La publicación de algunos informes resaltan el aumento de las mujeres emprendedoras y presentan una comparativa de cómo, en los últimos siete años, el porcentaje de mujeres que inician el camino para tener su propia empresa casi se ha duplicado, disminuyendo así la diferencia emprendedora entre hombres y mujeres en Catalunya.

Estos datos están recogidos del informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) y se presentaron en el mes de junio de 2019. Este informe situaba el índice de hombres emprendedores en un 8,6% y el de mujeres en un 7,7 % (en 2013 la proporción era de 8,3% hombres y 4,8% mujeres). Se subraya que la tasa de mujeres emprendedoras en Catalunya es también superior a la del resto del Estado, en una proporción del 7,9% en relación al 6% en España.

Podemos decir, por tanto, que estamos ante un escenario favorable, con una tendencia en aumento de la emprendeduría de mujeres y dentro de un contexto territorial que también facilita este incremento.

Ahora, hay que analizar cómo se están incorporando las mujeres a la Economía Social. Según un informe de la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), el porcentaje de mujeres que trabaja en la Economía social es del 63,05%, un porcentaje muy importante y muy superior al de las mujeres que se incorporan a la economía tradicional, que se sitúa en el 46,20%.

Estos datos están recogidos en la auditoría del Balance Social de REAS, que se presentó hace unos meses. En cuanto a la representación de las mujeres dentro de las estructuras, destaca el hecho de que un 60% tienen cargos de responsabilidad y que un 74,72% de las entidades encuestadas que participaron en este informe decían que aplicaban medidas de conciliación, lo que facilita la incorporación de las mujeres en las estructuras directivas.

Otro aspecto importante es la contratación a tiempo completo de las mujeres, que se sitúa en el 63% de mujeres contratadas. Sobre la distribución entre los diferentes sectores de producción no hay suficientes datos, pero hay que destacar que muchas cooperativas y entidades sociales están generando un fuerte crecimiento en los siguientes sectores: servicios, atención a las personas, cuidados y vivienda. Y las mujeres también son mayoritarias en estos sectores.

Si volvemos a la economía tradicional y a la mirada por sectores productivos, los datos existentes son bastante decepcionantes, ya que podemos ver muy claramente cómo la segregación horizontal sigue siendo una clara amenaza para que haya una representación importante de mujeres. En sectores como contabilidad, administración, secretariado u oficinas, el porcentaje de mujeres está en el 70% y son empleos que se están sustituyendo progresivamente por máquinas y dispositivos (cajeros automáticos, asistentes virtuales, reconocimientos faciales…) según el Fondo Monetario Internacional, en el ámbito laboral hay cerca de 180 millones de mujeres que están en riesgo de ser desplazadas por máquinas. Muchas de estas mujeres no están en cargos de responsabilidad y, por tanto, su permanencia en el mercado de trabajo es mucho más inestable.

En ámbitos como el mercado tecnológico, un sector en crecimiento (que, según los analistas, en los próximos cinco años debería ver de crecer en un 20% los puestos de trabajo existentes) la realidad de las mujeres es muy pequeña y en el futuro se prevé que siga así, ya que en las universidades las estudiantes en carreras tecnológicas siguen bajando y ahora son sólo un 3%.

Todos estos datos nos obligan a hacer una reflexión con más profundidad sobre la realidad de las mujeres en los sectores productivos y, especialmente, dentro de la Economía Social, un sector en crecimiento, que se desarrollará todavía mucho más en los próximos años en todo Europa, y también en Catalunya, y que tiene como ideario poner a la persona en el centro. En este sentido, las mujeres tenemos un papel muy importante en este crecimiento.

Poner a las personas en el centro significa que se buscan mecanismos para incorporar todas las realidades, todas las diversidades y, por supuesto, significa también incorporar la perspectiva de género. No nos podemos permitir el lujo de construir sólo con la mitad de la población. Para conseguir este objetivo, hay que cortar de raíz las discriminaciones existentes y abordar las desigualdades verticales y horizontales que aún son una realidad en nuestro sector.

Desde Fundació SURT estamos trabajando para favorecer la incorporación de la perspectiva de género en las entidades del entorno de la Economía Social y Solidaria (ESS). Y, aunque hay muchos ámbitos para trabajar, hemos iniciado la tarea abordando estos cinco puntos clave:

Uso de lenguaje no sexista. Favoreciendo un lenguaje inclusivo, tanto en la comunicación externa como en la comunicación interna, porque es importante que todas las personas se sientan parte activa y visibilizada. Es muy necesario generar nuevos modelos de referencia, por ejemplo en los materiales audiovisuales y de difusión. Difícilmente invertiremos la tendencia si continuamos ofreciendo la imagen de que en el sector de los cuidados y la atención sólo trabajan mujeres de una edad determinada y que los sectores tecnológicos se dirigen sólo a hombres jóvenes.

Usos del tiempo. Hay que seguir avanzando con la organización de las tareas reproductivas tanto dentro de las organizaciones como en lo relativo a los derechos de los trabajadores. Las medidas de conciliación facilitan que las mujeres puedan participar más y asumir más responsabilidades, pero hay que entrar en por qué mayoritariamente son las mujeres las que concilian de forma casi exclusiva.

Gobernanza y estructura organizativa . Hay que revisar las relaciones de poder dentro de las organizaciones y la relación en el sistema sexo-género. Identificar los espacios de toma de decisiones formales e informales y en quién y cómo participa (quién habla, quién opina, quién decide). Habría que ver cómo se construyen estos espacios, información, comunicación, horarios …

Políticas de igualdad. Muchas entidades o cooperativas son pequeñas y no están obligadas por ley a elaborar planes de igualdad, pero eso no quiere decir que no lo puedan hacer. Hay que mirar hacia dentro y ver la realidad existente, es necesario elaborar indicadores que permitan ofrecer datos sobre la brecha salarial, la desigualdad vertical y horizontal, la brecha digital, etc.

Políticas de sostenibilidad ambiental. La relación de las mujeres con el medio ambiente y con el cuidado del entorno que nos rodea está muy trabajado desde el ecofeminismo. Para el sector de la ESS, es un elemento capital también desde el momento en que hemos puesto a las personas en el centro y que, por tanto, tenemos que garantizar su calidad de vida. Actuaciones como talleres de sensibilización, programas de ahorro y eficiencia energética o políticas de proximidad también son herramientas que van por este camino.

Vamos dando pasos y construyendo una realidad más inclusiva, en la que las mujeres tengamos un papel muy importante a la ESS tan importante como nos corresponde.

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