Jorge Morales es ingeniero, experto en energías renovables. El autor de ‘Adiós, petroleo’ vaticina que las renovables son el futuro, eso es seguro, pero “el debate ahora es de quién serán”, dice Morales. Las renovables abren las puertas a un nuevo modelo energético, en el que “el ciudadano tiene la misma tecnología que la empresa y puede, desde su casa, competir con un oligopolio”.

Según vaticinios de Morales, la transición energética se completará en los próximos 20 años, pero será un proceso largo y complejo. Sobre este tema versará la ponencia de Morales, juntamente con Eloy Sanz y Marta Victoria Pérez, en la Uni Climática, la escuela de verano online de La Marea sobre el cambio climático, que cuenta con más de 50 ponentes y 30 horas de formación y que tendrá lugar entre el 13 y el 16 de julio.

En una entrevista en La Marea, hace unos años, afirmaba que las renovables suponían una democratización de la energía. Esto fue hace tres años. ¿Lo sigue creyendo así?

Sí, claro. Una de las cosas que a veces olvidamos, cuando hablamos de energías renovables, es que no se trata sólo de cambiar la fuente de energía, sino también su propiedad. Esto es algo que con las fósiles era imposible hacer pero con las renovables se abre una puerta. Las renovables no son necesariamente más democráticas, pero pueden serlo.

Tecnológicamente, algunas también son más accesibles, como la energía solar: te puedes poner un panel en tu casa y es la misma tecnología que tiene una gran empresa y es una manera casera de obtener energía competitiva. No hay muchos sectores en los que un ciudadano, en su casa, pueda intentar competir con un oligopolio.

Lo que plantea, en el norte global puede ser una realidad, pero en el sur hay muchas empresas, del Ibex35 sin irnos más lejos, que practican unas políticas extractivistas que no hacen que las renovables sean más accesibles. ¿Supone esto un riesgo?

Las empresas, lógicamente, intentan mantener su cuota de mercado, tratando de incidir en ciertos gobiernos para que los modelos de negocio de las renovables mantengan el statu quo actual. Pero para evitar eso también estamos los demás.

¿En qué sentido?

Insisto en que hay una oportunidad de democratización, pero que no necesariamente las renovables son más democráticas. Depende de nosotros y de las decisiones que tomemos en los próximos 10 años. Lo que hagamos ahora va a ser determinante para decidir quién va a ser propietario de las plantas de generación de energía del futuro. Ya sabemos que el futuro es renovable, lo que habrá que ver es de quién.

¿Cuáles serían los pasos para evitar la privatización de los recursos naturales?

Muchos, porque cada uno tiene su forma de influir o cambiar su pequeña parcela del mundo, pero la decisión más clara y efectiva sería la de instalar paneles solares propios. Esto tiene que traer de la mano una normativa que lo favorezca. Luego, hay gente que es más inquieta y se inclina por cosas como las comunidades de energía renovable, que están recogidas en el BOE desde hace pocas semanas. Se trata de instalar un panel más grande que permite a una comunidad de vecinos producir energía y exportarla a terceros o a las redes eléctricas.

Son soluciones más complejas, pero posibles. Ahora trabajamos en el modelo de 0 facturas, con el que una familia puede eliminar su factura de la luz o, incluso, cobrar de la venta de energía. También se puede eliminar la factura de gasoil o gasolina si tienes un coche eléctrico y prescindir de la factura de la calefacción, porque también hay tecnología renovable para eso. Todo ello suma facturas que pueden superar los 500 euros al mes, que se eliminan de un plumazo. Obviamente requiere de una inversión inicial, que no es sencilla y no es accesible a todo el mundo, pero hay que trabajar en que sea acesible para la mayor parte de la población.

¿De qué cantidad estamos hablando para llegar a estas facturas 0?

Los paneles solares, las baterías para las noches o para cuando no haya sol, el coche eléctrico, prescindir del gas y una aerotermia suman unos 50.000 euros. Poca gente tiene ese dinero. Hay opciones, como aumentar la hipoteca y devolver ese dinero a largo plazo, o que las mismas empresas que te lo instalan te financien la inversión. Y es una gran inversión, porque es cambiar esos 500 euros que ya estás derrochando, con los que favoreces a un oligopolio, contribuyes a la destrucción del planeta y, además, no generas empleo local, por una inversión en un modelo mucho más limpio.

Quizás se trata de una realidad un tanto utópica. Lo que nos queda más a la mano son las cooperativas de energía, que con los combustibles fósiles hubieran sido impensables.

El tema cooperativo es uno de los grandes a debatir, sobre todo en el sur de Europa, porque estamos muy poco acostumbrados a compartir. También veo peligros en este tipo de modelo. Hay cosas que hacen muy bien, como vincular a la gente y sensibilizarla sobre el problema energético, pero hay que ser conscientes que las cooperativas no están dando necesariamente el mejor precio final. Me pregunto sobre la sostenibilidad a largo plazo de este modelo, porque si el cliente tiene que pagar un 20% más que en otra compañía, va a ver que la cooperativa es un lujo que no se puede permitir.

¿Cómo plantea, pues, el modelo alternativo de distribución de energía?

Las cooperativas no tienen que ser necesariamente más caras que el resto. Hay que plantearse por qué lo son y en qué se invierte el dinero y cómo se consigue la energía, que se puede comprar al contado o a largo plazo. Pon, por ejemplo, que eres cliente de Endesa y pagas 100 euros al mes y ahora te cambias a una cooperativa. Puede que sea capaz de igualar el precio de Endesa, pero para hacerlo la cooperativa pierde dinero, porque tiene unos costes superiores y al final le compra la energía a Endesa, pagando los peajes oficiales.

De esta forma, si Endesa ganaba contigo 20 euros de una factura de 100, ahora los sigue ganando, porque al final es quien distribuye la energía, mientras la cooperativa pierde dinero. Ojo, pues, con los modelos cooperativistas porque, aunque están basados en principios que defiendo y que son por los que hay que ir, chocan con la economía de mercado. Hay que hacer las cosas de manera eficiente.

Desconozco cómo fijan los precios las cooperativas; puede que algunos precios elevados se justifiquen porque tienen más gastos que otras compañías o porque invierten parte del dinero en energías renovables. No sé exactamente el funcionamiento de cada una, pero lo que sí sé es que los precios altos de las cooperativas no van a promover un cambio masivo. Hace falta que los modelos colectivos sean los más baratos.

¿Cómo? ¿Produciendo directamente la energía?

Es evidente. Si no tienes energía propia, siempre vas a estar vendido a los márgenes que imponga un tercero.

¿Cómo valoraría la legislación española respecto a la producción de energía?

España ha mejorado mucho en los últimos años, después de los tres años del impuesto al sol. Quedan cosas por hacer, sobre todo en el ámbito fiscal porque producir energía, supone tener que declararla de manera compleja. Hace falta una reforma fiscal que promueva comportamientos deseables como es la pequeña producción de energías renovables. Además, el modelo fiscal actual para los pequeños productores que quieren compartir energía es muy rígido: tienen que constituirse como cooperativa. Imagino que no todas las comunidades de vecinos estarán dispuestas a constituirse como cooperativas para compartir energía.

¿Qué modelo destacaría en Europa?

En todos lados hay referencias de cómo las cosas se pueden hacer más sencillas a nivel fiscal. Miraría sobre todo al norte de Europa, porque tienen una concepción totalmente diferente a la nuestra. Me llama mucho la atención que no entiendan el concepto de ‘gestoría’ porqué allá todo el mundo hace su declaración de impuestos, ya que son tremendamente más sencillas. Están diseñadas para que las puedan hacer cualquiera. Esto es imprescindible para facilitar el modelo cooperativo.

Volviendo a la entrevista en La Marea, en 2016 vaticinó que en 2025 el 50% de los coches que se venderían serían eléctricos. ¿Cómo lo ve ahora?

Igual. Creo que es algo que está a punto y cada vez hay más presión para que sea así. Va a depender, más que nada, del ritmo que quieran imponer las marcas y el que los gobiernos les dejen imponer. Estamos a máximo tres años de que la compra de un coche eléctrico sea más barata que la de un vehículo de combustión. El problema que tenemos ahora es el stock: empieza a haber graves problemas como que te entreguen el coche en un año porque no hay capacidad de fabricar tantos como demanda hay. Pero económica y tecnológicamente estamos preparados.

¿Las ciudades y las carreteras están preparadas para acoger este incremento de coches eléctricos?

Cada vez más. Tengo un coche eléctrico desde hace cinco años y por primera vez voy a hacer un traslado Madrid – Barcelona en coche. Hace dos años no me lo hubiera planteado porque sólo había un punto de carga que, si me fallaba, me quedaba tirado. Ahora tengo muchas opciones. Si en 2025 no se alcanza la profecía que hice será porque la red de ventas no esté preparada, no porque no haya demanda.

¿A las marcas les cuesta hacer la transición? Cambiar las fábricas y la formación de los empleados cuesta dinero y no pasan por su mejor momento

Si no se compran más coches eléctricos es porque no interesa a las marcas, que tratan de amortizar la producción de coches antiguos. Una de las razones por las que ahora te decantarías por un coche de combustión y no por un eléctrico, es porque te lo entregan al momento. ¿Cuándo van a ser las ventas del 50%? Cuando quiera el fabricante. A mí me ha pasado ir a un concesionario y ver que el vendedor es un experto en coches de combustión. Se sabe de memoria la hoja técnica de cualquier vehículo. Pero le preguntas sobre un coche eléctrico y ahí ya no tienen ni idea. Son los mismos comerciales los que te derivan, así como las marcas, a comprar un coche de combustión.

Hablemos del gas, una energía que durante un tiempo fue considerada una energía de transición, semi limpia, hacia las renovables. ¿Se ha superado ya?

Todavía se la conoce así en ciertos ámbitos. El apellido gas ‘natural’ le ha venido muy bien para eso. Hay una publicidad engañosa consentida en muchos casos por los gobiernos que ha favorecido que mucha gente considere que el gas es limpio. Ahora bien, no le quedan muchos años: ya no se van a hacer más instalaciones de gas para generar energía eléctrica. Es algo que está condenado a morir, aunque lentamente.

¿Se atrevería a vaticinar cuántos años le quedan al gas?

Para la calefacción, seguramente quedan más de 20 años. Pero en el sector eléctrico, seguramente no más de 10. Hay que tener en cuenta que se usa por la flexibilidad a la hora de poderla combinar con las energías renovables, pero sólo supone un 20% de la producción.

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