El índice reproductivo básico del nuevo coronavirus se reduce. El número de altas sube de forma lenta pero sostenida, al tiempo que, poco a poco, el número de nuevos contagios y de muertes por la Covid-19 se reduce en Catalunya y en el resto del estado. El confinamiento ha dado su resultado y la pandemia comienza a perder fuerza. Con la primera ola del coronavirus en retroceso, es hora de ampliar la mirada y examinar los próximos retos sociales y sanitarios. La infografía del doctor estadounidense Víctor Tseng alerta de las siguientes olas que generará la actual pandemia del coronavirus: una huella sobre los pacientes urgentes, sobre los crónicos y también un desgaste psicológico y económico.

Mirando de reojo la posibilidad de nuevos brotes pronto y con la duda de cuándo podrá empezar a distensionarse el sistema sanitario, el gráfico de la huella sanitaria de la pandemia dibuja tres nuevos picos que tienen diferentes alturas, duraciones y se encadenan entre ellos. Todo ello a la vez que se asume que la situación previa a la emergencia sanitaria no se alcanzará hasta que no se disponga de una vacuna contra la Covid-19.

La cola de la ola del coronavirus

Una vez se llega al pico de la Covid-19, que representa una gran mortalidad y morbilidad (personas que se infectan en un determinado territorio), Catalunya y el resto de España se encuentran en la fase de bajada. Esta es lenta, progresiva y su cola o fase final tiene lugar cuando que ya han arrancado el resto de olas.

En esta fase algunas de las personas infectadas de coronavirus aún ocupan muchas camas de UCI. De hecho, hasta el 15 de abril, la ocupación de plazas de cuidados intensivos en Catalunya fue superior al 80%. Mientras dura la cola de esta ola también las camas de plantas de hospitales están más sobrecargadas que de costumbre.

Todo ello sucede en un contexto de alto estrés del sistema sanitario. En un debate abierto sobre si éste ha llegado a colapsar o no, hay que recordar que, durante la crecida de la primera ola, el número de camas de UCI se tuvo que ampliar haciendo adaptaciones de los centros sanitarios y en algunos casos preparando hospitales de campaña. Es por ello que en esta fase es muy importante evitar nuevos brotes locales: si pasara, la cola de la primera ola crecería y se convertiría en una segunda oleada del mismo coronavirus.

Segunda ola: impacto sobre pacientes urgentes sin Covid-19

Este será el siguiente pico, si no hay ningún rebrote destacable del coronavirus, al que se enfrentará el sistema sanitario catalán. Es el segundo en el tiempo y el tercero en importancia sobre la salud de la población e incluye a todas las personas con enfermedades urgentes que, fruto de las restricciones por la pandemia, no han podido acudir a sus citas y pruebas programadas en los hospitales y centros sanitarios.

De la gestión que se haga de la reprogramación dependerá la altura del pico y, sobre todo, la salud de los pacientes urgentes pero no infectados por coronavirus. De momento los datos ya alertan de la afectación que está teniendo la pandemia sobre otras enfermedades graves y los consiguientes retrasos en los diagnósticos. Una repentina bajada en el número de infartos registrados se añade al descenso de cánceres diagnosticados en el Hospital Clínic -28 frente a los 150 de media- o de trasplantes -7 frente al centenar que es usual-, según ha informado TV3.

Los datos ya alertan de la afectación que está teniendo la pandemia sobre otras enfermedades graves y los consiguientes retrasos en los diagnósticos

En este sentido, la consellera de Salud Alba Vergés anunció a mitad de abril, aprovechando que la ocupación de camas de UCI bajó del 80%, que se empezarían a “reprogramar visitas que, de demorarse, pueden causar un agravamiento del estado de salud”. La reprogramación, “planificada y que dependerá de posibles rebrotes”, tendrá lugar en todos los centros sanitarios, no sólo en hospitales.

Tercera ola: huella sobre pacientes crónicos sin coronavirus

Cuando empieza a disminuir el impacto de la no atención sobre los pacientes graves, arranca la tercera ola: la afectación de la interrupción del tratamiento y cuidado de los pacientes con enfermedades crónicas. Durante el mes de confinamiento total -que, como mínimo, se alargará hasta principios de mayo- miles de catalanes que sufren enfermedades crónicas han dejado de hacerse pruebas y análisis regulares, no han podido actualizar sus tratamientos y las sus patologías han podido empeorar.

En Catalunya el 38’4% de los mayores de 15 años padecen una enfermedad crónica o de larga duración, según la encuesta SEPA de 2018 que efectuó el Departament de Salut. Esta prevalencia tiene como principales grupos las enfermedades del aparato circulatorio (presión y colesterol altos) y del aparato locomotor (reumatismo, dolores de espalda y cervical). En los menores la cifra se reduce al 13%.

Estos pacientes vieron como todas sus consultas y pruebas médicas quedaron aplazadas sin fecha con la llegada de la pandemia y el confinamiento. Todavía se desconoce cuándo se podrán reanudar. Con todo, esta ola es la que a priori llega a una altura menor, porque la gravedad de las enfermedades desatendidas es inferior.

Cuarta ola: afectación mental y económica

Inicia casi al mismo tiempo que la tan mencionada curva del coronavirus, pero su afectación sobre la sociedad es ligeramente superior y, sobre todo, más duradera en el tiempo que no la pandemia en sí misma y que todas las demás olas.

Según el gráfico del doctor Tsang, la huella que ya ha comenzado a dejar la Covid-19 sobre la salud mental y el bienestar económico de las sociedades será notable: incluye traumas psíquicos, enfermedades mentales, heridas económicas y agotamiento o desgaste laboral y personal.

En el apartado de la salud mental, expertos como el psiquiatra y psicoanalista Josep Moya alertan que al decretar el confinamiento total, este ha sido un apartado de la sanidad que no se ha tenido en cuenta: “No se han considerado las variables de las personas que, por motivos de su precaria salud mental o bien porque son mayores, necesitan salir a la calle”.

Han surgido iniciativas que prestan apoyo psicológico a sanitarios y al resto de la población. Por ejemplo, el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de la Psicología ofrecen un servicio telefónico para afectados por la Covid-19, mientras que el Departament de Salut ha creado una aplicación web para evaluar y gestionar el malestar fruto del confinamiento y la crisis sanitaria.

Con todo, la huella que la pandemia dejará sobre nuestra sociedad será marcada. Miles de personas que han perdido familiares y amigos no han podido hacer el duelo en condiciones normales, con las heridas que esto puede causar. Además, hay niños y adolescentes que hace más de cinco semanas que no salen de casa, hay familias que han perdido el contacto con su gente, que están en residencias u hospitales y los equipos sanitarios están  sometidos a una gran presión emocional y física. En resumen, casi todas las relaciones sociales, acciones cotidianas y rituales que dan un orden a las vidas humanas se han perdido o alterado.

Durante las tres primeras semanas de confinamiento la Federación Salud Mental de Cataluña atendió a más de 2.500 personas, la mayoría de los cuales reportaban problemas de malestar emocional, angustia y desazón

Todo ello es un caldo de cultivo que, con toda probabilidad, causará traumas, miedos, depresiones o trastornos de la ansiedad en muchos ciudadanos y personal sanitario. En efecto, durante las tres primeras semanas de confinamiento, la Federación Salud Mental de Catalunya atendió a más de 2.500 personas, la mayoría de los cuales reportaban problemas de malestar emocional, angustia y desazón. Esto ocurre en el contexto de un sistema sanitario con serias carencias en la atención de la salud mental , según un informe del Senado español.

En el aspecto económico la previsión no mejora: el Fondo Monetario Internacional ha previsto una recesión superior a la de 2008 y cree que España podría vivir la peor crisis desde hace 80 años. Los efectos de la hipotética depresión económica no sólo podrían afectar las finanzas familiares, sino que las administraciones públicas deberían gestionar unos recursos menguantes, con el riesgo evidente que ello suponga  nuevos recortes en el mundo sanitario  y graves consecuencias en la atención médica.

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