Más allá de la voz de escritora, Carlota Benet, hija de Josep Maria Benet i Jornet, quiso recuperar su voz “como padre” en las memorias Papitu. El somriure sota el bigoti (Columna). En primer lugar las memorias versaban sobre el Alzheimer, pero el texto no fluía, hasta que encontró el camino y se dejó ir, en “un proceso muy bonito”, en el que pudo hacer las paces con la enfermedad. Hoy, otra enfermedad, el nuevo coronavirus, que mantiene en vilo al mundo entero, se ha llevado a Josep Maria Benet i Jornet, Papitu para los amigos y conocidos.
Nació en la Barcelona de la posguerra en 1940. El ambiente triste y de represión de la época marcó su infancia y lo persiguió durante toda su vida adulta. Le pasó, sin embargo, algo maravilloso; quiso ser escritor de teatro y, aunque pensaba que nunca vería una obra suya representada, lo consiguió. En 1963 ganó el premio Josep Maria de Sagarra con Una vella, coneguda olor y desde entonces hasta que fue diagnosticado con Alzheimer en 2014, no paró nunca de escribir.
Ha sido uno de los grandes constructores y renovadores de la cultura catalana contemporánea y, muy probablemente, uno de sus normalizadores. Continuador excelente de la gran tradición del teatro catalán de autor, sin renunciar a la ambición y la calidad de la alta creación, supo conectar con el público numeroso. Mostró un teatro realista que se caracterizaba por la reflexión sobre el individuo y la sociedad que la rodea, aunque luego fue evolucionando hacia temáticas más íntimas y existenciales. Fue autor de alrededor de cincuenta textos teatrales, casi todos estrenados, y obtuvo numerosos galardones, el último el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes en 2013.
“Si Shakespeare ha sido considerado uno de nuestros contemporáneos para que su obra literaria sigue siendo vigente hoy en día, lo mismo podemos decir de Benet i Jornet, uno de los dramaturgos más importantes de la segunda mitad del siglo veinte, que con una cincuentena de piezas dramáticas se ha convertido ya en un clásico”, dijo el historiador y crítico teatral, Enric Gallén, en la presentación de la charla celebrada en la Sala Beckett, Benet i Jornet, el nostre contemporani.
Un clásico que, como lo fue su referente catalán, Àngel Guimerà, ha mostrado en todo momento una firme ambición y voluntad de actualización global de su obra dramática, tanto desde el punto de vista formal como de contenidos. Algunos de sus títulos más conocidos son Revolta de bruixes, Desig, Fugaç, L’habitació del nen, Dos dones que ballen, La desaparició de Wendy, hasta la última, inédita, Estiu ardent. Por otra parte, aunque el amor de su vida fue el teatro en muchas ocasiones flirteó con la televisión y hoy en día aún es recordado por ser guionista de las primeras telenovelas de Televisión de Cataluña (TV3): Poblenou, Rosa, Nissaga de Poder o Laberint d’ombres.
Josep Maria Benet i Jornet dedicó su vida a la creación y su deseo más ferviente fue aportar su grano de arena al desarrollo de la literatura dramática en catalán. Como recuerda su buen amigo, el director y dramaturgo, Sergi Belbel: “El legado que nos deja es, pues, éste: la importancia o incluso la trascendencia del legado. Nosotros no somos nada sin los que nos preceden. Del mismo modo, él era bien consciente de que tampoco era nada sin las generaciones futuras. Y esta fue su gran aportación: abrirse, darse a los demás, a los que vinieron detrás de él”.


