Martes 12 de mayo, 19h de la tarde, a punto de 2 meses de confinamiento, tercera videoreunión consecutiva del día, encuentro con mujeres de diferentes entidades; una de ellas habla de la situación mental y emocional de las profesionales que dan apoyo directo a familias, mujeres supervivientes de violencia, personas en situación de pobreza y apago mi cámara. Me pongo a llorar, las lágrimas caen, sin fuerza, sin energía, pero sin pausa… ¿Por qué apagas la cámara?, me cuestiono a mí misma, ¿Es por tu rol en esta reunión? ¿Es por que mostrar sentimientos es visto como una cuestión de debilidad?

Si esta reunión es de las más fáciles donde puedes mostrarte, si quien ha hablado te conoce perfectamente y has intercambiado sentimientos durante todos estos días, si quieres hacer de la emoción normalidad y reivindicación. Abro la cámara, pido disculpas por haberla cerrado, reconozco estar llorando, se me quiebra la voz y cedo la palabra.

Esto ocurrió hace unos días, pero puede pasar en cualquier momento y pienso que especialmente en estos meses de incertidumbre. Hemos pasado de nuestro día a día habitual, con nuestros problemas habituales, con nuestras alegrías habituales, con nuestro control de la situación habitual, a un terreno totalmente desconocido. Nadie nos había preparado para ello, ni las personas que hemos hecho terapia durante años estábamos preparadas mentalmente para ello.

El sistema nos ha socializado de manera que expresar las emociones, especialmente las consideradas “negativas”, es signo de debilidad; los roles de género nos atraviesan y la gestión de las emociones está totalmente impregnada de esta cuestión, dicen que los chicos no lloran pero las chicas, públicamente y sin ser cuestionada su valía, tampoco. Mostrar emociones corresponde a lo privado y hacerlo en público es romper el paradigma.

Los roles de género nos atraviesan y la gestión de las emociones también está impregnada; dicen que los chicos no lloran pero las chicas, públicamente y sin ser cuestionada su valía, tampoco. Las emociones son privadas y mostrarlas en público rompe el paradigma

Cerradas en cuatro paredes durante días, muchas de nosotras no hemos dejado de trabajar, algunas no hemos salido en semanas ni para ir a comprar, otras han tenido que compaginar el teletrabajo con las criaturas, con la incertidumbre económica, con la gestión del duelo, con la enfermedad propia o ajena, con nuestros familiares en la cabeza, ¿Cómo estarán? Cuando hacemos las videollamadas y dicen estar bien, ¿Lo están de verdad? El mundo “de fuera” se ha detenido, pero nuestros subsistemas no siempre han podido hacerlo en el mismo sentido. Al final hay un choque inevitable, de hecho, si no lo hemos sentido quizá ha sido por evitación, por supervivencia, por no querer o poder detenernos.

Nuestra mente tampoco está preparada para esta situación, se junta el día con la noche, los días laborables y los festivos pasan sin diferencia, temas que no estaban resueltos reaparecen, temas nuevos hacen su estreno y nosotros seguimos haciendo, no permitiéndonos sentir ni sentirnos. Ahora no todo está bien, no sabemos si todo irá bien y no pasa nada, tenemos que escucharnos, parar y mirar hacia dentro. ¿Qué nos está pasando?

Pues que estamos en un mundo desconocido con las herramientas adquiridas en otra realidad, es como si de un día para otro nos hubieran dejado en medio de un lugar lejano, sin conocer el idioma ni códigos culturales y tuviéramos que hacer como si nada. Simplemente no funciona, lo que teníamos como cierto ya no lo es, nuestra manera de relacionarnos ya no sirve, nuestros hábitos diarios no pueden ser como eran y, perdonad que me contradiga, sí pasa, ¡Y tanto que pasa!

Nos enfrentamos a un montón de retos inciertos, a todos nuestros niveles, sistemas y subsistemas. Para muchos de nosotros, nuestra mente puede ser nuestra peor enemiga pero también nuestra mejor amiga, nos está preparando y avisando, todavía no sabemos muy bien para qué, tal vez eso es lo correcto, tal vez tenemos que volver a terapia para abordar esta nueva ansiedad, quizás debemos replantearnos que la antigua normalidad tampoco era tan maravillosa, quizás tenemos que volver a poner de manifiesto la importancia del mundo emocional, de la salud mental y la necesidad de hablar de ello.
¿Cómo estáis?

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