Seguimos en unos momentos de incertidumbre y cierto miedo social a un virus agresivo y aún desconocido. La crisis sanitaria, económica y social derivada del rápido contagio y los rebrotes busca soluciones desde las administraciones públicas y ha supuesto un importante receso de muchos sectores económicos que reclaman medidas para superarlo. El estallido de la pandemia y el estado de alarma posibilitó que los trabajos invisibles, feminizados y precarios estuvieran en el centro. Salíamos cada tarde a aplaudir en un homenaje comunitario a aquellas personas que permitían que teletrabajáramos y nos quedáramos en confinamiento.

La alabanza duró hasta la desescalada: los horarios de salida coincidían con los aplausos, que fueron menguando hasta consensuar una gran aplauso final. La pandemia continúa pero hemos ido olvidando la precariedad de estos sectores, los peligros asociados a ellos y las horas y esfuerzos dedicados. En paralelo hemos ido descubriendo los riesgos del teletrabajo y han surgido las consecuencias del confinamiento. Los trabajos invisibles, a pesar de ser la clave, permanecen invisibles y apartados de las soluciones.

Los trabajos de atención y cuidado son los que más han sufrido la pandemia, tanto desde una vertiente profesional como dentro de los hogares. La vida no funcionaría sin estos trabajos que son imprescindibles para su sostenimiento y sin embargo han sido apartados del centro de las políticas y siguen precarizados.

La “nueva” normalidad sigue construyéndose en base al viejo patriarcado y antiguas desigualdades. Que todo cambie para que todo quede igual. El miedo al virus ha permitido recortes de derechos; la emergencia y aumento de situaciones de pobreza permite desvirtuar la necesidad de un cambio paradigmático hacia un nuevo modelo económico. Las nuevas necesidades llevan a demandas planteadas que hace tiempo habían recibido respuesta.

El manifiesto “Una Renda Bàsica, Ara!” o el “Pacte per una Economia per la Vida“, plantean demandas y soluciones a estas dicotomías. Nuevas necesidades reclaman nuevas respuestas. La emergencia económica y social reclama un nuevo modelo económico más igualitario, más democrático y no vinculados exclusivamente a la economía productiva. Cualquier solución pasa por volver a poner en el centro los trabajos de cuidado.

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