento político pasamos es más útil ver el resultado de las elecciones que el estado de ánimo en Twitter.

¿Tiene Twitter?
Sí. Es una herramienta que sigo, la encuentro muy útil para entender una parte de la realidad, pero haríamos bien de saber que en Twitter vemos lo que queremos ver. La impresión que nos llevamos depende de la gente que seguimos. En Twitter están todos los políticos y todos los periodistas. Es una red de influencia pero, con los datos en la mano, sólo encontramos a un 20% de la gente. El 80% de la ciudadanía no tiene Twitter, así que se necesitan otras herramientas para comprender la realidad.
Hablaba del reconocimiento internacional. ¿Por qué no se ha conseguido?
Se ha conseguido muchísimo. La situación que tiene el independentismo en el mapa mundial es incomparable con la que tenía sólo hace tres años. La cuestión catalana está muy presente en muchos estados. No necesito esforzarme mucho para explicar por qué ningún estado ha reconocido la independencia de Catalunya. Todos lo hemos entendido. Es importante recordar que no ha habido ningún estado, salvo el español, que haya dicho que nunca aceptará la independencia de Catalunya si su ciudadanía se posiciona a favor en un referéndum acordado con el estado.
Después de las elecciones británicas, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ha pedido que se le traspasen las competencias para convocar un nuevo referéndum de independencia. ¿Puede el proceso escocés hacer que se replanteen algunos países europeos el reconocimiento de una Catalunya independiente?
Con todas las diferencias que tienen el recorrido del caso escocés y el catalán, la vía del referéndum que usaron ellos es en la que nos debemos reflejar. Que Escocia, como hizo en 2014 y como plantea ahora su primera ministra, insista en la vía del referéndum me parece una noticia magnífica. Políticamente es la mejor manera de abordar una cuestión como la catalana.
Algunos dicen que los referendos no son la solución. Yo digo que sí y no lo digo en abstracto, sino con ejemplos con los que nos podemos comparar, como son los de Escocia y Québec. Catalunya puede aprender mucho y también España, que haría bien de ver cómo el gobierno británico afrontó esta cuestión. El ex primer ministro británico, David Cameron, decía que antes de independentista o no independentista él era demócrata. Cuando un estado constata que en una parte del territorio hay, como mínimo, un 70% de la ciudadanía que reclama que la solución a esta cuestión política es un referéndum, haría bien en escuchar a la gente.
Boris Johnson no quiere ni oír hablar de un nuevo referéndum en Escocia
Lo que estoy seguro que no pasará es que la respuesta del gobierno británico sea enviar a la policía contra los escoceses ni poner el gobierno escocés en prisión para abordar una cuestión política comparable a la de Catalunya.
Usted no era partidario de la declaración unilateral de la independencia
No era partidario en ese momento, porque no me parecía que en aquellas condiciones fuera una vía ganadora; no había que tener grandes habilidades a la hora de hacer pronósticos para saber que no lo sería. No pienso que la vía unilateral sea la que nos ayude a salir de esta situación. Lo que nos ayudará más es que, a partir de una mayoría inapelable, nadie tenga ninguna excusa para no afrontar preguntas políticas teniendo miedo de las respuestas.
También huye del ‘cuanto peor, mejor’
Sí. No me parece la receta ganadora para añadir apoyos al proyecto político.
¿Veremos una Catalunya independiente?
Estoy convencido de que la veremos y me gustaría saber cuándo. Yo era de los que iba a las manifestaciones del 11 de septiembre cuando éramos tres mil y debía formar parte de ese 10% que decía de hace una década. Si en ese momento estaba convencido de que este proyecto político tenía sentido, ahora que somos el 48%, estoy aún más convencido de que saldremos adelante. El camino que nos queda por recorrer probablemente es más corto en distancia de lo recorrido, pero mucho mayor en dificultad. Que el camino se haga más rápido o más lento depende de muchas cosas. En buena medida depende de la actitud que tome el Estado ante la evidencia del conflicto. Si tiene la habilidad de saber darle respuesta, el independentismo tendrá menos razones para crecer. Si la respuesta del Estado es el inmovilismo y la negación de la realidad, será demasiado tarde cuando se dé cuenta de que esto no tiene vuelta atrás.
¿Se debe facilitar que Pedro Sánchez sea presidente del gobierno?
Cuando el 10 de noviembre la ciudadanía dio la victoria a ERC, los 900.000 votos eran para la propuesta de cerrar el paso a un gobierno de la derecha y facilitar un gobierno progresista, si se daban las condiciones. La pelota está en el tejado del PSOE. Si asume sin complejos ante la derecha española, las fuerzas mediáticas y los poderes fácticos, que en Catalunya hay un problema político y que debe resolverse políticamente, estoy convencido de que el acuerdo entre el PSOE y ERC será posible.