En las empinadas calles de Vallvidrera, el barrio de Barcelona subido a la sierra de Collserola, hay un imponente edificio modernista que se caracteriza por sus grandes ventanales, el suelo coloreado de baldosa hidráulica y las lámparas de hierro forjado. Abrió sus puertas en 1886 con el nombre de Hotel Buenos Aires, en la calle del Mont Orsà número 31, y desde los años sesenta es propiedad de los Padres Paúles.

Esta congregación religiosa, sin embargo, firmó el año pasado un acuerdo de compraventa con la sociedad London Private Company, dedicada a la inversión inmobiliaria. Esta entidad pidió dos licencias paralelas: una para derribar el inmueble y el otro para construir un hotel de lujo con 150 plazas. Ante esta situación, hace un año un grupo de una veintena de jóvenes, apoyados por el vecindario del barrio, decidieron ocupar el edificio para evitar, señalan, que se haga de Vallvidrera un “escaparate turístico más de Barcelona”. Desde entonces, los jóvenes han dinamizado multitud de actividades en un espacio que han rebautizó como Casa Buenos Aires.

Para hacer frente a la ocupación del inmueble, los Padres Paúles interpusieron una denuncia judicial. La resolución de la juez ordenaba el desalojo y multaba a las personas impulsoras del grupo de defensa de la Casa Buenos Aires. Las personas encausadas respondieron con un recurso a la Audiencia Provincial, el cual fue desestimado la semana pasada. De este modo, la juez de instrucción número 8 podría hacer firme la sentencia y ejecutar el desalojo en cualquier momento.

Para reivindicar que no se produzca el derribo de la Casa Buenos Aires para construir un hotel de lujo, sus defensoras convocaron una manifestación el pasado viernes 28 de febrero, a la que reunieron un centenar de personas. “¡La Buenos Aires se queda en Vallvidrera!”, entonaban al unísono los vecinos del barrio del distrito de Sarrià-Sant Gervasi. “¡Vallvi no está en venta, Vallvi se defiende!”, gritaban recorriendo las calles del barrio.

Desde el movimiento asociativo del barrio se exige la catalogación del edificio modernista como patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad, lo que impediría su demolición. Las reuniones con el Ayuntamiento para que se produzca esta catalogación, pero, de momento, no han dado su fruto. “Hemos intentado recorrer todos los caminos institucionales para hacernos oír, pero no ha habido respuesta, el edificio está en peligro y el derribo puede ser inminente”, explica Clara Raich, representante de la Asociación de Vecinos de Vallvidrera, quien culpabiliza al Ayuntamiento de no haber hecho lo suficiente para proteger la Casa Buenos Aires.

Façana de la Casa Buenos Aires. | Èlia Pons

 

Un lugar de encuentro ante la falta de espacios

Durante el año de okupación, el proyecto social impulsado por el tejido asociativo de Vallvidrera ha conseguido arraigar en el barrio. En este espacio ha nacido el Centro de Jóvenes y reúne diferentes entidades y colectivos, como la coral de Vallvidrera y la cooperativa de consumo Can Pujades. A lo largo de este año se han organizado numerosas actividades culturales, como jornadas de poesía, presentaciones de libros o conciertos, entre otros.

“Defiendo la casa Buenos Aires porque soy del barrio y porque quien la está ocupando son nuestros hijos”, destaca Jordi Agustí. Forma parte del Grupo Montañero de Collserola, que se reúne en la Casa Buenos Aires para preparar las excursiones y actividades que organizan a la asociación. “La Buenos Aires nos proporciona un espacio que de otra manera no tendríamos”, señala, y reivindica que faltan más espacios autogestionados como este en Vallvidrera que, según dice, “crean barrio y comunidad”.

La Casa Buenos Aires, pues, ha sido epicentro de las necesidades asociativas de un barrio donde faltan de espacios de encuentro y de socialización. Sara, una joven que siempre ha vivido en Vallvidrera, explica que antes de que la Casa Buenos Aires se convirtiera en un punto de encuentro de los vecinos, con sus amigos siempre debían reunirse en casa de alguien o en algún bar , cuya oferta es muy limitada. “La Buenos Aires ha supuesto un punto de inflexión muy grande, porque nos ha permitido tener un espacio donde todo el tejido asociativo del barrio se pueda reunir”, dice.

La Casa Buenos Aires s’ha convertit en un punt de trobada dels veïns de Vallvidrera. | Casa Buenos Aires

 

Contra “la etilitzación” del barrio

El terreno de la Casa Buenos Aires entra dentro de las zonas donde se permite el crecimiento turístico, que fueron establecidas con la aprobación por parte del Ayuntamiento de Barcelona del Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT) en enero del 2017. De este modo, el derribo del inmueble y su transformación en un hotel de lujo se podría producir. El vecindario de Vallvidrera, sin embargo, se niega a que esto ocurra. “Para nosotros es terrorífico que la Casa Buenos Aires se convierta en un hotel de lujo”, señala Anna Domínguez, vecina del barrio. “Ya aguantamos cada fin de semana toda la invasión de ciclistas y turistas, sólo nos faltaría un lugar que hiciera aumentar aún más el turismo”, argumenta.

Según Eulàlia Castelló, portavoz de Defendemos Buenos Aires, que el edificio modernista se convirtiera en un hotel contribuiría al “etilitzación del barrio y en la expulsión de sus vecinos”. Y por eso, defensa, hay que “derribar el poder inmobiliario”. De hecho, según datos del Instituto Catalán del Suelo, el distrito de Sarrià-Sant Gervasi es el más caro de la ciudad, con un precio medio de los alquileres de 1.335 euros. “Aquí no hay vivienda para los jóvenes. Nuestros hijos tienen que irse fuera, y lo que quieren es vivir en el lugar donde se han criado”, afirma Domínguez.

Los jóvenes de Vallvidrera reivindican que la Casa Buenos Aires siga siendo un espacio abierto que responda a las necesidades de los vecinos. “Queremos que se haga un uso social de la Casa Buenos Aires, que sea para la gente del barrio”, afirma Guillem, un joven residente en Vallvidrera. “Un hotel de lujo no nos beneficiaría de ninguna manera”, añade. Mariona, otra joven vecina del barrio, defiende el valor histórico del edificio. “Es una casa patrimonial que hace muchos años que está en el barrio y que, de alguna manera, ha marcado la gente que vive aquí”, explica.

Las diferentes vidas de la Casa Buenos Aires

Desde 1886 hasta la actualidad, el edificio ha tenido usos muy diversos. Se inauguró como Hotel Buenos Aires y se convirtió en un destino montañoso de la burguesía barcelonesa que se quería alejar de la humareda de las fábricas del centro de Barcelona. En los años veinte, el hotel cerró sus puertas y, más adelante, se convirtió en el Colegio Mayor Alfonso XIII, una residencia universitaria que cerró poco antes de la proclamación de la Segunda República.

Estallada la Guerra Civil Española, el espacio fue ocupado por los revolucionarios, que lo convirtieron en un centro de acogida de refugiados y enfermos. Durante la dictadura franquista se transformó en el Hogar de Matrimonios Ancianos, y no fue hasta 1960 que los Padres Paúl pasaron a tener la propiedad. En 1976 lo convirtieron en el Hogar Betania, una residencia para personas de la tercera edad que se mantendría con las puertas abiertas hasta el 2012, cuando quedó en desuso.

Interior de l’edifici modernista. | Casa Buenos Aires

 

Ante el abandono del edificio, hace tres años un grupo de vecinos de Vallvidrera, con el apoyo de la cooperativa de vivienda Sostre Cívic, presentó un proyecto de cohabitatge sénior los Padres Paúles, que rechazaron la oferta de compra del inmueble por un importe de más de 2 millones de euros. Fue entonces cuando los vecinos de Vallvidrera descubrieron que el edificio sería adquirido por un fondo inmobiliario que el quería convertir en un hotel de lujo y se decidió okupar el inmueble.

Ahora, después de un año de okupación, el desalojo se podría llevar a cabo en cualquier momento. “Iremos con todas las fuerzas para poder detenerlo”, afirma la portavoz del grupo de apoyo de la Casa Buenos Aires, Eulàlia Castelló. “No desistimos”, prosigue, destacando la unión vecinal: “Queremos que se vea que los que defendemos la Buenos Aires somos muchos más que la gente que vive”, señala.

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