La pandemia de la Covid19 es una impugnación a la totalidad de una manera de vivir. Hay que hacer cambios profundos en aspectos clave como la movilidad y la higiene, que no se pueden realizar con eslóganes y proclamas. «Distància, mans, mascareta» es un nuevo mantra que, después de tres meses encerrados en casa, todo el mundo tiene interiorizado. Con un hashtag no es suficiente.

Los garantes de la libertad vulneran la libertad de circulación de 200.000 leridanos de la comarca del Segrià ante el primer gran brote después del estado de alarma. Habría otras acciones como la intensificación de las inspecciones de trabajo para garantizar las medidas de seguridad y el uso de la mascarilla, el refuerzo de las actuaciones en el ámbito social con los temporeros sin techo para poder garantizar la higiene y la limitación de los aforos de los locales o la ampliación de los espacios para peatones para evitar la circulación por aceras estrechas y poder garantizar la distancia entre personas.

¿Qué pasará en la vuelta a las escuelas en septiembre? Las instrucciones del Departament d’Educació para el curso 2020-21 son unas directrices generales que descargan sobre las direcciones de los centros educativos la toma de decisiones. Más allá de la creación del concepto “grupos estables de convivencia», no hay ninguna medida concreta para garantizar la reducción de ratios que permita la distancia necesaria. No encontramos ninguna mejora en la higiene de los lavabos o la ampliación de los grifos disponibles en las escuelas para poder garantizar la limpieza de manos.

Tampoco se hace ningún cambio en el horario que permita avanzar hacia la jornada continua que permitiría reducir a la mitad las aglomeraciones de personas en las entradas y salidas y hacer que el comedor escolar también viera reducida su asistencia, con toda la problemática que se podría evitar. Algunas de estas medidas necesitan presupuesto, otras sólo son de carácter organizativo, pero el Departament d’Educació tiene la obligación de tomar decisiones claras, uniformes y viables que faciliten la tarea de los maestros en las escuelas.

La «máxima normalidad posible» no deja de ser una nueva muestra de pensamiento mágico, que no quiere tomar ninguna medida específica que cambie el marco en el que tendremos que volver a las escuelas. Lo que queda bien claro en las instrucciones es que hay que estar preparados para posibles confinamientos.

Este planteamiento tan poco valiente, que traspasa la responsabilidad de las decisiones importantes a los centros educativos, nos conduce a una situación muy grave en la que habrá una multiplicidad de respuestas dentro de un mismo municipio. Aunque hay dos meses para rectificar y concretar una normativa clara, uniforme y valiente que asuma los cambios necesarios en ratios y horarios y que garantice, en igualdad de condiciones, el derecho a la educación pública, presencial e inclusiva de los niños y niñas.

Necesitamos distancia, manos, mascarilla y algo más…

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