Recortar la sanidad mata. Esta frase vista a movilizaciones y adhesivos explica a la perfección todo lo que está pasando en las últimas semanas en nuestro territorio, y desde diciembre de 2019 en otras partes del mundo. Los recortes en la sanidad pública no sólo acaban con las vidas de las personas, sino que entierran derechos adquiridos como trabajadoras y usuarias, empeoran aún más la situación de la sanidad pública y nos obligan a pagar los recortes con nuestros cuerpos.
Unos recortes que vienen de largo
Los recortes en la sanidad en los Països Catalans se iniciaron en 2007 y no se han detenido. En 2015, el gasto sanitario por habitante de los Países Catalanes estaba en la cola del resto de estado español. En 2018, un informe situaba Catalunya y el País Valencià a la cola del Estado en atención sanitaria. Estos recortes se han visto reforzadas con las reducciones en el presupuesto en sanidad por parte de los diversos gobiernos del estado es estado español: en 2012, la inversión disminuyó un 6%, el copago se implantó y el sistema sanitario comenzó a necesitar una revisión de sus principios fundamentales dada la nueva situación. Y durante los años siguientes, el presupuesto en sanidad ha continuado cayendo.
En Catalunya, el año 2010, la Generalitat destinó el 30% de los presupuestos a la sanidad, el sueldo del personal sanitario se redujo un 5%, además del gasto farmacéutico. CiU, con Artur Mas al frente, disminuyó en más de 1500 millones de euros el presupuesto sanitario, lo que provocó el cierre de quirófanos y plantas hospitalarias, el aumento de las listas de espera para una operación, la reducción de los horarios en los centros de atención primaria, la no cobertura de bajas, el aumento de las negligencias relacionadas con la falta de recursos…
En cuanto al País Valencià, el año 2012 el gobierno del PP aprobó el decreto de recortes salariales y sociales que provocó una rebaja en el sueldo del personal del sector público, una disminución del gasto destinado a la sanidad pública y una reordenación del sector, y la aplicación de 300 medidas que agudiza aún más el proceso de privatización de la sanidad. En los últimos años, el recorte corresponde a unos 1.300 millones de euros.
Y en el caso de las Islas, entre 2010 y 2012 los conciertos en la sanidad privada se incrementaron más de un 36%, en 2015 el gasto en sanidad fue del 5,3% y el año 2017 el gasto en sanidad se encontraba en la cola del estado español. Esta disminución del gasto sanitario ha perjudicado a los servicios asistenciales en todos sus ámbitos, el sueldo del personal y las inversiones en equipamientos e infraestructuras y en salud pública. Pero ha beneficiado a los conciertos para financiar una provisión privada de servicios y el aumento del gasto generado por los medicamentos hospitalarios; el año 2017 el presupuesto en conciertos representaba el 11% del gasto sanitario y los medicamentos, el 25%.
Los recortes en la sanidad por parte de los gobiernos del PP y CiU en los Països Catalans han supuesto el cierre de miles de camas en centros sanitarios y sociosanitarios públicos y el inicio de una promoción directa e indirecta de la sanidad privada. En Catalunya, un 56% de las camas disponibles corresponden a hospitales privados, en el caso de las Islas, más de un 43% y en el País Valencià, más de un 17%. La Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública cuantificó los recortes aplicados desde 2009 entre 15000 y 21000 millones de euros menos anuales. Así, desde 2007, los gobiernos autonómicos, a través de los recortes, han trabajado en la consolidación de un modelo dual de sanidad.
Y la sanidad privada, ¿qué?
Desde el 15 de marzo, a raíz del estado de alarma, la sanidad privada queda a disposición de la sanidad pública en el estado español. Pero se está llevando a la práctica? Los gobiernos expropiarán a la sanidad privada los recursos necesarios para hacer frente a la crisis, haciendo tambalear pactos e intereses económicos? Hace una semana se publicó que la aportación de la sanidad privada en el Principat era de 100 camas de un total de 3300, 84 en las Illes, de más de 1300, y en el País Valencià, 136 camas de un total de 1200 . en resumen, la sanidad privada pone a disposición sólo el 5,5% del total de sus camas. Mientras se están habilitando universidades, pabellones polideportivos y hoteles como hospitales de campaña para hacer frente a la falta de espacio. ¿Y toda esta nueva inversión para adecuar espacios nuevos de donde viene? Pues del sector público. Y llegados a este punto,
Y para redondear la guinda de la sanidad privada, siguiendo en la línea de mantener los beneficios económicos, algunas clínicas pretenden aplicar ERTE a sus trabajadoras, generando así un ahorro y una preservación de su capital. ERTE en sectores considerados esenciales para la sociedad, a pesar de ser privados.
Y las respuestas de los diversos gobiernos hacia la sanidad privada apuntan hacia una nula voluntad de acción para utilizar más recursos privados. De hecho, se limitan a felicitarles por su colaboración. Esta crisis deja en evidencia las carencias que tiene el sistema sanitario público, nos ayuda a entender cuáles son las claves estructurales del problema y nos lleva al punto de no retorno, necesitamos desgranar y dar la vuelta.
El inicio de una nueva crisis y las consecuencias para las trabajadoras
En febrero de 2020, comienzan a hacerse públicos los primeros casos de COVID-19 en nuestro territorio. ¿Qué nos ha comportado esto como usuarias y trabajadoras del sistema sanitario? Desde hace más de un mes, los centros hospitalarios y las trabajadoras nos hemos preparado para hacer frente al caos, que ha acabado llegando y todo apunta a que acabará de estallar pronto. No hay camas suficientes, incluyendo los de la UCI, y se trabaja para adecuar otras unidades hospitalarias, y no hospitalarias, para poder hacer frente a la carga asistencial. No hay material de protección suficiente para garantizar la seguridad de las trabajadoras, de hecho, debemos tener en cuenta que el estado español es quien más personal sanitario tiene infectado por COVID-19. Por desgracia, esto ya ha tenido consecuencias (en todo el Estado español ha habido 6 muertes de personal sanitario).
Nos encontramos con cambios constantes en los protocolos asistenciales, cada vez más débiles y en el que cada vez se necesita menos material de protección… ¿Casualidad? La precariedad laboral se ha establecido en forma de largas jornadas de trabajo, incluso doblando turnos, con una carga asistencial muy elevada. Y cuando llegamos a casa, agotadas física y psicológicamente, sólo podemos coger fuerzas para afrontar otro día de trabajo. La extrema situación a la que nos hemos visto abocadas las trabajadoras de la sanidad nos pone en el centro, como principal foco de infección del virus para el resto de la sociedad.
Pero el estado actual del sistema sanitario no es fruto únicamente de la COVID-19. Los recortes que ha sufrido el sistema de salud han allanado el camino para encontrarnos en la situación en que estamos, saturadas y desbordadas. Y cada día, cuando llegan las 20 horas, se nos escapa una sonrisa cuando sentimos los aplausos que nos muestran el agradecimiento de la gente, y esperamos que, una vez pasado todo, no nos invada un episodio de amnesia colectiva y recordemos que sin un cambio de paradigma, no podremos avanzar. No podemos seguir permitiendo que nos recorten los derechos, ni sanitarios, ni laborales, ni educativos, ni sexuales.
Cada vez que aplaudáis, recordad que tenemos que luchar por mantener este sistema de salud, y sus profesionales, que cada día, y hoy más que nunca, tenemos cuidado de todas las personas afectadas. No podemos permitir que las listas de espera en los Països Catalans continúen aumentando, ni las desigualdades en la esperanza de vida entre clases sociales, ni el empeoramiento de nuestra salud.
¿Por qué necesitamos un sistema sanitario público?
No necesitamos una gestión centralizada por parte del Gobierno español ni el despliegue del ejército en todo el territorio. Lo que necesitamos es un paso adelante. Es imprescindible poner la vida en el centro y dejar de lado los intereses empresariales y económicos que rodean la sanidad. Y poner la vida en el centro significa que las necesidades de las personas son prioritarias, que pasan por encima de los intereses económicos de empresas y lobbies. ¿Cuál es la cantidad de trabajadoras de todos los Països Catalans que pagan doblemente por su salud? Los recortes en el sistema sanitario no pueden recaer sobre nuestras vidas, porque no son ningún negocio.
Necesitamos un sistema sanitario de provisión, gestión y titularidad 100% pública, de mejor calidad, donde el derecho de universalidad sea fundamental, que supere las desigualdades de acceso, que sea independiente de la provisión sanitaria privada. Necesitamos un sistema de salud que apueste por la mejora del estado de salud de las clases populares, que promueva la prevención y promoción de la salud, que tenga en cuenta la complejidad de la comunidad y se base en los determinantes sociales de la salud para hacer frente a las desigualdades. Y sobre todo necesitamos que los cuidados sean cubiertos con recursos públicos y que no seamos las mujeres de clase trabajadora quien los sostengamos.
Hay que transformar la sanidad pública en clave feminista y superar el modelo heteropatriarcal. Apostamos por un modelo que no medique a las mujeres, que trabaje en la investigación sobre la salud integrando la perspectiva de género y sobre los problemas de salud que afectan exclusivamente a las mujeres, que haga una apuesta real para la detección y prevención de la violencia machista. Necesitamos un modelo de garantía para la mejora de la salud afectiva, sexual y reproductiva.
Hay que acabar con la acumulación del capital y el drenaje público hacia la sanidad privada. La salud no es un juego donde se gana dinero, hay que poner a disposición de la sanidad pública todos los recursos que se encuentran en manos de la sanidad privada. Necesitamos soberanía. Soberanía sanitaria para poder hacer frente a los problemas de salud y mejorar la calidad de nuestro sistema sanitario. La centralización que está haciendo estado español nos lleva a una agudización aún mayor de esta crisis sanitaria.
Y el precio que Europa nos hará pagar será alto, muy alto. Esta crisis sanitaria irá acompañada de una crisis económica que afectará, aún más, nuestros derechos. Será entonces cuando tendremos que seguir aplaudiendo las luchas de las trabajadoras, sanitarias o de cualquier otro sector. Tendremos que continuar construyendo redes de apoyo en los barrios. Tendremos que confiar más que nunca en nuestras vecinas. Tenemos la oportunidad de hacer que nuestras vidas estén en el centro. Y ahora sí, con un fuerte aplauso.
- Análisi escrita por dos enfermeras y militantes de Endavant OSAN y de COS Sanitat
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