Quienes trabajan en el sector de las ambulancias están acostumbrados a las emergencias sanitarias, tanto a pequeña como a gran escala. La actual pandemia de la Covid-19, sin embargo, les ha puesto en una situación excepcional en la que todo el colectivo ha tenido que adaptarse. «Hemos vivido grandes emergencias, pero no estamos acostumbrados a que una situación de estrés y angustia dure tanto tiempo», dice Andrés Cuartero, jefe de atención psicológica del Servicio de Emergencias Médicas (SEM).
Desde hace semanas, el transporte sanitario está dedicado casi exclusivamente a los casos positivos o posibles de coronavirus, ya que otras situaciones como los accidentes de tráfico o los laborales casi han desaparecido. Durante las primeras semanas también se veían menos casos de infartos e ictus, aunque ahora están volviendo a niveles más cercanos a los habituales. En total, desde el SEM aseguran que ha disminuido el número de salidas que hacen las ambulancias. Hay trabajadores, sin embargo, que lo viven de diferente manera.
«Tenemos un estrés laboral mayor, más cansancio y más miedo», dice Oscar Borrego, técnico del transporte sanitario en el Baix Llobregat y miembro de la sección sindical de CCOO. «No es tanto por el esfuerzo físico de cambiarnos más veces de ropa o de vigilar no tocar más de la cuenta, sino más bien por el estrés mental, por ejemplo, de llevarte a alguien de un domicilio sabiendo que es probable que ya no vuelva», dice Noe Marín también técnica y miembro de UGT. «Somos los primeros en llegar, la primera pata de la sanidad. ¡Nuestra mentalidad es la de salvar vidas, de ayudar a la gente! Pero ahora nos encontramos con que, de repente, casi que estamos haciendo de mensajeros de la muerte. Estamos hechos polvo», dice Ramon Vilella, líder del transporte sanitario en Catalunya de este segundo sindicato.
La comunicación con los pacientes en esta situación de incertidumbre es uno de los aspectos que más preocupa a los trabajadores. Noe Marín cree que hay noticias, como cuando se decide no llevar una persona enferma en el hospital, que no las deberían dar los técnicos. «Quizá me vería capacitada porque hace veinte y cinco años que hago de técnica, pero no creo que sea mi función. Sobre todo porque hay que gestionar las reacciones a estas noticias, hay que causar el menor daño posible», dice la técnica. Cuando se ha encontrado en estas situaciones, Marín ha pedido que hablen con la familia desde la central de coordinación, ya que son los médicos y enfermeros que hay allí quienes siempre toman las decisiones sobre cuál es la mejor opción para el paciente.
No sólo las situaciones más extremas generan angustia a los trabajadores, también los cambios que han sido causados por el contexto de distanciamiento social. «Tener que explicar a las familias que no podían acompañar a su familiar en el hospital, sobre todo cuando se trata de personas mayores, es una situación dura. Las dos primeras semanas me hice un hartón de llorar», explica Marín. Ahora el personal de transporte sanitario hace «aún más el rol de acompañamiento y cuidado psicológico, que ya hacían de manera habitual», dice Antonio Carballo, jefe territorial del SEM en el área metropolitana norte.
Despliegue de psicólogos para atender a los profesionales de las ambulancias
Para hacer frente a la tensión de los profesionales ante la crisis del coronavirus, desde la semana del 16 de marzo hay psicólogos del SEM que recorren las bases del transporte sanitario en Catalunya. «Hicimos una prueba piloto en la zona de la cuenca de Òdena la primera semana, donde dábamos apoyo psicológico al transporte sanitario urgente y no urgente. Luego se extendió la práctica en todo el territorio y ahora todavía se están haciendo sesiones en las zonas metropolitanas norte y sur», explica el jefe de atención psicológica del SEM, Andrés Cuartero.
Se trata de hacer sesiones de unos veinte minutos, donde participan los equipos, el jefe territorial y un psicólogo del SEM. A través de una metodología básica, que se puede hacer a pie de calle, en las bases o las urgencias hospitalarias cuando terminan el servicio, se promueve una conversación sobre el trabajo que se está haciendo y las preocupaciones que tienen, que cada grupo puede encaminar hacia su experiencia.
«Es un procedimiento constructivo donde se intenta, al principio, resaltar lo que se está haciendo bien», dice Cuartero. «Esto nos ayuda en un momento donde tenemos la sensación de ‘no control’, ya que empiezan a darse cuenta de que también hay cosas que no van tan mal, aunque sean obviedades». Con esta metodología, que permite «construir desde abajo», se favorecen «los pequeños cambios, posibles y realizables, que además cohesionan los equipos y mejoran la organización».
Aparte de estas sesiones, si hay una petición particular de atención, los técnicos de las ambulancias también pueden acceder a los psicólogos por teléfono o de forma presencial dependiendo de la situación. De hecho, recuerda Cuartero, es un servicio que ya existía anteriormente pero que se usaba poco. «Les parece que, por ser sanitarios, deben tener más asumidas ciertas situaciones; pero nuestra resistencia también puede flaquear y eso no nos hace peores profesionales. A veces hay que pedir ayuda y aprender a hacerse autocuidado », dice el psicólogo.
Las preocupaciones que se han ido abordando en estas sesiones han cambiado, explica Cuartero. Al principio estaban mucho más vinculadas a cómo garantizar la seguridad del paciente y la propia seguridad, sobre todo por el miedo que generaba entre los profesionales sanitarios contagiarse y poder contagiar a sus familias. Más adelante apareció el factor de la comunicación con las familias de los pacientes, principalmente por la angustia de no saber qué decir en situaciones duras y de no tener bien definidos los roles dentro del equipo sobre quién debe comunicar estas noticias.
«Detectamos que, por la misma situación de confinamiento y distancia emocional, muchas herramientas que usan para comunicarse con los pacientes cuando tienen alguna pequeña crisis de ansiedad no se podían aplicar, ya que ahora no se pueden acercar tanto ni ayudarse del lenguaje no verbal por el hecho de llevar las protecciones», dice Cuartero.
El psicólogo dice que ahora ven como emerge una preocupación nueva entre el personal, con la mirada puesta en el futuro. «¿Como se trabajará cuando todo vuelva a la normalidad? ¿Qué habrá cambiado? ¿Qué factura pasará todo esto? ¿Cuál será la relación con los familiares de los que algunos de ellos han tenido que separar?, son algunas de las preguntas que se hacen los profesionales».
Para Cuartero, estas sesiones «han ayudado a transmitir el mensaje de que no están solos, de que tienen los responsables detrás». Pero reconoce que, aunque algunas preocupaciones han disminuido, los trabajadores aún siguen teniendo «angustia ante los cambios». «Mantener la tensión constantemente afecta el estado de ánimo de los trabajadores», dice Antonio Carballo, jefe territorial del área metropolitana norte. «Normalmente estás alerta cuando te activen pero ahora estás alerta todo el tiempo», añade.
Para la técnica Noe Marín «es raro el día en que no hay un cambio, pero todo se está adaptando». Esto les obliga a estar pendientes cada día de los protocolos, incluso en días de descanso, y a reinventarse cuando pensaban que ya lo habían visto todo trabajando como técnicos de emergencias sanitarias. Y es que, dice Marín, «este virus no venía con manual de instrucciones!».


