En mi pueblo hasta hace cosa de veinte años los niños jugaban en la calle. Se veían pequeños grupos en las tardes por varios espacios. Jugaban a pelota, saltar cuerda, a conillons, en las cuatro esquinas, a plantados…

En invierno, los niños no tenían frío, ya que los movimientos frecuentados se lo impedían. En verano, estaban sentados al aire libre en las escaleras, los bancos de piedra o en frente de las casas y jugaban a juegos más tranquilos como los disparates, el teléfono, o piedra, tijera, papel. Según el momento del año se veían aparecer las peonzas, los elásticos, las bolas o las figuritas. Hubo también unos años de ir sobre ruedas: patines, patinetes y bicicletas permitían ensayar la velocidad y el equilibrio. Durante la tarde y también los días festivos se oían las voces de los niños mezcladas con el canto de los pájaros. Cuando las campanas de la iglesia tocaban la hora de ir a cenar había correderas para llegar cada uno a su casa.

Si entonces yo salía a pasear o miraba la calle desde mi balcón, solía ver rastros de los juegos infantiles, por ejemplo una pequeña montaña de hojas secas, unas piedrecitas en hilera, una rayuela pintada con tiza en el suelo… Yo sonreía y pensaba: aquí ha jugado un niño.

Ahora los pájaros todavía pían, las campanas ya no se mueven pero marca las horas el reloj sonoro de la iglesia, y en cambio no se oyen las voces de los niños que juegan porque ya no juegan en la calle. De vez en cuando oigo voces de niños que pasan acompañados y supervisados ​​por adultos e incluso las bicicletas pequeñas tienen un mango largo para que el acompañante pueda controlar el vehículo. La seguridad que da tranquilidad al adulto limita la autonomía del niño. Ya no se pueden ver rastros en la calle de los juegos infantiles.

¿Por qué los niños no juegan en la calle? Los coches y motos que circulan en mucha más cantidad que hace unos años son parte de la explicación. La suciedad es otra parte. Antes cada uno barría la parte de la calle correspondiente a su casa y ahora lo hace muy poca gente. Se acumulan bolsas de basura allí en donde un tiempo atràs se sentaban los niños y también podemos ver excrementos de perros que muchos de sus propietarios no recogen.

Además están los cambios en los juegos y en los juguetes que ahora son más sofisticados, más tecnológicos, y favorecen el individualismo y la falta de movimiento.

También está el miedo de los adultos a que los niños se hagan daño en la calle, como si no se pudieran hacer daño en una casa. El miedo se transmite y creo que ha aumentado al mismo tiempo que ha ido disminuyendo la autonomía de los niños en el juego. Sobre esto ha hablado mucho el pedagogo italiano Francesco Tonucci.

Añoroel piar de los niños en la calle. Los pájaros aún están y se hacen notar y yo les doy comida, sobre todo en invierno, para que continúen viniendo y me hagan sentir que mi entorno no se ha transformado en un decorado de cartón piedra sin vida.

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