Cada noche la gente sale en los balcones de casa a aplaudir las trabajadoras de la sanidad pública. Pero también hay otras, como las de la geriatría, con comportamiento heroico en esta crisis, a quien nadie hace un reconocimiento.

El descalabro producido por el coronavirus ha agravado la dramática situación de falta de personal de las residencias geriátricas. El ensañamiento de la epidemia con los más mayores ha puesto el foco en el estado de muchas instalaciones y en las muy difíciles condiciones de trabajo que sufren los profesionales. El punto más dramático es que todo ello había sido anunciado por los trabajadores y nadie les hizo caso.

La situación que sufren quienes trabajan en las residencias geriátricas de Catalunya es muy grave. Lo dice una responsable sindical de CCOO del ramo: “faltan Equipos de Protección Individual (EPIs) y los sustituimos como podemos”. El mecanismo concreto ha sido pedir a personas conocidas que fabriquen mascarillas con doble capa de algodón y esta responsable las reparte a las residencias donde las trabajadoras y trabajadores han de reciclar la ropa y las mascarillas, lo que hace perder la eficacia.

Medidas drásticas para hacer frente a la falta de protección

“Si no hay material de protección para los hospitales, imagine que es el que llega a las residencias”, asegura. De hecho, entre las anécdotas que cuenta está el hecho de que muchos trabajadores han cedido a los abuelos los que cuidan las pocas mascarillas quirúrgicas que habían conseguido por su cuenta.

En residencias que han sufrido el azote de Covid-19, como la de la población de Àger, en la Noguera, la única solución que se ha encontrado ha sido partir las instalaciones en dos bloques, en un están los internos y cuidadores que sufren la infección en un grado u otro y al otro lado las personas que no tienen síntomas del coronavirus.

Este diario ha podido saber de casos escalofriantes como el que ha pasado a la residencia situada en la calle Mare de Déu del Coll de Barcelona, ​​donde un residente dio positivo por coronavirus y fue confinado. Como otros abuelos habían mostrado síntomas de la enfermedad, la dirección les confinó a todos a sus habitaciones. A partir de ese momento, muchos comenzaron a llorar ya pedir que si los tenían que mantener en esa situación, mejor que los dejaran morir, según han explicado fuentes de la plantilla, que también se quejan de la tensión que han de sufrir porque son muy pocas personas para atender casi 30 residentes sin medidas de protección ni apoyo.

Hacer red para conseguir material

Como los trabajadores de los geriátricos parecen ser los últimos de la fila en las políticas de protección, se han tenido que espabilar. En varios lugares, la gente se autoorganiza. En las comarcas de Ponent ha surgido una auténtica red solidaria que tiene como objetivo proporcionar mecanismos de protección caseros a los trabajadores que cuidan de los ancianos: “en el hostal Catalunya y Aragó, de Soses, como han tenido que cerrar, están cosiendo material.

ambién lo hacen grupos de mujeres de Les Borges e incluso consultas de dentistas o esteticistas están facilitando mascarillas suyas que yo, cuando voy a las residencias a dar ánimos y ayudar en lo que sea necesario, se las llevo”, dice la sindicalista.

Porque una de las cosas de las que se quejan las trabajadoras y los trabajadores de la geriatría en Catalunya es que: “Se hacen muchas cosas sólo por postureo, como cuando se ha anunciado que nos dan trajes de protección desechables y llevan sólo un par a cada residencia”.

Otra queja de los que cuidan de los ancianos era la dificultad de que los limpiaran la ropa de trabajo en la misma residencia y así evitar, si pasaba, llevarse a casa el virus. Tras varias quejas esto se está consiguiendo, indican.

Servicio público del que se hace negocio

El hecho de que en Catalunya la mayoría del servicio de geriatría funcione con concertación con la Generalitat y que desde hace años los trabajadores y las trabajadas tengan los salarios prácticamente congelados implicó que, con la tímida recuperación económica, muchos operarios cambiaran de trabajo. En unos casos hacia centros geriátricos públicos, que pagan mucho mejor, y en otros hacia dependencias de la sanidad pública.

Con las plantillas reducidas, muchos centros y residencias han visto en esta epidemia como, a veces, un 50% de los trabajadores debían confinarse por haber estado en contacto con personas con el coronavirus y el resto tenían que doblar turnos para cubrir la emergencia. Por ello, no es de extrañar que se haya flexibilizado el requisito para acceder a la geriatría. Si antes hacía falta una formación especializada, ahora ya no habrá esta titulación.

Los problemas económicos de la geriatría conviven con un hecho indiscutible: la gran demanda de plazas hace que empresas, a veces multinacionales ya veces de otros ámbitos como la construcción, invierten en el sector, lo que hace pensar que deben ver negocio.

Contagios entre trabajadores y usuarios

Al igual que ocurre en la sanidad, las trabajadoras de las residencias geriátricas trabajan sin tener la seguridad de que no se han contagiado del Covid-19. No lo pueden saber. No los hacen los tests, porque no hay. Esto permite que personas con síntomas muy leves continúen trabajando y, tal vez, contagiando compañeros y usuarios, hasta que aparecen las molestias, entonces los envían a casa, pero sin la seguridad de que realmente tienen el coronavirus.

Según el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias hasta el 24 de marzo había 212 personas ingresadas en residencias de ancianos que tienen diagnóstico de coronavirus. En Catalunya hay 64.093 personas mayores que viven en plazas residenciales públicas y privadas. En total hay 70 residencias con personas diagnosticadas de coronavirus SARS-CoV-2. El sistema catalán está formado por 1.073 residencias de ancianos.

Contra estas informaciones las trabajadoras responden repitiendo que la falta de controles hace que pueda haber usuarios y también cuidadores encomendados pero no contabilizados porque no se han hecho los controles correspondientes.

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