Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), sólo un 1% de las personas refugiadas accede a la educación superior. Ante esta preocupante realidad, el año 2016, la Universidad de Barcelona puso en marcha el Programa de apoyo a personas refugiadas y provenientes de zonas de conflicto, coordinado por el equipo de Solidaridad UB. Esta iniciativa nace con el objetivo de promover el acceso a la universidad a aquellas personas que han tenido que huir de su país debido a la guerra o de otros episodios de violencia y que, en consecuencia, han visto truncada su trayectoria vital y educativa. El programa se lleva a cabo en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona, ​​a través de la Dirección de Servicios de Justicia Global y Cooperación Internacional.

La iniciativa se coció en un momento en el que se preveía la llegada de 16.000 personas refugiadas en España procedentes de Grecia e Italia, lo que nunca llegó a producirse. Sin embargo, desde la Universidad de Barcelona se vio la necesidad de impulsar un programa de ayuda que permitiera a los refugiados continuar sus estudios. “Decidimos que no teníamos que esperar que estas personas vinieran, sino que había que diseñar un curso que permitiera que estas personas que están en situación de vulnerabilidad, en términos de derechos humanos, pudieran venir hacia aquí de forma legal con un visado de estudios”, explica Cati Jerez, coordinadora del programa. De este modo, los estudiantes se incorporan a la vida universitaria como unos estudiantes internacionales más. “Es una apuesta y un compromiso por la responsabilidad social de la Universidad y para hacer una universidad más inclusiva”, destaca Jerez.

Eli tiene 22 años y es de Siria. Se marchó de su país de origen, dice, para buscar una vida mejor y vivir en paz. Unos familiares que viven en Barcelona le hablaron del programa impulsado por Solidaridad UB y solicitó la beca desde Siria en 2015, por lo que fue de la primera generación de personas que accedieron. Actualmente, gracias a la beca que se le concedió, estudia Odontología en la Universidad de Barcelona. Como ella, cada año entran al programa quince estudiantes. La beca incluye el alojamiento en pensión completa en una residencia universitaria, la matrícula universitaria, asistencia legal y sanitaria y cursos de aprendizaje de idiomas. La mayoría de estudiantes becados son procedentes de Siria, pero también los hay de Afganistán e Irak. Este año, además, se han incorporado dos estudiantes de la República Democrática del Congo.

Cuando llegan a Barcelona, ​​los estudiantes hacen el Curso de transición a la universidad, un curso extensivo que consta de tres módulos: un aprendizaje simultáneo de catalán y castellano y conocimiento del entorno sociocultural, una formación en derechos humanos y cultura de paz y un curso de preparación para la inserción laboral. “En el Curso de transición a la universidad conocí mucha gente, fue el primer paso y el más importante para poder integrarme en un país nuevo con una cultura diferente de la mía”, explica Eli. Si los estudiantes superan este curso de transición a la universidad, entonces comienzan el grado universitario con la misma cobertura hasta la finalización de sus estudios.

El contacto con los estudiantes se hace a partir de diversas entidades y proyectos que trabajan en la ayuda a los refugiados. Uno de estos programas es Refugees Education Support in MENA countries (RESCUE), dedicado a prestar apoyo y acompañamiento a la población local del Líbano, Jordania e Irak, especialmente a los refugiados. A través de sus oficinas, se hace la difusión de la convocatoria de becas. Los estudiantes interesados ​​llenan un formulario que llega a la Universidad de Barcelona donde adjuntan la información relativa a sus estudios y en su situación de vulnerabilidad.

Un espacio de seguridad para reconstruirse

Según la coordinadora de esta iniciativa, pasar por el programa proporciona a los estudiantes un espacio de seguridad, después de pasar por situaciones de inestabilidad y violencia muy complicadas. “Configurar un espacio para reconstruirse, repensarse otra vez”, destaca Jerez. “A veces nos explican que el hecho de poder caminar por la calle sin sentir el ruido de las bombas o las sirenas es por ellos como estar en un oasis de tranquilidad”, añade. Además, la aclimatación en un entorno absolutamente nuevo aporta una gran resiliencia a los estudiantes. “Yo veía mi gente sufriendo en mi país, fue una experiencia difícil”, afirma Eli. Esto, dice, le ha hecho ser quien es ahora. “Vivir esta situación me ha hecho una persona más adulta, me ha cambiado la manera de ver el mundo “, expresa.

Eli explica que Barcelona es una ciudad muy integradora y amable y que, a pesar de las diferencias, tiene muchas cosas en común con el lugar donde vivía. “Me siento muy a gusto aquí, es como mi segunda casa”, comenta. Además, considera que participar en el programa le ha dado una gran oportunidad para desarrollarse personal y profesionalmente. Sin embargo, espera que se restablezca la paz en su país para poder volver. “Quiero volver a Siria y ayudar a mi gente en todo lo que pueda”, concluye.

Ante la buena acogida que ha tenido la iniciativa, el próximo mes de marzo se planteará en la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) la posibilidad de ampliar el Curso de Transición a la Universidad a todas aquellas universidades que quieran adherirse al programa. “Nuestra voluntad es poder extender este programa el máximo posible, ya que los resultados han sido muy positivos”, afirma Jerez. “Hay personas que están recuperando su vida y teniendo ilusión por un futuro, pudiendo contribuir enormemente tanto en nuestro país como en su país de origen, en caso de que haya un retorno”, explica.

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