Disforia de género. Este es el término con el que, históricamente, se ha patologizado a las personas transexuales. Términos como este, o travestismo de doble identidad, son los que todavía se usan en los centros de salud de algunas comunidades autónomas que no tienen leyes trans específicas que velen por los derechos sociales, sanitarios y jurídicos del colectivo. Ahora, con la nueva ‘Ley Trans’ que Unidas Podemos ha presentado, estos términos podrían desaparecer pronto de los trámites oficiales.

Ahora bien, aunque la ley establezca políticas basadas en la no discriminación de las personas trans y asiente una concepción no binaria de las personas residentes en España, la identidad de género sigue siendo una discusión que, como el debate sobre la prostitución, divide a los feminismos.

La Federación Plataforma Trans es la responsable de redactar una proposición de protección jurídica centrada más específicamente en este colectivo que la ley de Igualdad LGTBI (presentada en el Congreso en 2018), que fue recogida por UP. En ella se alertaba de la “discriminación estructural del colectivo trans”. Así, la nueva ley supondrá, entre otros, protección en el ámbito del trabajo y jurídico. También se eliminarán las diferencias entre las comunidades autónomas que tienen leyes trans y las que no, y se reconocerá el derecho de los más jóvenes a elegir su identidad de género, sea femenina, masculina o no binaria.

Y es esta puerta abierta al no-binarismo una de las más importantes, ya que, como explica Judith Juanhuix, presidenta de la asociación trans Generem, “transitar no significa pasar de una acera a la otra”. En esta línea, Juanhuix considera que esta nueva ley pone las bases para un cambio del código civil, ya que “para muchas leyes, es importante pertenecer a un género u otro”. Por ejemplo, una persona sólo puede acogerse a la ley de violencia de género si se identifica con el género femenino.

Y es precisamente esta concepción de las identidades de género la que ha sembrado la polémica, personificada en este caso por el Partido Feminista de España (PFE), que fue expulsado de Izquierda Unida por mostrar un rechazo frontal contra una ley que consideran “inadmisible “. Según la formación liderada por la abogada Lidia Falcón, diluir el género supondría “hacer desaparecer a las mujeres”. Según el partido, las defensoras de esta ley, “se ponen a las órdenes del patriarcado”.

Feminismos (trans) excluyentes

“Si no prestamos atención a las mujeres precarias, a las trans, negras, gitanas, con diversidad funcional, y nos centramos en la feminidad abstracta, sólo pensaremos los derechos de las mujeres blancas, ricas y cis”, expone Juanhuix, quien califica de “barbaridad” las declaraciones del PFE y les acusa de “victimización del privilegio”. Expone que las feministas ‘oficiales’, en referencia a iconos clásicos del feminismo español como Lidia Falcón, son “siempre cisgénero. Nos acusan de lobby y no tienen en cuenta el 80% de paro y la exclusión del colectivo trans de todos los ámbitos, incluido el sentimental”.

Eliminar las barreras de las concepciones de género y de los conceptos hombre-mujer, según Juanhuix, no supone “eliminar a las mujeres” ni quitarles los derechos. “Cuando una ley habla de hombres o mujeres, no está hablando de individuos per se sino que habla, por ejemplo, de la capacidad de gestar”, y considera que son las leyes las que deben adaptarse a las personas y no al revés. En esta línea, apunta que establecer una concepción no-binaria en la legislación, de hecho, revaloriza a las mujeres “por lo que son y no por su capacidad de parir: proponemos un lenguaje más inclusivo que concibe la mujer más allá de un útero reproductor “.

“El género debería ser libertad”, asegura la presidenta de Generem. Y esta libertad, con la nueva ley Trans, será transmitida también a los jóvenes, que podrán operarse, transitar y registrarse oficialmente según su elección de género. Para la organización de Falcón, esto es lo “más grave de todo”, ya que considera que derivará en la administración de hormonas que harán que “el niño no crezca”.

Ante estas afirmaciones, Lina Mulero, representante de Trans*forma la Salud, apunta a que un niño puede manifestar (“que no es lo mismo que decidir”) su identidad a partir de los dos años. “Pero hasta que no se empiecen a ver los cambios físicos asociados a la pubertad no se debe administrar ningún tipo de hormona”, asegura. Hasta esa edad, pues, no se deben tomar acciones médicas, sólo “ayudar a desarrollar la identidad sentida y a socializar, que es básico”, dice Mulero. Así, sobre las declaraciones del PFE, Mulero apunta a “diferencias insalvables con este feminismo que tiene una forma de pensar igual de misógina que el patriarcado que dicen querer abolir”.

La atención sanitaria, el gran bache

“El género es una construcción social y los genitales no definen la identidad. Una persona debe tener identidad los 365 días del año”, sentencia Mulero. Y esta reivindicación de la libertad de identidad, pasa, necesariamente, por un buen sistema de atención a la salud. Y, hoy, a falta de una norma estatal, la situación cambia según la comunidad autónoma. Madrid, Navarra, Aragón, Valencia, Baleares y Andalucía cuentan con leyes LGTBI y de transexualidad. Catalunya, Murcia, Extremadura y Galicia, sólo hay ley LGTBI y el País Vasco sólo ley trans. La Rioja, Asturias, Cantabria y Castilla La Mancha y Castilla y León no tienen legislación.

Esta diversidad de modelos de atención sanitaria, gestionados todos por un mismo patrón del Ministerio de Sanidad o, incluso, de la OMS, provoca muchos casos de discriminación. “Cuando derivas a una persona trans y tienes que poner un código diagnóstico, pones lo que te sistema te permite, como ‘travestismo de doble identidad”, asegura Mulero. Así, tanto Mulero como Juanhuix opinan que este tipo de discriminaciones, a menudo, se dan por falta de formación del profesional sanitario. “Nosotros podemos ser expertas en cuestiones médicas, pero sólo la persona es experta en su identidad”, añade Mulero.

En Catalunya, sin embargo, el modelo es el necesario y el adecuado, según las dos activistas. Trànsit, que es la atención sanitaria que CatSalut presenta en 2016, ha cambiado el modelo de atención biomédico, por uno psicosocial, en el que no existen diagnosis psiquiátricas. Mulero, que trabaja en Trànsit, asegura que “acompañamos para alcanzar la identidad que se quiera de la forma que se quiera, respetando los miles de formas de transitar”.

Trànsit ha atendido hasta 2019 a 3,000 personas, y el pasado año 800 fueron primeras visitas, estableciéndose como una puerta de entrada para las personas que empiezan el proceso; “Sobre todo las personas no binarias, que han quedado completamente excluidas del sistema sanitario”. Mulero también destaca que son muchas las personas de otras comunidades autónomas que llaman a Trànsit para pedir asesoramiento o una buena atención, que en sus ciudades no consiguen.

8M: el día de la mujer (¿cis?)

A raíz, pues, de la polémica expulsión del PFE, y la irrupción de las teorías feministas radicales (TERF) que no conciben a las mujeres trans como mujeres y se oponen a la ley trans, el debate ha llegado a las puertas del 8M. Las grandes marchas unitarias que han teñido de violeta las ciudades durante los últimos tres años se han nutrido no sólo de mujeres cisgénero y heterosexuales, sino que también han marchado colectivos homosexuales y no-binarios. Pero ciertas ramas del feminismo han apuntado a que el 8M es “el día de la mujer” y que todos estos otros colectivos que reivindican sus luchas “ya tienen días propios” y que “no se debe tergiversar el mensaje del 8M”.

Este feminismo transexcluyente es, según Judith Juanhuix, similar a la exclusión que sufrieron las mujeres lesbianas en los años 70. “Decían que no entendían el patriarcado igual que las mujeres heterosexuales, ya que no se iban a la cama con los hombres ni sufrían la inseguridad de los espacios. Ahora, aplican el mismo argumento poco sólido contra las personas trans”. Lina Mulero asegura que le gustaría “acercar posturas”, ya que esto significaría el fin de la exclusión.

Pero Juanhuix carga “contra las miradas que nos intentan reconciliar: es poner las dos posturas a la misma altura”, dice. “Somos un sujeto político: todo el mundo tiene una opinión sobre nosotros, pero sin nosotros”. El respeto a las identidades de género y su inclusión dentro de las luchas feministas, pues, según los colectivos trans, la única manera de alcanzar la igualdad efectiva. Al igual que con las luchas de las mujeres migradas o con diversidad funcional. “Sufrimos el patriarcado igual que las cis-hetero e incluso más”, asegura Juanhuix. “Si las mujeres trans conseguimos ser libres, querrá decir que vivimos en una sociedad con tanta libertad, que todo el mundo podrá sentirse seguro”, sentencia.

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