En los últimos años, fue reconocido internacionalmente como uno de los principales críticos de la cultura occidental, que participó en un estudio continuo sobre la naturaleza y el significado de las humanidades. La fluidez de George Steiner (Neuilly-sur-Seine, 1929) en alemán, francés, inglés, italiano y español, así como griego y latín, combinada con su voraz apetito por la lectura, le permitió la oportunidad única de dominar los cánones literarios, filosóficos y estéticos de la civilización occidental. Este profundo nivel de aprendizaje políglota fue la fuerza más obvia de Steiner y una que lo distingue de sus lectores y sus contemporáneos. Su virtuosismo como maestro era bien conocido. La capacidad pedagógica de Steiner se mostró en cientos de ensayos de revisión de libros publicados durante un período de cuarenta años en The New Yorker, The Times Literary Supplement y The Guardian. Las reseñas de Steiner presentaron por primera vez a los lectores de habla inglesa las principales obras de destacados escritores y pensadores continentales como Sigmund Freud, Karl Marx, Georg Lukács, Theodor Adorno, Marcel Proust, entre muchos otros.

Steiner se veía a sí mismo no simplemente como un pedagogo, sino como un traductor de textos e ideas, un mensajero que transportaba el conocimiento a través de las fronteras estrictamente patrulladas del idioma, la nacionalidad y la especialización académica. Publicó veintisiete libros, incluyendo una memoria, seis colecciones de ensayos, tres colecciones de ficción corta, dos libros de traducción de versos, una novela y un libro de poesía, así como varias entrevistas, simposios e introducciones de libros. Esta gran variedad de género solo se corresponde con la variedad de temas que Steiner siguió a lo largo de los años. Quizás fue mejor conocido públicamente por su novela sobre Hitler, El traslado de A.H. a San Cristóbal, pero fue reconocido por su obra maestra sobre el tema de la traducción, titulada Después de Babel, y por producir una excelente introducción al trabajo de Martin Heidegger. Su ensayo sobre el filósofo afrontaba una de las grandes tragedias del pensamiento europeo contemporáneo, que pudiera resumirse con esta pregunta: “¿Cómo pudo el más grande de los filósofos contemporáneos sentir la “tentación” del pensamiento nazi?”.

Habiendo escapado de la persecución nazi cuando era niño, Steiner prometió como joven intelectual recordar la memoria del Holocausto. Argumentó implacablemente que venimos después del Holocausto, y, como tales, están moralmente obligados a trabajar para comprender esta tragedia en el corazón de la cultura occidental. No puede haber ninguna duda de que la experiencia de Steiner como judío europeo durante el siglo XX determinó sus preocupaciones intelectuales dominantes, particularmente su interés en los efectos del Holocausto sobre el idioma y la cultura, la naturaleza y el significado de las humanidades, y las relaciones entre judíos y no judíos en la cultura occidental. La poderosa personalidad de Steiner como intelectual europeo líder arraigado en las humanidades clásicas se fusionó indeleblemente con su experiencia de la infancia de abandonar Francia por Nueva York en 1940, una experiencia que lo convirtió en un “superviviente”. Era un hombre que como judío y europeo sentía que vivía las dos tendencias en conflicto de la cultura occidental: el humanismo clásico y la brutal inhumanidad. Steiner reconoció la carga que esta paradoja ejercía sobre su vida y su trabajo.

El Holocausto, una tragedia personal para la familia Steiner, se situó en el epicentro del análisis de Steiner sobre la cultura occidental y desde allí arrojó su sombra: “El tiempo futuro permite a los seres humanos imaginar y, por lo tanto, crear lo que aún está por ser, y es esta capacidad humana única la que permite nuestro idealismo y optimismo”, afirmaba. En su conjunto, entonces, el trabajo de George Steiner puede interpretarse como un intento de resistir la destrucción de la cultura humanista defendiendo sus fundamentos filosóficos, religiosos, lingüísticos y estéticos, y preservar una orientación hacia un futuro humanista. Nadie ha hecho una revisión tan detallada y perturbadora de los grandes hitos de la cultura occidental, sus prodigios y sus peligros, en las últimas décadas, como George Steiner en el libro En el castillo de Barbazul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura. Steiner escribió libros que han pasado a la historia de la literatura, y que forman parte del escaso patrimonio cultural de quien emborrona estas letras. Recordamos el impacto que supuso leer Nostalgia del absoluto: “A menos que yo lea de manera errónea la evidencia, la historia política y filosófica de Occidente durante los últimos 150 años puede ser entendida como una serie de intentos –más o menos conscientes, más o menos sistemáticos, más o menos violentos– de llenar el vacío central dejado por la erosión de la teología”. Después vinieron Lecciones de los maestros o La idea de Europa, que debería ser de lectura obligatoria en muchas escuelas para entender lo que subyace en el decurso histórico de la civilización europea.

Después de ejecutarse el Brexit, uno de los últimos grandes intelectuales europeos se despide en un tiempo en el que esas palabras, intelectual y Europa, parecen desdibujar su sentido. Sin Steiner es muy difícil entender esta época, ver sus raíces y sus posibles derivaciones. Steiner manejaba en sus reflexiones los sutiles instrumentos de la filología, del arte universal y de la literatura, y sabía, como pocos escritores, de ciencia y de política. Pero sobre todo sabía mirar el mundo, captar las metamorfosis de las décadas, ver en la cotidianidad el peso de los previos acontecimientos históricos y el germen de los días venideros. “El desarrollo ha muerto, la democracia envenenada por el dinero hace agua, la destrucción de la naturaleza es un suicidio. Ahora la ciencia se hace fantástica, la tecnología roza la pesadilla, la política se codea con el crimen, la religión se hace filosófica, el pensamiento empieza a respetar a la intuición y a la fantasía”, subrayaba.

Es justo entonces que un pensador tan sensible, un filósofo tan histórico, un traductor tan lector y un ser humano tan elocuente y tan múltiple como George Steiner se vaya con el reconocimiento agradecido de su tiempo. Una pequeña parte de ese reconocimiento, la mayor, y la más necesaria, es que los lectores del mundo se asomen a esos libros apasionados y complejos, y también lúcidos y encantadores, en los que George Steiner nos deja ver el rostro de un mundo complejo, cambiante e incierto.

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