Periodista y activista humanitario, Rafael Vilasanjuan es, ahora el director de Análisis y Desarrollo Global del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), una entidad creada con el objetivo de hacer frente a los retos de la salud en el mundo actual y constituida por instituciones académicas y gubernamentales, con el apoyo de la Fundación la Caixa. Llegó a ISGlobal en 2011 después de estar vinculado a Médicos sin Fronteras durante doce años y otros cinco en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Cree que la soberbia de los países ricos les ha pasado factura en la crisis de la Covid-19.
¿Estamos ante la crónica de una pandemia anunciada? Algunos analistas y organismos públicos habían avisado del peligro de una crisis causada por un nuevo virus
Bill Gates tenía una cierta sospecha. Después de la emergencia del ébola dio una conferencia, en 2014, donde decía que los virus podían ser una gran amenaza y que había que trabajar teniéndolo presente. En septiembre de 2019 se publicó un informe titulado ‘Un mundo en peligro’, dirigido por la ex-directora general de la Organización Mundial de la Salud, Gro Harlem Brundtland, en el que se afirmaba que la probabilidad de que en 2020 hubiera un virus que se expandiera por todo el mundo era grande y que este virus, que sería respiratorio, podía provocar una caída de la economía mundial del 5%. No estamos hablando de una pitonisa sino de la ex-directora de la OMS. Esta crisis se ha ido cociendo a fuego lento y este tipo de crisis tienen manifestaciones abruptas y así ha sido. No es la única crisis que se está cociendo así. Existe la crisis climática, que todos sabemos que algún día estallará y la cuestión es si estamos tomando las medidas precisas para detenerla y si, de hecho, no hay una relación entre una y otra y si hay una relación entre el hombre y la naturaleza como causa de que estas crisis estallen. Pensábamos que habíamos creado una frontera entre países ricos y pobres para las enfermedades infecciosas. A finales de los años setenta se erradicó la viruela y se pensó que podríamos erradicar todas las enfermedades infecciosas. De hecho, lo que hicieron fue otra cosa. Se creó una barrera económica: países ricos sin enfermedades infecciosas y países pobres donde se concentraban y mataban a mucha gente. Esto se rompió con el Sida. Es un virus que llegó y infectó gente aquí y allí. Después vino el primer SARS, después la gripe aviar, después el MERS, en Oriente Medio, y ahora finalmente ha venido el SARS-CoV-2. Teníamos síntomas y han estallado en forma de pandemia.
Si se había avisado ¿porqué existe la sensación de que cogió a todos los gobiernos del mundo por sorpresa?
La barrera ilusoria que creamos pensando que podríamos eliminar todas las enfermedades infecciosas, como mínimo allí donde había buenos sistemas de salud, nos ha llevado hacia una cierta soberbia. Hay mucha gente que duda de las cifras que ha aportado China. Es evidente que en un régimen autoritario es más difícil saber si se ha manipulado la información y confiar en que sea la que corresponde. En todo caso, pasó en China y se dijo que había una alarma. Italia puede estar algo excusada porque fue el primer lugar donde aterrizó de forma masiva y era normal pensar que allí no pasaría, con unos sistemas de salud que funcionaban.
Primero se dijo que era como una gripe más
Se empezó a decir que era como una gripe. Y quizás es como una gripe pero con la diferencia de que contra la gripe tenemos una vacuna pero contra la Covid-19, no. Cuando tengamos una vacuna quizás tendrá los efectos de una gripe. Mientras no la tengamos es un virus completamente desconocido y nos hemos encontrado con la soberbia de países que pensamos que a nosotros no nos pasaría porque tenemos un sistema de salud que funciona a la perfección, con una sanidad invencible y una investigación que lo puede todo. Pero este virus se lo ha saltado porque ha tenido una capacidad de expansión muy alta, que ha ido de la mano del transporte de la globalización. Viaja en avión; inmediatamente. Casi no nos ha dejado la oportunidad de repensarlo. Había ya modelos matemáticos después de su estallido en Italia que decían que podía llegar a España, Francia o Gran Bretaña. Pero hasta que no te llega, los modelos matemáticos no cambian las conductas de la gente. Ahora dicen que el gobierno reaccionó tarde. Con lo que sabíamos en ese momento, ninguno de nosotros se habría confinado o hubiese entendido que había que hacerlo a no ser que fuera a través de un gobierno autoritario. Teníamos que ver las consecuencias porque no pensábamos que tuviera el efecto que está teniendo.
¿Hay países que estaban más preparados que otros para hacer frente a la pandemia?
Sí. Hay países que estaban mucho mejor preparados. Por ejemplo, Corea del Sur. Por una razón bastante sencilla. Sufrió las peores consecuencias del SARS-1. En 2003 tuvo una crisis de todo: económica, de salud pública, de la infección. Lo que hicieron fue cambiar toda su ideología. Empezaron a cambiar su economía, haciéndola más innovadora, más acorde con la ciencia. Esto hizo que surgieran no sólo cuestiones de salud sino que comenzaran a despuntar fábricas tecnológicas. Además, la población estaba concienciada. Tenía mascarillas en casa. Las había ido comprando desde 2003. Nosotros tenemos mercromina en casa, pero nadie tenía mascarillas. Nunca habíamos pensado que esto llegaría aquí. En Corea del Sur habían pasado el SARS-1 y, por tanto, a nivel gubernamental sabían que tenían que tener tests disponibles por si llegaba de nuevo una infección de estas características. Y, por otro lado, tenían desarrolladas también tecnológicamente unas aplicaciones para trazar a la gente de manera inmediata y habían desarrollado protocolos.
Aquí no teníamos esta experiencia
Aquí no habíamos sufrido lo que habían sufrido allí. Sin embargo, hay países más preparados. No sabemos qué carga viral han tenido en países como Alemania y si la fuerza del virus ha sido mucho menor o han actuado mejor. Probablemente hay un poco de las dos razones. Aquí hemos tenido que actuar básicamente sobre el sistema de salud. Lo que se intentaba es que no colapsaran las unidades de cuidados intensivos. Hay diferencias sustanciales. En España, la inversión en sanidad es de 2.800 euros por persona y año. En Alemania es de 6.000. Más del doble. Y esto quiere decir que sus hospitales están mejor preparados para una emergencia. Tenemos un magnífico sistema de salud y de atención sanitaria pero con pocos recursos comparados con la media de la OCDE o con países como Alemania o Francia. Esto hace que la crisis nos haya cogido en condiciones peores para afrontarla. Sin embargo, el sistema de salud ha hecho todo lo que estaba a su alcance y más y evitó una tragedia mayor. Por eso se ha hecho el confinamiento. El confinamiento es una vacuna. Es decir: como no hay nada que te inmunice, quédate en casa que será la manera de no contagiarte. Lo que hemos tenido es una respuesta dada sin manual de estilo. Nadie tenía manual de estilo. Ni aquí ni en prácticamente ningún país de Occidente.
¿Como valora la respuesta de la Unión Europea a la pandemia?
Ha sido doble. Por un lado, ha demostrado que todavía tiene mucho trabajo por hacer en el sentido de comunidad y no de superestados, en el sentido de suma de intereses. Aquí está el gran reto de Europa en el futuro. En cambio, como mínimo, al final ha dejado un horizonte de apoyo, de no dejar a los países absolutamente solos. Eso es bueno. Lo que ha sido un fracaso es que no tiene un sistema de seguridad europeo que pueda funcionar conjuntamente, que habría sido la demostración de que vale la pena porque somos capaces de tomar medidas a nivel colectivo. Creo que tenderemos hacia aquí. Es muy difícil porque, hoy por hoy, las diferencias entre los sistemas de salud de Alemania y Hungría son abismales, aunque son países que están uno junto al otro, pero creo que Europa se habrá dado cuenta de que la salud no es una cuestión de solidaridad sino de seguridad. Porque el día que Hungría no pueda responder a una epidemia, tampoco podrá responder Alemania, que está al lado. Este será el camino de Europa y la Unión Europea: buscar aquellas áreas de beneficio común para homogeneizar respuestas. Hasta ahora entendíamos la sanidad básicamente como un sistema de bienestar en nuestros países y como un sistema de solidaridad y cooperación con los países pobres. Aquí teníamos un sistema de salud en condiciones y lo que sobraba lo dábamos a cooperación para los países que no lo tenían. Ahora se ha demostrado que este es un tema de seguridad.
Que afecta prácticamente a todo el mundo
No acabaremos la pandemia en un país. La tenemos que acabar en todos. Hoy por hoy, a nivel mundial la vacuna es más estratégica que la bomba atómica. Quien tenga la vacuna mandará en el mundo. Debemos hacer todo lo contrario que con el arma atómica. No deben tenerla sólo unos pocos países. La deben tener todos porque sino la seguridad también estará en peligro.
Algunos países apuestan por la inmunización conseguida porque gran parte de la población se contagie. ¿Es una decisión acertada? Más contagios pueden facilitar la inmunización pero también significa más sufrimiento y más muertes
No sé si es una decisión acertada. Gran Bretaña, que era el país que lo podía haber aplicado con menos demagogia, se echó atrás cuando vio las consecuencias que tenía. Boris Johnson lo hizo cuando le dijeron que podía causar cien mil muertos. No lo estamos viendo a gran escala. Salvo Nueva York. Todos los países están en torno al 5%, un punto arriba un punto abajo, a parte de Estados Unidos. Suecia ha apostado por una vía de no confinamiento total pero lo que pasa es que la gente tiene allí una cultura completamente diferente por la que ellos mismos ya se confinan y sólo hacen en común las cosas imprescindibles. Aquí estará la diferencia entre la primera y la segunda ola de la infección. La gente ya sabe cuál es el riesgo y qué puede pasar. Saldrá pero con más precaución. Esta responsabilidad que incorporan algunas culturas como la sueca ha permitido que pasaran a un sistema de más apertura. El caso de Estados Unidos es muy curioso porque los científicos no aconsejaron que se contagiara el máximo de gente posible pero, en cambio, el presidente Trump considera que la diferencia entre 80.000 y 150.000 muertos es intrascendente comparada con una industria que tiene que funcionar y económicamente debe salir adelante. Aquí hay una batalla entre los científicos y un político que toma sus decisiones. Además, los estados están en manos de los gobernadores, no del presidente, y cada estado hace lo que puede. Estados Unidos es el país que, hoy por hoy, tiene más contagiados del mundo y se debe hacer una lectura muy cauta de lo ocurrido.
Las cifras de contagiados y muertos en los países del Tercer Mundo son relativamente bajas. ¿Qué explicación le da?
Científicamente no sé la respuesta. Como persona que ha trabajado en países en conflicto y con renta baja diría algunas causas por las que podemos estar ante cifras muy bajas. La primera y más fundamental es que no se hacen tests. Hay muy pocos y los que se hacen se hacen ya a un nivel hospitalario muy avanzado y el número de casos reportados no son significativos de lo que puede estar pasando. La segunda es que, aproximadamente, el 60% de la población africana tiene menos de veinte años. En Europa, el 50% de la gente tiene más de 50 años. Y estamos ante una enfermedad que afecta más, en sus consecuencias graves, a los ancianos. Para tres cuartas partes de la población africana no sería la principal causa de mortalidad. Como no hay tests y no hay muertos, la cosa queda como atenuada, aunque eso no quiere decir que el virus no esté circulando.
Allí mueren por enfermedades que aquí se suelen curar
La mortalidad por neumonía en África en menores de cinco años es de 800.000 niños al año. Es más del doble de los números de mortalidad actuales de la Covid-19 en todo el mundo. Las muertes por malaria en África de menores de cinco años son 400.000. Los niños que mueren por cólera o diarreas llegan a 600.000. Es muy difícil que el principal problema de salud pública de los países africanos sea la Covid. La Covid puede agravar todo lo demás. Confinar a la población africana es muy difícil porque los slums ya están confinados, pero todos juntos, sin paredes ni techos ni ventanas. Aparte de esto, el protocolo de la Covid y el de la malaria son contrarios. El de la malaria dice que vayas al centro de salud cuando tengas fiebre. Si tienes la Covid, te dicen que aunque tengas fiebre no vayas al centro de salud hasta que no tengas problemas de respiración. Esto hará que se agrave la mortalidad por otras enfermedades.
Oímos que este virus ha venido para quedarse, como lo hizo el del Sida. El VIH causó millones de muertos y aun muere gente de esta enfermedad. ¿Estamos ante un escenario parecido?
Son escenarios totalmente diferentes. El Sida es un virus que afecta minoritariamente en Occidente y sólo tiene dos posibilidades de transmisión: el sexo y la sangre. Este nuevo virus pasa por el aire y puede afectar a mucha más gente. Además, es más estacional. El virus del Sida una vez contagiado no genera inmunidad propia. Es un virus bastante más complicado. De la Covid-19 hay mucha gente que se ha recuperado y ya no la tiene. Tiene la traza de los anticuerpos pero ya no tiene el virus. Son completamente diferentes en la manera de actuar, contagiar y desarrollar la enfermedad. Quizás sí que ha venido para quedarse. Hablamos fácilmente de la idea de la vacuna. Para el Sida aún no hay vacuna. Ni siquiera la hay en fase 1. La Covid-19 la causa un virus más parecido al de la gripe o el coronavirus 1, que es de la misma familia. Desaparecen y vuelven a aparecer estacionalmente. El de la gripe tiene una capacidad de mutación muy grande y cada año viene uno diferente. El de la Covidien-19 aún no lo sabemos.
¿No podemos confiar en tener pronto una vacuna contra la Covid-19?
Estamos en una competición de Fórmula 1. La ciencia nunca había ido tan rápido por una enfermedad infecciosa y nunca había habido tanta gente dedicada a investigarla. Que haya más de cien pilotos de vacunas significa que hay un potencial y una gran carrera en marcha. Antes por enfermedades infecciosas íbamos por carreteras secundarias; ahora estamos en un circuito de Fórmula 1. Ahora bien, se están vendiendo conceptos diferentes. Nos dicen que tendremos una vacuna en invierno del año que viene. Quizás tendremos una vacuna entonces pero tener ‘la’ vacuna es otra historia. En un año no se desarrolla ni la más eficaz, ni la más eficiente, ni la más segura. Para tener una vacuna segura tienes que pasar las fases 1, 2 y 3. Las vacunas más avanzadas, que son las que se están desarrollando genéticamente, están en fase 1, que es la de seguridad. La fase 2 es de eficacia y la fase 3 es que sea multicentro, en muchos lugares. Quizás nos saltaremos una fase, unificando la 2 y la 3, pero tienes que poner una vacuna, comprobar que es eficaz, ver qué efectos secundarios tiene y cómo reacciona el cuerpo humano.
¿Esto requiere mucho tiempo?
Esto requiere tiempo y si no damos este tiempo tendremos menos seguridad. No sabremos muy bien hasta qué punto será segura. Y es muy probable que no sea muy eficaz y que la primera que se encuentre no sea universal, sino que sea para un determinado grupo de población. Conviviremos con este virus, que vendrá en oleadas, con épocas de más baja intensidad y épocas de mayor intensidad. De ahí tener una vacuna tardaremos tiempo. Si la ciencia funcionara a la perfección, si todo fuera de 10, si en enero tuviéramos ‘la’ vacuna universal, la cuestión sería cuando tiempo tardarían en ponerla en mi brazo. Y aquí comienza un proceso largo. Producir una vacuna no es producir lejía o leche. Producir una vacuna es una cuestión de bioseguridad y con la actual capacidad de producción mundial, si la vacuna fuera universal se tardaría más de un año para poder producirla para todos. Si calculamos que el 60% de la población debe estar protegida, inmunizada, para que el virus no se multiplique, estamos hablando de 4.000 millones de personas. Si existe la suerte de que esta vacuna es tan efectiva que te ponen una y no te la han de poner nunca más, son 4.000 millones de vacunas. La industria de producción de vacunas no las puede producir en menos de un año. Y eso si la vacuna es de un solo shot. Si son dos o tres, son millones de toneladas de vacunas, que no son fáciles de hacer.
¿Podemos confiar en que tendremos medicamentos eficaces antes?
Eso sí. Habrá tratamientos parciales. Unos serán para el corazón; otros, para los intestinos; otros, para lo que sea. Es mucho más fácil encontrar un medicamento que una vacuna. Son completamente diferentes. La vacuna la das a una persona sana. El medicamento lo das a una persona enferma; puedes arriesgar más. En una vacuna no puedes arriesgar y dejar a una persona peor de lo que estaba, si estaba bien. Empezaremos a ver tratamientos, medicamentos parciales que irán haciendo que se atenúe la situación en las ucis. Habrá que tener mucho cuidado de la gente que está en situación de mayor riesgo y habrá condiciones de atención sanitaria más normal para la gente que no está en esta situación.
¿Cómo será el mundo que surgirá a raíz de esta pandemia? ¿Será un mundo de mascarillas, guantes, distancias físicas, sin abrazos, desinfecciones permanentes, con competiciones deportivas y conciertos sin público,…?
No, creo que no. Pero sí tendrá que haber cambios profundos. Hay cuatro o cinco cosas a nivel del Planeta sobre las que debemos actuar colectivamente: las enfermedades, las infecciosas sobre todo, el clima, el oxígeno, el agua,… Con las instituciones que tenemos actualmente a nivel multilateral no podemos hacer frente a estos retos de forma colectiva. No estoy hablando de un gobierno mundial pero si de una nueva gobernanza mundial con áreas, con el compromiso y el esfuerzo para intentar crear nuevos mecanismos más impositivos ante según qué crisis. Por otra parte, hemos aceptado ya que una parte importante de las relaciones de trabajo pasarán a ser telemáticas. Hemos digitalizado de manera urgente una forma de trabajar que se intuía pero que no se aplicaba. El trabajo funcionará más como espacios de encuentro, que son necesarios porque no es lo mismo tener una reunión con veinte personas donde no ves el lenguaje corporal a través de la telemática pero, en cambio, gran parte del trabajo diario se podrá hacer de forma telemática o digital. No sé si es bueno o malo. Cuando apareció el móvil todo el mundo decía que era magnífico porque se podría trabajar sin tener que estar físicamente en la oficina. El resultado fue que terminamos trabajando más. No sé si telemáticamente acabaremos trabajando más. Habrá digitalización para aquellas cosas que no necesariamente exigen un contacto físico pero valoraremos más el contacto físico cuando lo tengamos y lo buscaremos en las cuestiones que la hemos buscado toda la vida: las relaciones de amistad, de familia, de amor,… No creo en un mundo sin abrazos.
¿Prevé más solidaridad entre personas y naciones o más egoísmo, más populismo, más xenofobia y nacionalismo?
A corto plazo, es más fácil ser populista y nacionalista. Se piensa que controlando las fronteras propias se controla todo. A largo plazo, como sabemos que la respuesta no es así y no funciona, se empezarán a destruir estos mitos. Pero quizá tardemos mucho porque cuando hay miedo la gente se repliega hacia lo que considera suyo, lo que controla. De hecho, estamos en un período donde la mayoría de las grandes potencias -China, Estados Unidos, India, Brasil,…- se han vuelto hacia modelos de populismo ultranacionalista. No deja de ser un síntoma. También es verdad que pasa más en los países muy grandes. Ninguno de estos ultranacionalismos será capaz de garantizar la seguridad del día a día, la salud, el agua, el oxígeno,… Volveremos a un cierto consenso multilateralista, más internacionalista, más solidario, de decir que hay que buscar en algunas cosas el bien para todos. Quizás tardaremos pero esta crisis abre el camino para pensar de una manera diferente.
¿La brecha entre ciudadanos pobres y ricos, entre países pobres y ricos crecerá o se reducirá?
Como consecuencia inmediata crecerá. Las consecuencias económicas están generando una pobreza muy grande y a nivel de países pasará lo mismo, al menos a corto plazo. En poblaciones africanas o latinoamericanas, donde un 50% o un 60% de la gente vive del trabajo del día a día el impacto es peor. La gente no puede estar sin poder trabajar. Aparte de la salud, me preocupa la brecha digital, que puede ser enorme. No porque no haya tecnología sino porque no haya alfabetización, porque la gente no esté preparada para utilizar las herramientas más básicas de la digitalización. Ya no digo las más complejas que irán saliendo. El mundo que viene será mucho más digital y aquí se está jugando una parte importante de lo que será la pobreza del futuro.
El capitalismo, la economía de mercado neoliberal ¿sobrevivirán a esta nueva crisis?
Si no se corrigen, no. Ya tienen tendencia a fagocitarse a ellos mismos. El capitalismo y el neoliberalismo pueden funcionar en tanto en cuando haya pactos para intentar civilizarlos. Si son salvajes los números terminan cantando y hay un momento en que la gente no aguanta más. Cuando empieza a haber infrasalarios, sueldos de esclavitud, que no permiten llegar a fin de mes, provocan la génesis de su destrucción. En tanto en cuanto no se descubra un sistema mejor asistiremos a pactos sociales para intentar que se mantenga en la medida de lo posible, para hacer más humana la relación entre el dinero y las personas y que no haya un nivel de exclusión tan elevado, que cada vez es mayor. Mientras la brecha crezca será muy difícil aguantar este capitalismo. Si los cien más ricos del mundo tienen más dinero que el 80% de la población mundial, después serán 60, y luego 40… Cuando solo quede uno, todo el mundo irá contra él.


