Hace casi un mes desde que aparecieron mis primeras publicaciones en las redes sociales con el hashtag #nosoyunvirus. Desde entonces también he comenzado mi particular periplo por los medios de comunicación debido a un aumento significativo de casos de racismo hacia el colectivo de apariencia y / u origen chino (sobre todo, y asiático en general) tanto en las redes sociales, como en las calles, en las escuelas, en el trabajo, en los espacios públicos y en todos los ámbitos en los que estamos presentes en la sociedad.

Esta semana, además, nos hemos despertado con la noticia de que en Italia y en España se está empezando a registrar casos de personas infectadas por el coronavirus, y parece que hay un nuevo repunte de casos de racismo a raíz de la histeria colectiva (no siempre justificada ni justificable).

Por todo ello, te invito a hacer la siguiente reflexión conmigo: ¿Qué es racismo o la xenofobia? Esta es una de las preguntas que más me han hecho (y yo misma me he hecho) estas últimas semanas.

Racismo y/o xenofobia, a mi humilde opinión, es aquel pensamiento o aquella concepción que tenemos interiorizado – de forma consciente o inconsciente – que nos lleva a tratar y pensar -consciente o inconscientemente – de forma discriminatoria y desigual aquellas personas o grupos que son diferentes por su apariencia física, sea por su origen étnico, racial o cultural, o porque tienen una nacionalidad diferente. En definitiva, los que hemos sido definidos como “otros” toda nuestra vida (aunque podemos llevar cinco, diez, veinte años o incluso de toda la vida desde nuestro nacimiento).

Contrariamente a la percepción que tiene la mayoría de la sociedad (blanca y en una posición de privilegio frente a los “otros”), la realidad es que el racismo todavía es un pensamiento o una concepción muy interiorizada, muy generalizada y muy arraigada. Y no sólo en algunas personas individualmente hablando, o algunos colectivos (que recientemente han llegado a las instituciones públicas), sino que también está presente en los discursos sociales dominantes y en las propias instituciones públicas y políticas sociales.

Porque no sólo es racismo una agresión física con un resultado lesivo de una persona (tal vez blanca, o no) hacia una persona de apariencia física y / u origen diversa (china o asiática, si lo contextualizamos en los casos a raíz del “coronavirus “). También son una muestra de racismo las identificaciones de este virus con el origen racial y / o étnico de una persona; los comentarios (hechos directamente a la persona o hechos en las redes sociales), como decirle a una persona que es un “coronavirus” sólo para que tenga un origen o una apariencia física china o asiática; las actitudes, como apartarse de esta persona en el transporte público o taparse ante sí sólo por una cuestión de su origen o apariencia física; o situaciones, como la de denegar la entrada a alguien en algún lugar por esta misma cuestión; o no ir a un restaurante o un bar para eso mismo.

Yendo más allá, pero, también es racismo pensar que una persona, por esta misma cuestión, sólo puede ejercer determinadas profesiones y sólo puede hablar de determinadas cuestiones, pero no acceder a ciertos espacios privados o públicos. Y también lo es – en este caso, racismo institucional – el hecho de dificultar el acceso a la Administración Pública para poder regularizar situaciones administrativas de estas personas, o el hecho de denegar solicitudes por una cuestión de política migratoria limitando con los derechos de las personas, o no asumir las responsabilidades que las administraciones tienen hacia las personas tuteladas de origen diverso, o incluso, no otorgar la nacionalidad a una persona nacida y / o crecida en un país (con las limitaciones de derechos fundamentales que lo supone). De hecho, estos son sólo algunos ejemplos, y seguramente hay muchos más que podríamos añadir a esta “lista negra”.

¿Y qué podemos hacer para con toda esta situación?

Hay que decir que para con estas situaciones de trato discriminatorio debido al racismo y / o xenofobia tenemos varios mecanismos legales para defender nuestros derechos como personas que somos. Tendremos que tener en cuenta que ha realizado el acto racista o xenófobo, dónde y cómo se ha producido este episodio, porque dependiendo de la persona y del lugar donde se produjo y cómo haya producido podemos ejercitar nuestros derechos de una manera u otra. Ilustremos esto que digo con algún ejemplo concreto.

Pongamos por ejemplo que soy una alumna de segundo de secundaria en una escuela pública catalana, que comienzo a sufrir episodios de comentarios racistas en la clase de música por parte de un / a compañero / a de clase, y los días y semanas siguientes sigue con estos comentarios (y no sólo en clase o en el patio, sino también en el móvil y redes sociales), e incluso, llega a agresiones verbales más graves y también agresiones físicas.

Lo primero que debería hacer es poner en conocimiento del profesor o de la profesora encargada de las clases donde suceden estas situaciones y que se tomen medidas (educativas y disciplinarias) sobre esto. Si resulta que el profesor o la profesora no hace nada al respecto, lo siguiente que tendríamos que hacer es ponerlo en conocimiento de la dirección del centro. Si aún así tampoco se toman medidas desde el centro, podríamos denunciarlo en instancias educativas superiores (por ejemplo, el Consorcio de educación o la Consejería de educación). Lo anterior sería una de las vías que tenemos para velar nuestros derechos, ya que un centro educativo no sólo tiene la obligación de ofrecer enseñanza académica, sino también de velar por nuestra integridad física y psicológica mientras estamos en los centros.

Pero no es la única vía, además, también dependiendo de la edad de las personas que ha cometido estos actos, podemos valorar la posibilidad de reclamar directamente contra los progenitores o tutores legales, o contra el centro educativo por vías judiciales para pedir posibles indemnizaciones por daños y perjuicios por responsabilidades extracontractuales, o por mal funcionamiento de la Administración, o incluso ir a la Fiscalía de Menores para denunciar estos hechos, porque según las circunstancias de los hechos podrían incluso calificarse de acoso escolar, con las consecuencias legales que lo conlleva.

Sin embargo, pienso que más allá de soluciones legales puntuales que en la realidad sólo aportan una parte de las soluciones a esta problemática, lo más importante de todo es reconocer que tenemos este problema. Se suele decir que si no sabemos quiénes somos, no sabemos hacia dónde ir. Si no somos conscientes de que tenemos un determinado problema, no seremos nunca capaces de debatir sobre la cuestión, ni tampoco de proponer soluciones para que esto cambie. Tenemos mucho que mejorar como personas y como sociedad, y tenemos todos parte de la responsabilidad para empezar a reconstruir nuevas narrativas y nuevos discursos para que la sociedad sea realmente inclusiva con toda esta diversidad étnica y cultural, y entre todos los que compartimos este mismo espacio de este país en el que contribuimos todas y todos.

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