Filmada por diferentes cámaras y dispositivos móviles, esta acción realizada en un territorio (la capital chilena) y un contexto (las movilizaciones contra el presidente Piñera) concretos se convierte a continuación en una imagen que, al margen de los medios de comunicación tradicionales, circula rápidamente por las redes sociales. La capacidad amplificadora de Internet hace que, en pocos días, llegue a un elevado número de espectadoras y espectadores, que la reproducen, retuitean, comparten, comentan, difunden. Al mismo tiempo, las imágenes se multiplican, se crean memes, gifs y se realizan nuevas acciones performativas ideadas para ser grabadas y para hacerlas circular. Una acción que podría haber sido efímera pero que, convertida en imagen, permanece en el tiempo y se vuelve generadora de una iconografía feminista necesaria.

Cuerpos que ocupan la calle en un ejercicio de denuncia. Señalar aquello fuera de cuadro (¿el público?) con el grito “el violador eres tú” nos hace desplazar la mirada de las víctimas hacia los agresores, en un gesto que equivale a afirmar que la responsabilidad de las violencias sexuales no es de las mujeres, no es de los cuerpos violables y /o violados, pero sí de quien los viola. “Porque la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”. Realizar este desplazamiento de las mujeres hacia los violadores supone cambiar el punto de vista sobre las violencias y sus representaciones y hace surgir una pregunta: ¿qué imaginarios necesitamos?

Durante muchos años, las campañas contra las violencias machistas han utilizado imágenes de morados y heridas, puestas en escena de golpes y agresiones. Estas nutrieron un imaginario de indefensión que colocaba a las mujeres en un lugar inamovible de víctimas. Cuestionar el impacto de este tipo de representaciones en las vidas de las mujeres ha estimulado la creación de otras imágenes: mujeres que ponen límites, mujeres asertivas, mujeres que se defienden, que sobreviven, que reinventan sus vidas, que se ríen , que se rodean de amigas y de complicidades femeninas.

Aún así, muchas campañas de denuncia o sensibilización siguen reproduciendo imaginarios desempoderadores, de mujeres solas y aisladas, pasivas y debilitadas. Más allá de las vivencias propias de cada chica y mujer en relación con las violencias sexuales, preguntarse sobre estas imágenes y sus consecuencias en las receptoras (y receptores) hace emerger el deseo de otras representaciones en que reflejarnos.

Como dice el colectivo actoras de Cambio de Guatemala, sanar las violencias sexuales es hacer posible romper el silencio en un lugar seguro con el acompañamiento de otras mujeres. Las filmaciones de la canción “Un violador en tu camino” tienen el poder de conectarnos con una experiencia reparadora. Romper el silencio en el espacio público, transformarlo en un lugar seguro aunque sea sólo durante el tiempo que dura la performance, es posible gracias a una acción que es colectiva.

Cuerpos que señalan, pero que no nos interpelan con la mirada. Las bandas negras en los ojos colocan al que mira a la distancia suficiente para centrarse en la masa, en la movilización colectiva. La intención de usarlas puede estar dirigida a que el público no personalice la acción, pero estas bandas también pueden sugerir una forma de protección. Ponerse en el centro, hacerse visible, exponerse, señalar, denunciar también es un lugar de riesgo para las chicas y las mujeres. Después de todo, la función de las violencias sexuales es someternos, mantener el poder y el control sobre nuestros cuerpos. Las reapropiaciones de la performance, la multiplicación en imágenes que se difunden por las redes sociales de grupos de mujeres, a veces miles y otros diez, de diferentes ciudades, pueblos y lenguas transporta asimismo otro mensaje: entre todas, entre todos, cuidémonos.

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Membre de l'equip del projecte educatiu "Construir Mirades" de la cooperativa Drac Màgic, especialitzada en educació cinematogràfica i cultura audiovisual amb perspectiva feminista.

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