De la reunión en el Palau de la Generalitat, entre el presidente español, Pedro Sánchez, y el presidente catalán, sale un acuerdo tangible: este mismo mes de febrero ambos presidentes encabezarán la primera reunión de la mesa de diálogo y negociación para encontrar soluciones al conflicto político.
También este mes existe la intención de reunir la Comisión Bilateral Estado-Generalitat, para debatir la transferencia de algunas competencias pendientes para Catalunya. En definitiva, con palabras de Sánchez, “es la hora de volver a empezar, de retomar el diálogo en el momento en que los caminos se separaron. Es la hora de abrir vías de negociación y diálogo sobre el futuro de Catalunya y evitar la judicialización de la política”.
Para el presidente de la Generalitat, Quim Torra, la reunión “ha sido un diálogo sereno y cordial, y ahora hay que pasar de la cordialidad a las propuestas”. A pesar de este buen clima, Torra ha recordado que “todavía no conocemos la propuesta del gobierno español para Catalunya, mientras que la propuesta del gobierno catalán es clara: autodeterminación y amnistía para los presos y exiliados”.
Lenguajes distintos. A priori ya sabemos que, en este tipo de reuniones, se pacta la visualización de los acuerdos y también de las discrepancias. Y, cada parte construye su relato y explica su “película”.
Más allá de las interpretaciones y escenificaciones, esta reunión pone fin, por el momento, a un largo desacuerdo entre gobiernos. El tiempo dirá si se abre una nueva etapa en las relaciones entre España y Catalunya. Si es o no un cambio de ciclo, como se preguntaba el mismo presidente Torra en su comparecencia tras la reunión.
Un camino largo y difícil
El camino será largo, difícil y muy complejo, pero cuenta por encima de todo la voluntad de diálogo. Esta voluntad de las partes es la única vía posible para desactivar la pretensión de los partidos de la derecha: que la Mesa de Diálogo se quede en agua de borrajas y fracase lo antes posible. Otra garantía para que el diálogo continúe es que las reuniones sean anunciadas y conocidas públicamente (aunque siempre habrá discreción sobre los temas tratados).
Mucho mejor celebrar reuniones conocidas, que no escondidas y que salgan a la luz con posterioridad, como muchao de las encuentros secretos de Jordi Pujol con José María Aznar o de Artur Mas con Rajoy. La sociedad reclama transparencia y los nuevos tiempos demandan claridad y sinceridad. Ya no vale prometer algo desde la oposición y hacer la contraria cuando se llega al gobierno. Si hay cosas que se prometen, y luego no se pueden materializar, los políticos tienen que explicar a los ciudadanos las razones que impiden el cumplimiento.
En la Mesa de Diálogo habrá que empezar a hablar de soluciones, en plural, porque el conflicto no tiene una única vía de salida. Es lógico y lícito que Torra, en nombre de las fuerzas independentistas, hable de autodeterminación y del fin de la represión, pero la vía unilateral fracasó. Catalunya es plural y diversa. El interlocutor español es otro, y si se quieren avances y soluciones, la negociación y el acuerdo implican cesiones.
La mejor noticia es la misma celebración de la reunión, el hecho de hablar. Y el empuje que se da a la Mesa y a otros tipos de reuniones bilaterales. Se cumplen así los acuerdos entre ERC y el PSOE que permitieron, con la abstención de los republicanos, la investidura de Sánchez y que deberían continuar con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
El elemento disonante del nuevo marco político serán las elecciones catalanas. Aunque sin fecha, lo cierto es que llevarán a una lucha férrea entre Junts per Catalunya y ERC para ver quien se convierte en la primera fuerza independentista del Parlament. En este ámbito político, ERC aún no ha conseguido superar los post convergentes. A pesar de esta provisionalidad que se divisa, el diálogo entre gobiernos debería mantenerse. Seria el mejor signo de estabilidad para la legislatura.
El Gobierno español cambia de relato
El presidente de la Generalitat no cambió su relato. Insiste en las reivindicaciones genéricas de las fuerzas independentistas, sin concreciones respecto a cómo articular, por ejemplo, un referéndum, ni qué reformas legales necesarias para hacerlo posible … Lo que sí ha cambiado mucho ha sido el relato del Gobierno español. No sólo las palabras, sino también las actitudes y los hechos. Por ello es relevante que Sánchez haya entregado un documento a Torra con 44 puntos, titulado ‘Agenda por el reencuentro’.
Fuentes de la Generalitat afirman que, en los noventa minutos de conversación, los presidentes no intercambiaron palabra alguna respecto al documento. Pero el texto es importante porque aborda aspectos como la financiación autonómica, el impulso de las infraestructuras y que los presidentes Mas y Puigdemont ya plantearon en su día al presidente Rajoy, sin recibir respuesta. Ahora, años después, vuelve a haber puntos concretos sobre la mesa, puntos sobre los que poder negociar y acordar.
La situación requiere mucha prudencia por ambas partes. Las posiciones de partida siguen muy alejadas. Sánchez habla de “soluciones políticas en el marco de la ley y el respeto a la seguridad jurídica”, y que “ante el ejercicio del derecho a la autodeterminación, la respuesta es más autogobierno”. Mientras tanto, Torra lamenta que “no ha obtenido respuesta de Sánchez respecto al fin de la represión”. Por ello, no debería perderse de vista que procesos similares como el de Escocia, por poner un ejemplo, exigen muchos años de negociación, y a pesar de la celebración de un referéndum acordado, aún no se ha llegado a la mayoría suficiente para ejercer la autodeterminación.
Como dice el dicho popular, comienza un tiempo en el que se deberá aplicar la máxima de ‘sin prisa, pero sin pausa’. El camino del diálogo entre gobiernos ha comenzado, habrá obstáculos, pero las dos partes necesitarán hacer esfuerzos para no desfallecer. Muchas frustraciones se han ido acumulando en los últimos años, y la solución al conflicto requiere una nueva actitud por ambas partes. Cordura, presidente Sánchez. ‘Seny’, president Torra.
La reunión entre presidentes significa una primera piedra en el diálogo que deberían servir para superar, de una vez, la confrontación, la descalificación, el insulto y otras malas artes, que en nada ayudan a la convivencia. Es el momento de recuperar las palabras sin alterar su verdadero significado, también los silencios necesarios en toda relación.
Las dos partes se enfrentan al reto de empezar por lo que es más susceptible de acuerdo, y avanzar hacia los puntos donde la distancia es mayor y las posiciones más separadas. No pueden permitirse que el diálogo fracase cuando las encuestas constatan que los ciudadanos más que nunca piden a los políticos altura de miras.
La altura de miras pasa porque, en la próxima reunión de la Mesa de Diálogo y de la Comisión Bilateral Estado-Generalitat, se puedan anunciar acuerdos concretos, por pequeños que sean. Porque se regrese a la política del pacto que las mayorías absolutas enterraron durante muchos años. Porque ambas partes establezcan complicidades para encarar el futuro con mejores garantías.


