“Sin ser ningún adivino, y recordando que la crisis de 2008 tuvo un impacto más fuerte sobre la juventud que ningún otro colectivo de edad, es fácil prever que la situación de la gente joven empeore mucho más que el resto de la población”, vaticinó el sociólogo Joffre López la presentación de estudio que ha elaborado para el Observatori dels Drets de la Joventut del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya (CNJC).

El informe compara una serie de datos de carácter laboral y de vivienda de los primeros meses del año 2020 con los de hace un año y demuestra que “la gente joven es la más afectada, tanto por el mercado laboral como la vivienda”, según López. El sociólogo resume: “No hay ningún indicador que indique que la gente joven esté mejor que hace un año”.

Más allá del efecto económico que ha tenido y tendrá la pandemia de la COVID-19, “el punto de partida ya era muy desigual, apunta el autor del estudio, que recuerda que” la precariedad laboral y las dificultades para la emancipación no es un tema coyuntural sino estructural. Me atrevería a decir que desde hace décadas”, añadió.

Actividad laboral a la baja

El trabajo se centra en la tasa de actividad laboral para hacer su diagnóstico. La proporción elegida hace referencia al porcentaje de la población que está trabajando o bien busca trabajo, y demuestra una caída destacada de la actividad entre el grupo de edad de 16 a 29 años. “Desde el inicio de la crisis socioeconómica del año 2008 la actividad laboral había ido disminuyendo de manera progresiva entre la población de 16 a 29 años”, dice el estudio. Si bien “en 2019 se rompió una tendencia y había comenzado a reavivar, en 2020 ha vuelto a caer”, explicó Joffre López.

El descenso del primer trimestre de este año, además, no es compartida con el resto de grupos de edad. Mientras la juventud activo laboralmente ha disminuido en un 2,1 puntos porcentuales -2’8 en el caso de las mujeres frente a un 1’5 de los hombres-, la franja de 30 a 34 años sólo cayó un 0’2% y la de 35 en adelante creció un 0’6%.

El autor del estudio y la secretaria del CNJC Nuria Cabiscol, que lo ha acompañado en la presentación, también han querido recordar las condiciones desfavorables de trabajo que tiene buena parte de la juventud: “La temporalidad entre los jóvenes supera el 90%. Además, a menudo son contratos de corta duración y de jornada partida. Si juntas estos factores con trabajos vulnerables y el sector servicios, la cosa no pinta demasiado bien”, reconoció López.

En efecto, el estudio presentan una metodología utilizada por el Institut Valencià d’Investigacions Econòmiques para determinar cuáles son trabajos vulnerables a corto plazo. Según esta herramienta, el 67’1% de los jóvenes que tiene un contrato laboral trabaja de forma vulnerable a corto plazo. Según Joffre López, el colectivo entre 30 y 34 esta tasa disminuye por debajo del 60 y los adultos no llega al 50% de los contratos. “Además vulnerabilidad, más posible es que el impacto de la Covid-19 sea más fuerte”, reconoció López. El indicador escogido para calcular la vulnerabilidad incluye las personas con contratos temporales, las autónomas, las asalariadas con contrato indefinido de menos de un año y las ocupadas con estudios, como máximo, secundarios obligatorios.

El panorama negativo hacia la juventud y el mercado laboral se añade a otros estudios que apuntan en la misma línea. Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya alertó a principios de junio que este sería el colectivo que más sufriría las consecuencias de la pandemia del nuevo coronavirus.

La parte positiva en medio del panorama desalentador para el sector más joven de la población es que se están beneficiando de las prestaciones especiales para la Covidien-19. “La gente joven estaba por debajo de la media de prestación de paro, pero ahora está por encima del resto de franjas”, asegura el autor del estudio. El motivo es que “con las medidas excepcionales que se han puesto en marcha se han liberado restricciones como por ejemplo los días cotizados mínimos”. “Se han beneficiado los colectivos que más restringidos estaban de las prestaciones. Es un hecho positivo pero paradójico, porque indica qué pasaba antes”, matiza López, quien lamentó que las administraciones no publiquen los datos de los ERTE por segmentos de edad.

Emanciparse, misión imposible

Otro factor que se menciona en el estudio es la dificultad de emancipación con que se encuentran los jóvenes y que, aseguró López, también es una problemática que hace años que dura. Con los pésimos datos laborales entre la juventud, el sociólogo reconoce: “El riesgo de perder el trabajo y todo lo que implica en la construcción de una vida y de la autosuficiencia económica es mucho más posible que los sufra una persona joven”.

“La gente joven que se emancipa tiene un mayor riesgo de perder la vivienda, porque buena parte está pagando un alquiler o una hipoteca. Es más probable que este segmento pierda el trabajo y, por tanto, más probable que pierda la vivienda”, explicó López. El experto ha querido desmentir la idea de que cuando la juventud se emancipa lo hace con la vida resuelta: “Es una creencia falsa. La emancipación conlleva un riesgo de empobrecimiento, lo que años atrás no pasaba”. De hecho, el estudio asegura que “el 23,6% de la población de entre 16 y 29 años que no vive con sus padres/madres reside en hogares pobres”, es decir, con una renta equivalente inferior al 60% de la mediana.

La paradoja de emancipación y pobreza es más alta entre las mujeres, donde el porcentaje crece al 30’9%. López lo explica porque “la de los hombres suele ser más clásica, con un buen trabajo, casa… mientras que las mujeres a veces empiezan por el trabajo”. Esta idea se reafirma con la tasa de incorporación al mercado de trabajo después de estudiar. Dos años después de haber finalizado la formación un 21% de las estudiantes ya están trabajando, frente a un 14% de los chicos estudiantes. “Además, cuanto más estudios tienes más fácil es encontrar trabajo. Como las mujeres suelen tener más formación, mejora su acceso”, explicó el sociólogo a la presentación del estudio.

“Los datos confirman la idea de que teníamos que la juventud está en una situación precaria hace mucho tiempo y que la crisis sanitaria lo agravará”. Cabiscol ha pedido una flexibilización de la renta garantizada o la presencia del plan estratégico de empleo juvenil 2021-30. “La juventud decidimos, pensamos y tenemos que ser. Una visión adultcentrista de la política y de la sociedad no puede dejar de lado la juventud”, ha criticado.

La secretaria del CNJC también ha hecho rechazado las campañas de sensibilización contra la COVID-19 que van dirigidas a la juventud: “Se nos está responsabilizando de los nuevos contagios. Por favor, pongamos el foco en las inspecciones de trabajo o el transporte público. Deberíamos intentar no responsabilizar a las personas”.

Este es el primer informe que publica el Observatori dels Drets de la Joventut del CNJC. Estrenado este mismo julio, nace con el objetivo de “observar qué problemáticas tienen lugar en nuestra sociedad, detectarlas y hacer un diagnóstico real para poder trabajar con actividad y actuaciones reales, basadas en un análisis riguroso de la realidad”, explicó Nuria Cabiscol, secretaria de la organización.

Cabiscol también ha reconocido que para hacer el trabajo analítico se han basado, especialmente, en la encuesta de población activa (EPA) del primer trimestre del año: “Esta crisis sanitaria no ha terminado y sólo hemos podido utilizar las primeras datos, pero ya son reveladoras”. En una línea similar, el sociólogo y autor del trabajo Joffre López ha reconocido que “si se hubieran incorporado los datos del segundo trimestre de la EPA, los resultados todavía habrían disparado más”. “Evaluar un fenómeno durante el mismo momento en el que se está produciendo siempre conlleva un cierto grado de incertidumbre y riesgo que no se dispone de la perspectiva suficiente para identificar cuándo y cómo finaliza”, avisan al inicio del estudio.

En el segundo trimestre se perdieron un millón de trabajos en el Estado

Como prevé Joffre López, todo indica que los datos no harán sino empeorar los próximos estudios. El miércoles se publicó la segunda Encuesta de Población Activa (EPA), marcada por el encierro y por la emergencia sanitaria de la pandemia del coronavirus, y revela que durante el segundo semestre del año (abril-junio) se destruyeron un millón de puestos de trabajo en España.

La encuesta cifra en 3’3 los millones de parados en España, haciendo que la tasa de paro crezca hasta el 15’3% en su global (un 0’9% más que el trimestre anterior). Entre los jóvenes de menos de 25 años, el dato de personas que buscan trabajo y no lo encuentran crece hasta el 39’4%. La tasa de paro española no superaba el 15% desde hace dos años, cuando en la segunda encuesta del 2018 fue del 15’28%. Tres meses antes, en la primera EPA del año, encontramos el primer índice superior a la actual, con un 16’7% de paro registrado.

En cuanto a Catalunya, es la comunidad del Estado que más empleos ha visto desaparecer, con casi 224.000. El número de catalanes parados ha pasado de 412.000 a 473.000, haciendo que el dato de paro global llegue al 12’8% y la de menos de 25 años se sitúe en 35’6%. Hay que retroceder tres años justos, hasta la segunda EPA de 2017, para encontrar un índice de paro superior a la actual en Catalunya. Entonces el dato se situó en el 13’2%.

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