En plena crisis por el coronavirus, aun hay trabajadores que tienen que desplazarse al trabajo, sobre todo para desarrollar servicios esenciales. En los sectores sanitario, del transporte y la mensajería, del comercio de alimentación y de los cuidados, la mayoría de los trabajadores están en contacto con otras personas durante su jornada laboral y eso hace que estén más expuestos al Covid-19.
Los guantes, las mascarillas o las batas les servirían para protegerse mientras trabajan, pero diferentes trabajadores consultados por este medio se quejan de que no disponen de medidas de protección suficientes para no contagiarse con el coronavirus. Por esta carencia, también se muestran preocupados por si pueden estar transmitiendo el virus al resto de la población.
Cajeras: estrés y separación mínima en los supermercados
Son días de mucha agitación en los supermercados de todo el territorio. Los primeros días del anuncio del confinamiento y el estado de alarma, se repetían las mismas imágenes a gran parte de los establecimientos: estanterías vacías, largas colas y carros repletos de todo tipo de productos, a pesar de que el abastecimiento está garantizado. Ante las aglomeraciones que se forman para comprar comida, los cajeros y reponedores se encuentran más expuestos al contagio.
Los trabajadores de algunos establecimientos han recibido instrucciones de sus superiores de no hablar con los medios. Según explica María (nombre ficticio), cajera de un supermercado Alcampo, la semana pasada las condiciones de seguridad eran muy mínimas, sólo contaban con gel antiséptico para lavarse las manos. A partir del lunes pasado, la empresa ya proveyó a los trabajadores de guantes y mascarillas para protegerse. “Ya hacía tiempo que estábamos en alerta de lo que nos podía venir encima. Las medidas llegaron muy tarde “, se queja María.
A pesar de que se han tomado estas medidas de protección, el supermercado no tiene un límite de aforo y, por tanto, se hace imposible mantener la separación entre personas recomendada. “Por mucho que llevemos guantes y mascarilla, la probabilidad de contagiarnos es muy elevada”, explica María. Ante esto, cree que lo que debería hacer es controlar cuánta gente hay dentro del supermercado.
A algunos establecimientos esto ya se está haciendo. Joaquin, vigilante de seguridad de un supermercado Mercadona, explica estipulado un máximo de aforo de 100 personas. Sin embargo, asegura que es difícil de controlar exactamente el número de clientes que hay en cada momento dentro del supermercado.

Cuidadoras: proteger a las personas vulnerables a pesar de la precariedad
Teresa es una de esas mujeres que hacen un trabajo invisible pero indispensable. Cuida a una pareja mayor -92 y 94 años- en el barrio de Sants de Barcelona. “Voy hasta el domicilio con precaución, pero no puedo dejar de cuidarlos”, dice. Ahora se desplaza en patinete, pero el lunes la policía la paró para saber el motivo por el cual estaba en la calle.
El problema es que Teresa trabaja en negro, como tantas otras cuidadoras. “En realidad trabajo a través de una empresa, pero no tengo contrato”, se lamenta esta mujer de 38 años, que forma parte del colectivo Mujeres Migrantes Diversas. Así que, cuando la policía le pidió la autorización de la empresa, no pudo darla. Tampoco pudo dar el teléfono de su jefe para corroborarlo. “Si lo daba me podía meter en problemas”. Por suerte, la policía la creyó y no fue multada, aunque la avisaron de que “la vigilarían”. Pero otras no tienen esta suerte.
Pudo llegar a la casa en la que trabaja, donde trata con toda la distancia que puede con los ancianos a los que cuida. “A veces tengo que ayudar a la señora a levantarse o a lavarse, por lo que no tengo más remedio que tocarla”. Intenta protegerse (y protegerlos) todo lo posible, pero es incapaz de encontrar mascarillas por ningún lado. “Me fabriqué unas con materiales que encontré por casa”, reconoce, aunque cuando las usa, Teresa asegura que “la señora se pone muy nerviosa”. Así que ahora se tapa la mascarilla con una bufanda: “la señora piensa que tengo frío y no ve el tapabocas”.
Teresa explica que la empresa para la que trabaja en ningún momento le ha preguntado si lleva mascarillas o guantes -ya no hablar de facilitar- durante su jornada laboral, aunque ella sabe y denuncia que si algo le pasa a ella, la responsabilidad es de la empresa. “Lo único que me han dicho es que tengo que seguir yendo a trabajar”, explica. Y ella coincide: “no puedo dejar de hacer mi trabajo, esa pareja no puede quedarse sola”.
Además, Teresa no quiere perder su trabajo, porque en mayo empieza los trámites para sus papeles de residencia. Pero hoy, reconoce empezar a sentir dolor de cabeza y fiebre. “Me da miedo llamar al 061, porque siento que voy a saturar todavía más a los médicos”, dice. “Lo único que puedo hacer es encomendarme a Dios y rezar para que no tenga ese virus del que todos hablan”, responde.
Transportistas: llevar paquetes a los hospitales sin protección
Después de decretar el Estado de Alarma, muchas empresas no tenían claro si podían (o debían) abrir sus negocios. “¿Qué es un servicio esencial?”, se pregunta Meli Barreira, administradora de una pequeña empresa de mensajería en Barcelona. A priori podría parecer una pregunta con una respuesta simple: supermercados, farmacias y hospitales. Pero, ¿quién suministra los medicamentos? ¿Quién arreglará una ambulancia que deba entrar al taller? ¿Quién reparará un calefactor que se estropee?
Barreira todavía no tiene claro si su empresa presta un servicio esencial, pero después de “investigar mucho” durante el fin de semana con su marido, junto al que dirige la empresa, decidieron abrir al lunes siguiente. Normalmente prestan servicios muy diversos, pero tras el inicio de la crisis del Coronavirus, además de ver descender su facturación al 50%, sus prestaciones se focalizaron al servicio a hospitales y centros médicos.
“Llevamos material y medicamentos a hospitales, a la vez que también recogemos medicinas y las llevamos al domicilio de pacientes con enfermedades crónicas que no deben salir de casa”, explica. Todo ello lo realizan con mascarillas, guantes y desinfectante que los dos empresarios han adquirido por su cuenta; “es que entramos hasta la cocina de los hospitales”, dice, y asegura que los siete trabajadores de la empresa “tenemos miedo de contagiarnos nosotros, pero sobretodo de ser portadores del virus y, sin saberlo, contagiar a alguien en un hospital”, reconoce. Sabe que es muy probable que algunos de ellos se acaben contagiando.
“Sabemos que en los hospitales falta material, así que nuestra función ahora es ayudar en todo lo que podamos”. Pero, precisamente esta falta de material de protección de la que se queja el personal sanitario, hace que sea “psicológicamente duro” visitar a enfermos o a sanitarios. “Los primeros días todo eran anécdotas sobre cómo un médico nos recibía sin mascarilla o sobre la impresión de entregar un paquete en oncología”, dice Barreira, quien explica que el efecto de excepcionalidad se va diluyendo y ahora esto ya es “rutina”.
De momento y, a pesar de la caída en la facturación, asegura que no se plantean ningún ERTE en la empresa, pero sí elevan una queja al Gobierno central, que consideran que ha “dejado abandonados a los autónomos y pequeños empresarios” y apunta a que la “información que se está dando es pésima”. Pero, a pesar de ello, se prestan a colaborar. Asegura que ante la posibilidad de que el Estado les “expropie” algún vehículo en caso de ser necesario para uso público, “pondremos todas las facilidades. Por supuesto, pondríamos nuestros recursos en favor del bien común para que esto se arregle lo antes posible”.

Metro: se notarán afectaciones en el personal disponible
Los trabajadores de Metro de Barcelona hacen su trabajo con angustia. La compañía les ha facilitado desinfectantes para las cabinas y los radioteléfonos, pero estos productos comienzan a ser escasos. El problema más grave, según los sindicalistas de Metro, es la falta de suficiente material de seguridad: mascarillas, guantes y batas. “La empresa ha facilitado, pero pronto se acabarán, especialmente las mascarillas”, dice Mónica Benito, secretaria de la sección sindical de CCOO y miembro del comité de empresa.
Esta situación los hace trabajar sufriendo por ellos y por los pasajeros. Benito se plantea una hipótesis indeseada: “qué pasaría si un usuario se desmaya y el conductor no tiene protecciones? Habría que parar”, asegura. Según saben, la empresa ha pedido más mascarillas “pero les han respondido que la prioridad es atender a los centros sanitarios”. El trabajo que se hace en metro no sólo es la que ven los usuarios. Hay muchas tareas de mantenimiento usuales en las que los trabajadores deben llevar mascarillas y EPIs, y podrían terminarse pronto si no hay nuevas aportaciones de material.
Benito explica que ya saben que hay compañeros en aislamiento en todas las áreas de Metro de Barcelona (administración, conducción y otros servicios como mantenimiento), pero no tienen constancia sobre “si están afectados por Covid-19, porque no les han hecho las pruebas”. Esta sindicalista asegura que temen que si la situación sigue así, tendrán “problemas para hacer el servicio, y no hay que olvidar que es un servicio esencial”. Por tanto, desde el comité se ha avisado a la empresa que si no hay tests en una semana o quince días la situación puede ser extrema.
Sanitarios: los peligros de usar material de protección inadecuado
El mundo sanitario ha levantado la voz para reclamar el material necesario para desarrollar su trabajo. Desde varios sindicatos han avisado que los necesitan más y mejores equipos de protección individual, conocidos como EPIs, para poder continuar haciendo su trabajo sin poner en peligro la población ante la epidemia del Covid-19.
“Como sanitarios no le tenemos miedo a este virus, pero tenemos familias y no queremos ser transmisores del virus en la población”, dice Maribel Ramírez, de la sección sindical del Hospital de Bellvitge de CGT Catalunya. También les preocupa que el aumento de contagios “puede causar que el ratio de trabajadores sea menor y haya que doblar turno”. Esto, al cabo de los días, puede hacer que haya un momento en que los sanitarios “no lleguen” a todo, aunque intenten “dar más del 100%”.
En esta línea, desde Tècnics en Lluita se han quejado de que el personal de ambulancias está trabajando con batas que tienen las mangas más cortas de lo que marca el protocolo y con batas y sombreros que muchas veces no son impermeables, como deberían ser para proteger del contagio. Además, han denunciado que no se están haciendo pruebas de coronavirus a los trabajadores que envían a casa por precaución después de haber estado en contacto directo con positivos. “Somos trabajadores del Transporte Sanitario Urgente y No Urgente sí, pero no somos escudos humanos”, se quejan.
Desde el Gobierno catalán, la consejera de Salud, Alba Vergés, manifestaba en rueda de prensa haber pedido todo el material imprescindible y añadía que trabajan a corroborar con el estado español quien está produciendo todo este material necesario y cuáles son los stocks actuales.