Nunca nos habíamos enfrentado a una amenaza como la que representa el Covidien-19, el coronavirus. La humanidad sí, pero no las generaciones que estamos hoy en el planeta. De ahí el extraordinario impacto emocional que nos provoca, la sensación de miedo ante la incertidumbre. No sabemos hasta qué punto puede llegar la pandemia, ni la crisis económica que ya ha provocado. Pero debemos reponer, levantar la mirada, y pensar en el mundo que seguirá al coronavirus. A modo de ejemplo, propongo seis reflexiones para después de la batalla.
Toma de conciencia. El coronavirus ha puesto en evidencia nuestra fragilidad como especie. Nos llega cuando empezábamos a saber qué la emergencia climática es muy real, aunque difundida en el tiempo. Ahora la certeza de nuestra vulnerabilidad se ha hecho presente en sólo unos días. La pandemia debería representar una toma de conciencia global sobre la necesidad de cuidarnos como humanidad y cuidar el planeta, nuestro único espacio vital. Sobre la necesidad, tal vez, de levantar el pie del acelerador. De pensar en iniciativas de desaceleración.
Una causa colectiva. El coronavirus cambia la jerarquía de nuestras preocupaciones. De repente, muchos problemas se convierten en relativos frente a lo que es verdaderamente importante. En el ámbito personal siempre es así, pero ahora lo es de forma colectiva. Global. Tenemos una causa común: Derrotar el coronavirus. Esta lucha compartida debería servir para hacer hincapié en lo que nos une por encima de los viejos enfrentamientos y divisiones que hoy nos parecen fútiles. Es, también, una gran oportunidad para hacer el ejercicio de ponerse en la piel del otro. Por ejemplo, en los que han sufrido emergencias de todo tipo ante la indiferencia o la inacción del mundo desarrollado.
La escala de valores. Las crisis ponen a prueba los equilibrios entre los derechos y los deberes. Ahora, como siempre, tenemos el derecho a que el Estado y todas las administraciones nos protejan. Pero, por encima de todo, tenemos la responsabilidad personal de contribuir a la solución. Es un deber cívico que, a su vez, reafirma una escala de valores basada en la solidaridad. En la preeminencia del bien común en frente a los comportamientos egoístas. De esta crisis, a diferencia de las estrictamente económicas, o salimos todos, o no tiene solución. El recurso de fomentar la desigualdad, aquí no vale.
La importancia de la sanidad pública. La principal fortaleza a la hora de afrontar el coronavirus es tener una sanidad pública eficiente, con profesionales entregados y con recursos suficientes. Ahora lo están descubriendo incluso aquellos que, con la excusa de la crisis económica del 2008, la debilitaron para favorecer a la sanidad privada. El combate contra el coronavirus debería servir para recordar que la sanidad pública es imprescindible para garantizar la equidad, la justicia social, el derecho universal a la salud. Y también para tener posibilidades de derrotar amenazas globales que no hacen distinción de clases sociales. Después de la batalla, será el momento de recordarlo y volver a poner la sanidad pública en el lugar que nunca debió haber perdido.
Cambios de paradigmas. Las grandes crisis provocan cambios de modelos que podían parecer impensables. Y que van de la escala global a la local. El desenlace puede tener efectos geopolíticos: La batalla contra el coronavirus pone a prueba en China como gran potencia mundial, al igual que es un examen sobre la capacidad de las democracias a la hora de afrontar una pandemia. Pero también cambia paradigmas mucho más cercanos y cotidianos, como por ejemplo las posibilidades que ofrece el teletrabajo, la conciliación familiar o el cuidado entre generaciones. Lo sabíamos. Pero ahora todavía estamos más convencidos de la necesidad de cuidarnos unos a otros.
El derecho a la información. Las crisis son situaciones extremas que sacan a la luz virtudes y males que ya estaban aquí. Como la importancia de un periodismo responsable, documentado y profundo, como contrapeso de la tendencia a convertir la información en un espectáculo televisivo o radiofónico. O la falta de escrúpulos de determinada prensa a la hora de conseguir clics a cualquier precio. La información de calidad es más necesaria que nunca, como parte esencial de la responsabilidad cívica imprescindible para ganar la batalla.


