El día 20 de noviembre de 1975 era jueves. Mi madre me despertó y me dijo que no había clase porque Franco había muerto. Con ojos legañosos puse la tele y vi a Carlos Arias Navarro pronunciar el célebre “españoles, Franco ha muerto”. Inmediatamente después las dos cadenas (UHF y VHF) empezaron a programar marchas militares, réquiems y cosas por el estilo que, con el blanco y negro de la época, otorgaba una iconografía aún más terrorífica al momento. Mi hermano lloró porque no hacían dibujos animados, y yo me vestí y salí a la calle sin desayunar.
Hacía noches que dormía poco. Me enganchaba al transistor para escuchar Al mil por mil, y a las tantas, cuando acababa, buscaba con afán La Pirenaica a ver qué decían. Presos de la euforia por lo que, decían, inminente final de la dictadura con el juicio al fascismo y todo ello, lo iban matando día sí día también, pero el bicho no se acababa de morir nunca. Y aquella madrugada, que por fin la palmó, exhausto y un poco harto, me dormí como un tronco y no me enteré del traspaso hasta al día siguiente.
Lee el capítulo 3 entero en París/BCN…
Lee el capítulo 2 aquí
Lee el capítulo 1 aquí


