En las series cinematográficas de éxito nunca falta una película que explica cómo se llegó al punto de partida que el espectador pudo ver en el primer largometraje. Para hacer el mismo ejercicio, en el caso Pujol habría que retroceder a 1990-1992. O incluso antes. Porque las presuntas fechorías del clan empiezan en aquella época. Así, al menos, lo ve el juez José de la Mata, quien en el relato de los hechos escribe que “los miembros de la familia Pujol Ferrusola han desarrollado a lo largo de los años una estrategia coordinada para acumular y repartirse, desde 1990 y de forma continuada, las cantidades millonarias de ilícita procedencia que acumularon directamente relacionadas con percepciones económicas derivadas de actividades corruptas”. La primera cuenta que se abre en la Banca Reig de Andorra (posteriormente, Andbank) se remonta a 1990, si bien los primeros movimientos son de 1991, y sobre todo la operativa se regulariza a partir de 1992 con la apertura de las cuentas del resto de hermanos y la madre superiora.
En 1990 Pujol ya hacía diez años que gobernaba en Cataluña, con unas mayorías parlamentarias incontestables en las elecciones de 1984 y 1988. Disfrutaba de un gran aprecio y popularidad entre su electorado y nada hacía peligrar la hegemonía convergente, como tampoco el Estado de las autonomías ni la misma democracia, fantasma que se había esfumado tras el fallido intento de golpe de Estado de 1981. Los siete hijos del matrimonio estaban en la universidad, ampliando estudios en el extranjero o ejerciendo ya una profesión, como economista el mayor o arquitecto la segunda. Todo iba sobre ruedas. ¿Por qué, pues, se toma entonces la decisión de generar un patrimonio familiar offshore?
Dos herencias sin evidencias
La explicación oficial, la del legado, encajaría bien con las fechas. Nadie mete la mano colectivamente en ninguna parte, sino que lo que sucede en 1990 es que Jordi Pujol pide a su primo Joaquim Pujol Figa que releve a Lluís Prenafeta en el cargo de secretario general de Presidencia, y esto obliga a la familia a buscar un nuevo albacea para el patrimonio que el abuelo Florenci dejó en el extranjero, responsabilidad que recae sobre Jordi Pujol Ferrusola (quien siempre afirmará que ignora donde estuvo el dinero del abuelo antes de llegar a su poder).
De esta explicación oficial, sin embargo, el juez De la Mata recuerda que no se ha aportado la más mínima evidencia. En la comparecencia ante la comisión de investigación de 2015, el Júnior habló de una carta manuscrita del abuelo Florenci a su madre, Marta Ferrusola, donde le explicaba por qué había decidido dar este dinero (que el mismo Júnior cifró en 140 millones de pesetas en divisas) a sus nietos. Pero ni siquiera esta carta ha aparecido nunca, al menos no hasta la fecha. En el acto de procesamiento aparece otra herencia, o presunta herencia, puesto que Marta Ferrusola explicó en su declaración ante el juez que una parte de su dinero salía también de dinero que su padre le había dejado a ella. Pero sigue sin haber ninguna evidencia, porque el testamento oficial dice otra cosa, y el juez tampoco le otorga ninguna credibilidad.
Todavía habría otro dato que podría encajar con la versión oficial. En 1990 el último de los cachorros del clan llega a la mayoría de edad. Oleguer cumple 18 años, y esto tal vez permite empezar a pensar en repartir el legado entre los hermanos. En 1990 el resto tienen 32 (Jordi), 31 (Marta), 27 (Josep), 25 (Pere), 23 (Oriol) y 21 (Mireia).
Al contrario, si se descarta la explicación oficial (porque no hay ninguna prueba y porque parece difícil que un abuelo deje dinero a sus nietos por parte de hijo pero no a los de la parte de la hija, pero sobre todo porque tampoco explica todos los movimientos bancarios registrados posteriormente), y se considera la tesis del juez instructor, según la cual los Pujol empezaron a enviar dinero a Andorra a partir del año 1990 procedente del tráfico de influencias, entonces es lógico preguntarse por qué entonces y no antes, o después (o nunca). ¿Qué sucede alrededor del cambio de década de los ochenta a los noventa que precipite esta decisión?, ¿es simplemente la ambición de los hijos por acumular mucho dinero y vivir la vida a tope?, ¿es el cobro de una deuda que la familia considera que Cataluña tiene hacia ella?, ¿es una reserva de seguridad por lo que pueda ocurrir? Todo lo que se pueda escribir ahora mismo al respecto no son más que especulaciones, pero para los historiadores del futuro se pueden dejar algunas pinceladas sobre hechos que, combinados o por separado, quizá tuvieron alguna influencia en aquella decisión.
Banca Catalana y Casinos de Catalunya
Banca Catalana iba a ser el gran banco nacional de Cataluña y acabó siendo un fiasco que Jordi Pujol y su entorno siempre han llevado clavado en el corazón. Cada vez que él, su mujer o sus hijos se han referido a Banca Catalana ha sido para hablar de uno de los episodios más dolorosos de su vida, superior seguramente al encarcelamiento de Pujol durante el franquismo. Su versión es que la quiebra la instigó, o cuando menos la favoreció, el Gobierno del Estado y la posterior querella fue un intento “indigno” de enterrarle políticamente. Es decir, según el relato pujoliano, con el caso Banca Catalana primero les quisieron arruinar y después rematar.
En 1986, no obstante, el plenario de la Audiencia Territorial de Barcelona decidió exculpar a Jordi Pujol del caso, gracias al hecho de que, según sostiene Pere Ríos en el libro Banca Catalana, caso abierto, alguien convenció a una mayoría de magistrados que miraran al techo en lugar de leer el sumario, porque según este periodista tampoco es cierto que Felipe González y su gobierno tuvieran ningún interés de ver a Pujol entre rejas.
Cuatro años más tarde, en marzo de 1990, la misma Audiencia absuelve al resto de los procesados. Por lo tanto, el caso Banca Catalana se cierra definitivamente el mismo año que Jordi Pujol Ferrusola abre la primera cuenta de Andorra. En su libro, Pere Ríos afirma que, de acuerdo con aquel sumario que los magistrados no quisieron leer, Pujol nunca regaló sus acciones de Banca Catalana a la Fundación Catalana (creada por la misma entidad con la misión de hacer país), sino que simuló la venta, y que mientras miles de pequeños accionistas perdían sus ahorros él pudo recuperar una parte importante de su inversión cuando el Banco de Vizcaya absorbió la entidad catalana. Para Ríos, pues, el origen del legado podría ser este dinero.
La pesadilla se había terminado, pero estaba empezando otra, puesto que a finales de 1989 estalla el primer escándalo de corrupción que pone el foco en la financiación ilegal de Convergència Democrática de Cataluña. Un altísimo cargo de la empresa Casinos de Catalunya, su director financiero, denuncia que su empresa ha servido para financiar a CDC a través del pago de facturas falsas a empresas de comunicación estrechamente vinculadas al partido, entre las cuales cita Avui, El Correo Catalán, La Vanguardia, Cadena 13 y la firma publicitaria Tiempo BBDO. El llamado caso Casinos acabaría archivado años después, en parte porque no existía aún el delito de financiación ilegal y para aplicar el de estafa o apropiación indebida hacía falta que el estafado (¿Casinos?, ¿La Generalitat?) denunciara, y en parte, porque también el juez instructor prefirió mirar el techo en lugar de las pruebas.
Javier de la Rosa y Grand Tibidabo
En cambio, el auto de procesamiento deja entrever que el primer dinero ingresado en Andorra por el Júnior proviene del antiguo Consorcio Nacional de Leasing (CNL), una empresa creada en los ochenta que llegó a recaudar 30.000 millones de pesetas (unos 180 millones de euros… ¡de la época!) gracias a las aportaciones de miles de pequeños ahorradores que creían que estaban invirtiendo en un producto financiero seguro, cuando en realidad estaban comprando títulos. El ideólogo de aquel gigante lo acabó dejando en manos de Javier de la Rosa, que entonces era el empresario de moda. De la Rosa fusionó CNL con El Tibidabo, compañía que hacía poco había comprado, y de aquí nació el holding Grand Tibidabo, inicialmente concebido para ser la promotora del parque de atracciones de Vila-seca i Salou.
Los trapicheos del financiero y su camarilla no tardaron en generar un agujero de grandes dimensiones en la compañía, por el que sería juzgado, condenado y enchironado. Y en una de aquellas operaciones –la famosa venta de la sede de CNL a la Generalitat, por la que la administración pagó un precio desorbitado– la mordida alimentó muchas bocas, empezando por una compañía instrumental del mismo De la Rosa, pero también fue la primera operación documentada de la que Jordi Pujol Ferrusola obtiene una comisión, en 1991, que se ingresa en la cuenta que había abierto hacía poco en la Banca Reig. En el auto de procesamiento, el juez escribe que, según un informe de la UDEF, el 1 de agosto de 1991 la cuenta andorrana de Jordi Júnior registra el ingreso de un cheque por un importe de 8,5 millones de pesetas (algo más de 51.000 euros).
El origen de este dinero sería el siguiente: la venta de la sede de CNL generó una comisión de 252 millones de pesetas que cobró ACIE, una sociedad instrumental de Javier de la Rosa. De aquí se pagó una nueva comisión de 210 millones a Coterma (sociedad instrumental de Lluís Prenafeta), que a su vez hizo varios pagos (el más elevado, a la sociedad editora del diario El Observador), y uno de ellos fue de 9,3 millones que llegaron a una sociedad del asesor fiscal Joan Anton Sánchez Carreté, quien se quedó una pequeña parte y pagó el resto (8,5 millones) al Júnior. En el libro JR El Tiburón, escrito por los periodistas Manel Pérez y Xavier Horcajo en 1996, ya se habla de esta comisión del Júnior porque la explica un testigo al juez que instruye el sumario de la descapitalización de Grand Tibidabo. Pero los mismos periodistas consideran que no queda demostrada, seguramente porque el testigo le atribuye la cifra total que en realidad cobró Prenafeta.
Grand Tibidabo es la historia de un calvario para los miles de pequeños accionistas que pusieron dinero en CNL, entre los que había un buen número de congregaciones religiosas. Todavía hoy mantiene el nombre del parque de atracciones, si bien desde el año 2000 no tienen nada a ver una y otro, puesto que la empresa entró en quiebra y el Ayuntamiento de Barcelona acabó adquiriendo el parque a través de un convenio con la Seguridad Social. Los administradores de Grand Tibidabo se han pasado años tratando de resarcir de las pérdidas a sus impositores, y por eso se personaron como acusación particular en el caso Pujol. Después, la empresa ha entrado en liquidación, y por eso la familia Pujol ha pedido al juez que la excluya de la causa.
Prenafeta y los fiascos empresariales
La segunda mitad de los años ochenta fueron económicamente espléndidos. Los PIB catalán y español crecieron con ímpetu, por encima de la media europea. También es la época del pelotazo, del dinero fácil, de descubrir y adorar a los reyes midas capaces de ganar ingentes cantidades de dinero en operaciones de la noche al día. La prensa reflejaba esta euforia, pero no a todo el mundo le iba tan bien. Por ejemplo, la peletera Tipel, el grupo empresarial de los Prenafeta, empieza a sufrir serias dificultades durante la segunda mitad de los ochenta, producto de la creciente competencia exterior y de algunas inversiones poco acertadas, una crisis que durará varios años y que arrastrará la compañía a la quiebra a mediados de los años noventa.
En aquellos momentos la relación entre los Pujol y los Prenafeta es muy estrecha. No solo por el contacto diario entre el presidente y el secretario general de Presidencia, sino también en la vertiente familiar y empresarial. Los Prenafeta contratan a Jordi Pujol Ferrusola, que trabajará de comercial en la peletera entre 1984 y 1987. El Júnior siempre repite que en 1987 deja Tipel, pero en realidad entra en el pequeño negocio de mayorista de tejidos del abuelo materno (José Ferrusola SA, que cambia de nombre a Geset Afers), que arrastraba fuertes deudas, y propicia su absorción por parte del grupo Prenafeta. La sede de Geset (el nombre sale de su dirección, Girona 7) es donde se ubica también la división de diversificación del grupo Prenafeta (Vilassar Internacional), para invertir en supermercados, inmobiliaria y seguros, que poco después pasará a dirigir Artur Mas. La fuerte inyección de capital hecha entonces no tuvo los resultados esperados, y mientras otros ganaban millones a espuertas, Tipel y sus filiales iban de mal en peor, una situación que se agrava aún más al cambiar el contexto económico a principios de los noventa. En 1994 presentará suspensión de pagos y en 1995 la quiebra.
También hay noticia de una empresa creada en 1990 por Jordi Pujol Ferrusola, Mercè Gironès y otros socios, denominada Hot line Computer SA y dedicada a la comercialización de material informático, que sucumbirá en pocos años. El Júnior dimite de sus cargos en febrero de 1993 y la empresa se declara en situación de quiebra seis meses después.
La amenaza del roquismo
Jordi Pujol dividió sus memorias en tres volúmenes. El primero va desde la niñez hasta el año 80, cuando llega a la presidencia de la Generalitat. El segundo va de 1980 a 1993 y el tercero de 1993 a 2011. Al final del segundo volumen se refiere a una cuestión que tal vez ayuda a entender el momento. El capítulo lo titula “Los calendarios no coincidieron” y se refiere a las legítimas pretensiones de Miquel Roca de sucederlo como líder del partido, que se empiezan a hacer patentes en los primeros años noventa, cuando Pujol ya hace años que gobierna y empieza a sentir la presión para que anuncie que las elecciones de 1992 serán las últimas a las que se presentará. Por primera vez, pues, el entorno de Pujol ve que peligra su liderazgo, y esto quiere decir que peligran también sus sillas.
Pujol recuerda que en 1992 Roca tenía 55 años y hacía quince que era diputado en Madrid y número dos in pectore. Y que por lo tanto podía considerar que le había llegado la hora de recibir el testigo, pero “los calendarios no coincidieron”. De lo que no habla es de la encarnizada lucha que se desata aquellos años entre el roquismo y el pujolismo, que acabará provocando la renuncia de Roca a la secretaría general del partido para dedicarse unos años a la política municipal y después pasar ya a la esfera privada. En realidad, como explican los periodistas Félix Martínez y Jordi Oliveres en Jordi Pujol. En nombre de Cataluña, el entorno de Pujol, y concretamente su hijo mayor –un militante de base entonces muy activo e influyente en CDC–, consideraba que Roca tenía demasiado poder en el partido y no paró hasta arrebatárselo. A raíz de este pulso empezaron a aparecer las primeras filtraciones sobre el hijo de Pujol en algunos medios, que los Pujol siempre atribuyeron a Roca. Y jamás se lo perdonaron.
La nueva hornada de dirigentes convergentes que sale de aquellos primeros años noventa ya no pertenece a la generación de Pujol, ni a la de Roca, sino a la generación de Pujol Ferrusola, empezando por Felip Puig, amigo suyo desde los cinco años y que será, durante mucho tiempo, el hombre fuerte del partido. Y continuando por Artur Mas, con quien el Júnior ha congeniado en el grupo Prenafeta y con quien colabora para echar al roquismo de la influyente agrupación de Sarriá-Sant Gervasi de CDC, según explica Montse Novell en el libro Artur Mas. Biografía de un delfín. La agrupación de Sarriá-Sant Gervasi era la de los Pujol, ahí se habían conocido Marta Ferrusola y Lluís Prenafeta, y en aquellos momentos su gerente era Ramon Gironés, el suegro del Júnior (y uno de los 27 investigados en el caso Pujol).
La viuda de Tarradellas
Entre 1980 y 1988, cuando murió, Josep Tarradellas fue un expresidente jubilado, y de hecho es la primera experiencia de presidente jubilado que hay en la Cataluña moderna. Había llegado de Francia con una mano delante y otra detrás, y prácticamente tampoco posee nada cuando abandona la presidencia tres años después de su retorno a Cataluña. Se ha explicado a menudo que tardó muchos días en abandonar la Casa dels Canonges (residencia oficial de los presidentes de la Generalitat), y que lo hará para ir a vivir a un piso de la Vía Augusta que le cederá la Diputación de Barcelona. Un piso y una pensión.
Se ha escrito mucho sobre Tarradellas, pero prácticamente no se sabe nada de su situación económica esos últimos años, y todavía menos sobre los 13 que le sobrevivió su mujer, Antònia Macià, fallecida en 2001. Fueron años que fue tirando en parte gracias a la ayuda que recibió de las amistades de su marido. En el libro El Virrey, el periodista José Antich explica que un día de finales de 1985 Tarradellas quiso ir ver a Jordi Pujol en el Palau de la Generalitat para llevarle dos maletas que había estado guardando durante muchos años con “documentación de gran valor”. Pujol accede a comprarlas, en nombre de la Generalitat, por ocho millones de pesetas, pero cuando Tarradellas abandona su despacho le comenta a Lluís Prenafeta que las guarde en algún rincón y no se moleste a mirar su contenido, puesto que, según se sobreentiende, ha accedido a pagar aquel dinero por caridad, puesto que sabe perfectamente que el expresidente ha cedido todo su archivo al Monasterio de Poblet. Unos años más tarde, cuando Prenafeta es destituido y está recogiendo sus cosas vuelve a encontrarse aquellas dos maletas ahí donde las había guardado y las abre por curiosidad. Y, efectivamente, escribe Antich, solamente había recortes de diario.
La pesadilla de Banca Catalana había acabado, pero surgía sin esperarla una nueva amenaza judicial; las inversiones en la economía real acumulaban pérdidas, a la vez que se entraba en contacto con tiburones capaces de transformar los panes en oro; el roquismo presionaba para forzar un relevo generacional en la cúpula del partido, mientras una exprimera dama vivía sus últimos años de prestado, una experiencia posiblemente impactante para su sucesora… ¿Explica alguno de estos factores la decisión de contar con un rinconcito familiar offshore? La historia lo tendrá que aclarar.


