Estamos hiperconnectados, leemos el periódico en versiones digitales, compartimos experiencias y tendencias en Facebook e Instagram, miramos tutoriales en YouTube y seguimos los temas del momento en Twitter. Convivimos con mucha información en el bolsillo. ¿Cómo podemos hacer un buen uso de las pantallas? En la Fundació Pere Tarrés trabajamos la formación en la educación digital desde diferentes ámbitos, y la identidad digital es uno de ellos. Educarnos y educar a los niños y jóvenes a hacer un buen uso de las redes sociales y gestionar mejor el tiempo que pasamos frente a las pantallas.

Las redes sociales son una realidad y nos tenemos que adaptar. Si en los años 80 el boom de la televisión dejó la gente literalmente pegada y lo superamos, ahora también podemos superar esta fase si encontramos herramientas para adaptarnos y aprender a incorporar buenas prácticas en el uso que le damos a la tecnología ya las herramientas digitales.

Si dedicamos tiempo a enseñar a nuestros hijos hábitos saludables y normas de convivencia, y les damos herramientas para que aprendan a ser autónomos para desarrollarse como personas y ser felices, también deberíamos hacerlo en la manera con que nos relacionamos en el ámbito digital. Detrás del móvil hay un mundo, y cuidar nuestra intimidad es muy importante, porque no sabemos dónde puede llegar nuestra información personal o qué hacer con ella.

Negar el acceso a las redes sociales a los niños y jóvenes o relacionar una vida sana con una vida sin móvil no es recomendable, porque no aprender a convivir digitalmente puede ser nocivo para ellos en el futuro. A menudo nos llegan consultas de adultos y jóvenes sobre los conflictos en las redes, sobre mensajes hostiles y sobre diferentes situaciones a las que no saben cómo responder. Los adolescentes necesitan sentirse parte de sus grupos y esta realidad no desaparecerá porque no participen. El móvil puede ser una herramienta de comunicación e información muy útil, saber utilizarla es una cuestión de equilibrio y buen uso.

La realidad es que transitamos por los dos mundos, el presencial y el virtual, como si no existiera ninguna barrera entre ambas. Encontramos por todas partes recursos y aprendizajes constantes para su manejo, pero aunque el conocimiento técnico sea importante, hay que desarrollar una identidad digital segura para comunicarnos de forma coherente, ética y responsable.

Cuando nos movemos en el medio presencial, estamos bajo la mirada de los otros, y la respuesta de nuestro entorno nos permite darnos cuenta del resultado de nuestras acciones en el resto y permite empatizar e ir construyendo a través del aprendizaje una mirada crítica de lo que ocurre a nuestro alrededor. En el medio virtual, en cambio, tenemos una falsa percepción de anonimato que puede confundirnos respecto al impacto de nuestras acciones en los otros y en nosotros mismos, y en las consecuencias. ¿Somos conscientes de la responsabilidad que ello conlleva? El reto con el que nos encontramos es acompañar a los jóvenes en el proceso de aprender a construir una identidad digital segura, ética y responsable para hacer un buen uso de las redes sociales.

La adolescencia es una etapa de búsqueda de la identidad propia y de diferenciación respecto de los otros. Cambia el cuerpo, cambia la forma de pensar y se empieza a desarrollar un pensamiento independiente, que les permite indagar, deducir conclusiones, generalizar aprendizajes y crear nuevas estrategias y soluciones. ¿Es el momento de las grandes preguntas que acompañarán la construcción de su identidad, que los hará únicos y diferentes: por qué es importante tener tiempo para reflexionar qué identidad estamos compartiendo? ¿Las redes sociales distorsionan la construcción de la identidad? ¿Existe el anonimato en las redes? ¿Cómo podemos construir una identidad presencial y virtual de forma coherente? La construcción de identidades seguras y definidas, tanto en el ámbito presencial como en el virtual, ayudará a establecer relaciones personales y proyectos vitales y sociales que les permitirán sentirse realizados a lo largo de sus vidas.

Howard Gardner define esta dicotomía entre el medio presencial y lo virtual como una “conversación transgeneracional” y plantea el mundo como un conjunto de aplicaciones (una super APP) que permiten resolver cuestiones cotidianas operativas. Asimismo, reflexiona sobre el dilema que supone buscar soluciones inmediatas, rápidas y fáciles para todo y concluye que es necesario desarrollar herramientas y dedicar tiempo a la construcción de la identidad digital para contribuir a forjar identidades seguras para interaccionar con el mundo.

En este contexto de búsqueda de la identidad, las redes sociales son muy atractivas para experimentar, comunicarse y participar, y sobre todo para crear vínculos con otros jóvenes con los que indagan conjuntamente como quieren ser y cómo quieren relacionarse. Por un lado, la identidad digital tiene como objetivo conseguir una mirada positiva de los demás y un refuerzo constante de aceptación. Por otro, la construcción de esta identidad es un proceso reflexivo y continuo con el objetivo de controlar y comprender las actividades propias y las de los otros, y crear confianza en uno mismo para construir el propio yo. Así, la construcción de la identidad virtual esta ligada a la construcción de la identidad presencial y nos permite tomar conciencia de lo que hacemos y porque lo hacemos.

En nuestro perfil público el físico y virtual conviven en el mismo espacio de realidad. Hay compartimos nuestras opiniones, experiencias, participamos y nos relacionamos. Es importante saber gestionarlo, porque destruir una identidad digital es mucho más difícil que construirla. Por lo tanto, hay que reflexionar sobre cómo queremos que nos identifiquen, qué impresión queremos dar, que queremos que conozcan de nosotros, como nos veremos dentro de unos años y qué ideas y discursos de opinión estamos transmitiendo en las redes sociales para ser conscientes de las consecuencias emocionales en las personas y colectivos que lo reciben. Desarrollar una identidad que busque la aceptación y la pertenencia a los grupos sociales basada en una actitud empática, respetuosa y tolerante y ser responsables y cuidar cómo nos comunicamos con los demás es la mejor herramienta para evitar difundir discursos hostiles, fake news y falsas creencias que agravan los estereotipos y los prejuicios y que se pueden transformar en discursos de odio.

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