Una vez más, desde el Govern se va al grano sin tener en cuenta a la comunidad educativa. Sin previo aviso, sin consultar y ni siquiera enviar un borrador del plan, el conseller Bargalló cita a la prensa (en vez de a los equipos directivos y docentes) y suelta cómo y cuándo será la vuelta a las aulas. Seguramente esto lo hace porque sabe que el plan de reapertura de los centros educativos es una barbaridad. Pero si en lugar de hablar con la comunidad educativa lo hace público directamente, somos los docentes quienes tenemos que sufrir y defendernos del “pressing profes”.
Mi trayectoria política me hace pensar que detrás de esta decisión hay presión, y es normal, pero cuando se trabaja para el establishment y no para el pueblo siempre termina ganando lo que dicen los lobbys económicos y no lo que necesitamos desde la comunidad educativa. No me explico, si no, por qué tomó la decisión de reapertura de centros por sólo diecinueve días con todos los riesgos que ello conlleva. Los servicios públicos de este país hace años que están siendo atacados desde el mundo político.
La deriva neoliberal de la alianza de Junts Per Catalunya y ERC hace una década que infrafinancia, recorta y privatiza cada vez más la educación y sanidad y este es el precio que estamos pagando. La Covid19 nos ha hecho descubrir que no fueron buena idea los recortes de Artur Mas ni las privatizaciones de Boi Ruiz en la sanidad. Seguro, la reapertura de los centros educativos y el posible alargamiento de medidas excepcionales durante el curso 2020-2021, nos hacen ver que ya va siendo hora de que la educación de este país debe ocupar el lugar que se merece: el pilar fundamental de una sociedad. Va siendo hora de que nos escuche, porque tenemos mucho que decir.
La pelota en nuestro tejado y en la de las familias
ERC siempre se esconde detrás del decreto de autonomía de centros para tirar la piedra y esconder la mano. Los últimos meses, desde las diferentes ruedas de prensa que nos ha ofrecido el Govern por la actualidad de esta epidemia, hemos aprendido la importancia de redactar protocolos específicos para todo. En nuestro caso, sale el consejero en rueda de prensa y suelta, con la boca bien grande, que será con carácter voluntario por parte del alumnado y, que quien quiera venir a los centros, deberá firmar una declaración responsable. Esta es su manera de dejarlo todo atado y bien atado y, por si acaso fuera mal, no les tocara asumir nada. Con estas premisas se abren infinidad de posibilidades y todas ellas dibujan una maraña del que no saldrá bien parado nadie y toda la responsabilidad será de los centros o de las familias.
¿Quién debería poder ir a los centros?
Hablemos claro, sentémonos en la mesa con todos los sectores, debatamos y consensuemos. ¿Es necesario que las escuelas estén abiertas para acoger aquel alumnado cuyas familias no tienen la posibilidad de teletrabajar? Por todas partes se está diciendo que no, que es por el carácter formativo, por el acompañamiento emocional y la socialización. Dejémonos de excusas y seamos sinceros: es cierto, se necesita un espacio de “guardería” mientras las familias trabajan.
No pasa nada, reconocemos que el poder de decisión es de clase, qué hacer o no hacer con los niños sólo lo pueden escoger unos pocos afortunados. Todo el mundo lo está pensando por dentro pero nadie ni lo dice ni lo reconoce. Ahora todo el mundo habla del bien por los niños, cuando les hacemos ir reventados de extraescolares, servicios de acogida, horarios interminables, exigimos deberes en todo momento…Dejemos de hablar en nombre de los niños y niñas cuando llevamos esas gafas de adulto que nos hacen ver lo que queremos.
En este caso, y teniendo en cuenta que estamos en un momento excepcional, podríamos definir una parte de los centros educativos como servicio esencial. Por eso sería clave coger la sartén por el mango y, tan contundentes como nos quieren hacer ver que se ha sido con Madrid, serlo con todo lo que nosotros podemos hacer.
Preguntémonos la responsabilidad que debe tener el sector privado en esta crisis y tracemos unas líneas claras: igual como hemos obligado a algunos negocios a cerrar y a otros no (cuando no eran esenciales), obliguemos también a las empresas a elaborar un plan especial de conciliación de vida laboral y familiar que permita a las familias hacer las tareas de cuidados siempre que sea del todo imposible teletrabajar. Hay miles de pequeños comerciantes condenados a la ruina pero, el nada esencial Amazon no ha parado ni un día su actividad e, incluso, ha aumentado exponencialmente sus beneficios. Tenemos más miedo al Ibex-35 que a la Covid19.
Preguntémonos la responsabilidad que debe tener el sector privado: igual como hemos obligado a algunos negocios a cerrar y otros no, obliguemos también a las empresas a elaborar un plan de conciliación que permita hacer las tareas de cuidados cuando sea imposible teletrabajar
Si trazamos estas líneas y definimos quién realmente tiene que ir a trabajar, contemos y pongamos los recursos necesarios para atender a la infancia desde los centros. Cambiemos el carácter voluntario por “la necesidad”. En mi caso, y el de más de 70.000 personas en Catalunya que somos docentes, estamos ofreciendo un servicio público y estamos a disposición del pueblo. Hay que prever que hay gente que tiene miedo, y es muy legítimo en tiempos de pandemia, otra que tiene patologías previas, etc.
Preguntemos a los docentes cómo lo están viviendo y cómo pueden contribuir -¿cómo era aquello de poder decidirlo todo?. Contémonos y definamos quién va a los centros y quién teletrabaja, pero bien hecho. La red docente, estos días, está hiperconectada y la extracción de estos datos es cosa de minutos.
Estoy profundamente concienciado en las verdaderas necesidades de las familias, hace siete años que tengo destino a centros de máxima complejidad y, aunque me pese, no acabo de estar de acuerdo con la postura de algunos sindicatos que defienden un no rotundo. Mi no es condicional: sé que las familias nos necesitan y nosotros estamos y queremos ser, porque en mi instituto-escuela, como tantos otros centros, hacemos todo lo necesario para nuestra comunidad y si es necesario, más. Muchos estamos dispuestos a estar a pie de aula y hacer esta tarea social.
¿Por qué hay que hilar tan fino?
Hay que ser muy cuidadosos porque las medidas de seguridad que propone el señor Bargalló son peligrosas. Todo el mundo sabe perfectamente que no podemos garantizar que los centros abran con carácter voluntario, con un ratio de 13 alumnos, sin generar más brechas todavía. ¿Quién decide quién sí o que no, si son más de 13 y quién atiende al resto de alumnado que no viene presencialmente?
El distanciamiento físico de 2 metros es imposible de garantizar; son niños. Quizás es peor el remedio que la enfermedad y causa más daños y frustraciones la constante llamada de atención para respetar las medidas de seguridad: los patios, los aseos, el lápiz que cae al suelo, la higiene de manos, el bocadillo que se ha dejado alguien en casa y no podrá compartir nada con nadie, el pañuelo que uno necesita y no trae, el gel hidroalcohólico, la mascarilla, la herida de cuando cae se debe limpiar y curar y, lo más importante: si los tenemos que acompañar emocionalmente, ¿sobre qué hombro llorarán o a qué oreja susurrán?
Y si estamos en el centro, ¿quién prepara la tarea telemática?
Nos dicen que tenemos que garantizar la continuidad de la docencia telemática sin que ello comporte una doble jornada para el profesorado. Sin doblar la plantilla esto es imposible. Además, ¿de qué teletrabajo hablan? Nos engañan diariamente diciendo la cifra de dispositivos que se han repartido. Para entender los datos, no se puede dar un número concreto, hay que explicar el porcentaje de alcance de esta cifra. Por la autopublicidad que se hacen cuando explican los medios estas cifras, parece que hayan hecho su trabajo, y no es así.
Contaré mi caso en Sant Roc, Badalona: hemos detectado, desde el centro, 170 familias que no pueden seguir las clases en línea por falta de recursos. Pasamos estos datos y nos dijeron que sólo podíamos repartir 44 dispositivos. Hicimos el esfuerzo de repartirlos entre aquel alumnado con familias que ni siquiera disponían de teléfono inteligente. A dos meses y pico del confinamiento, y a punto de entrar en junio, sólo han llegado 4 dispositivos para alumnado, sólo de sexto. Esto quiere decir que hemos cubierto un 2,35% de la desconexión de nuestro alumnado. Si yo fuera conseller se me caería la cara de vergüenza.
El curso no puede terminar telemáticamente porque para muchas y muchos alumnos de este país, ni siquiera ha comenzado. Están desconectados desde el primer día de confinamiento. Eso sí, pongámoslo todo en la esfera @, como siempre.
Céntrese, consejero, ¡le toca trabajar!
Desde abajo, le daré un consejo; tómenos en serio de una vez. Haga el favor de desarrollar un plan para atender a los niños durante esta crisis sanitaria. Mire quién va a los centros y quién teletrabaja, pero hágalo bien, consulte, pregunte a los claustros.
Acuerde con el Departament de Treball, con Salut, con Presidència y con quien sea necesario que haga su parte. Prepare un plan global y multidisciplinar a la altura de la excepcionalidad que vivimos y den, también, algunas órdenes a aquellas empresas que pueden colaborar para que las familias puedan atender a sus hijos. Ya que, en cuanto a derechos, de momento, ya hemos empezado a pagar esta crisis los mismos de siempre.


