Todas las comunidades autónomas que conforman España están menos preparadas para adaptarse al teletrabajo que como deberían estarlo, en proporción a la cantidad de población con estudios postsecundarios. Así lo revela un estudio llevado a cabo por Cem Özgüzel, Paolo Venere y Rudiger Ahrend, publicado en el portal VoxEU del Centro de Investigación en Políticas Económicas (CEPR, en inglés).

La investigación tiene como objetivo evaluar el potencial teletrabajo que se puede llevar a cabo en “30 economías desarrolladas”, dicen los autores. En concreto, la muestra escogida son los 27 Estados miembro de la Unión Europea, además de Suiza, Turquía y Estados Unidos.

El método escogido para determinar el porcentaje de adaptabilidad que tiene un trabajo para ser hecho desde casa depende de sus características. En este sentido, y como ejemplo, “las ocupaciones que requieren que los trabajadores estén en los exteriores (como reparto de comida) o utilizar un equipamiento pesado (como un vehículo) son considerados con poco potencial de teletrabajo”, apuntan. “Al contrario, los empleos que sólo necesitan un portátil y una conexión a Internet (contable o especialista en finanzas) tienen un gran potencial de teletrabajo”, añaden.

Una de las aportaciones que han hecho los autores es demostrar que, a más formación terciaria, más posibilidad de adaptar el puesto de trabajo a la residencia habitual. El resultado, fruto de relacionar las variables de nivel de educación de la población y de porcentaje de contratos susceptibles de convertirse en teletrabajo, se aprecia en la correlación del gráfico.

Sin embargo, España [representada en rombos grises oscuros] es una excepción de la norma. Como también sucede en Turquía, existe una adaptabilidad al teletrabajo menor a la que correspondería, de acuerdo con la formación de la población. Entre las razones que propone el equipo científico está “la composición industrial, la sobrecualificación potencial u otras características específicas de los mercados laborales nacionales”. El Estado alemán también presenta una irregularidad, pero con una adaptación superior a la esperada.

El hecho de que algunos Estados, o zonas dentro del mismo, puedan adaptarse mejor que otros al modo remoto “reduce los costes económicos del confinamiento”, encuentran los expertos. “Mientras los confinamientos han forzado a muchos a dejar de trabajar, otros fueron capaces de seguir haciéndolo desde casa, al menos parcialmente y a veces sin ninguna reducción”, añaden.

La poca adaptación de los trabajos que tienen lugar en España -con una gran dependencia del sector servicios, especialmente el turístico – podrían explicar las tan negativas previsiones que han hecho los organismos económicos para su economía en los próximos meses. Por ejemplo, con los datos del segundo trimestre, España encabeza la lista de tasa de paro de la zona euro y su contracción del PIB ha sido la más fuerte en la Unión Europea.

En la muestra del estudio, formada por 30 estados, las divergencias son notables. Luxemburgo es el país líder, con un 50% de la población que puede trabajar desde casa. En la cola, con un 21%, está Turquía. España, con poco más de un 30%, queda en la parte baja de la clasificación, sólo por delante de Rumanía, Eslovaquia y la ya mencionada Turquía.

Según la Encuesta de Población Activa de 2019, sólo un 4’8% de la población española trabajaba normalmente -todos o más de la mitad de los días- desde casa. El número de ocupados ocasionales en formato teletrabajo fue del 3’5%. Desde principios de verano, el Ministerio de Trabajo trabaja en los trámites para la redacción de una ley que regule las condiciones del teletrabajo, con el fin de garantizar los derechos laborales en esta nueva versión del empleo. Esta semana se han iniciado las conversaciones formales entre el Ministerio, los sindicatos y la patronal para poder llevar a cabo, finalmente, esta regulación.

Las ciudades, más propensas al teletrabajo

El otro hallazgo del estudio es la gran brecha existente entre los ambientes más rurales y los más urbanitas, así como una notable diferencia en la capacidad de adaptarse al teletrabajo entre las diferentes regiones que forman un Estado. “Las ciudades, y las capitales en particular, tienen más porcentaje de empleos adaptables al teletrabajo”, escriben los autores. En concreto, calculan que las ciudades, considerando las villas de más de 50.000 habitantes, tienen “13 puntos porcentuales más de trabajos adaptables a casa que en las áreas rurales”.

En este sentido, el equipo que ha elaborado el informe ve un contrapunto positivo para la economía de las ciudades. Recuerda que “si bien las grandes ciudades pueden sufrir una propagación más rápida del virus por una gran densidad de población y que están especializadas en sectores especialmente golpeados por los confinamientos, el mayor potencial de teletrabajo puede proporcionar una fuente de resiliencia ante el choque económico de la crisis de la Covid-19 “.

El desequilibrio entre territorios más urbanos y más rurales se traslada a una notable diferencia entre las regiones de los estados analizados. En promedio, apuntan los expertos, hay un 15% de diferencia entre la región más predispuesta a este tipo de empleo sobre la que lo está menos. En cuanto a la región en que se encuentra la capital del Estado, tiene un 9% más de capacidad de adaptación que el Estado en global. “Las disparidades regionales en la capacidad de trabajo remoto reflejan claramente el nivel de educación de la mano de obra”, aseguran.

En el caso de España, se cumple la tendencia de más capacidad de teletrabajar en la región donde se encuentra la capital. La Comunidad de Madrid tiene un índice potencial de más del 40%, mientras la estatal ligeramente supera el 30%. Por detrás en la clasificación, con un umbral de entre el 30 y el 35%, están Catalunya, Euskadi, La Rioja y Asturias.

Condiciones y dificultades del teletrabajo

Los mismos autores del estudio recuerdan que los cálculos están basados ​​en la capacidad de adaptación. Con todo, “el número real de trabajadores que pueden hacerlo desde casa dependerá de la existencia de una conexión a Internet de calidad en la región, así como en la disponibilidad de los equipos necesarios para los trabajadores”. Por ello, asumen que “la ya gran brecha” entre la ciudad y los territorios rurales “puede ser aún mayor” si se analizaran las condiciones de acceso a una conexión y disponibilidad de herramientas óptimas.

En una línea similar, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) asume que “si bien el teletrabajo puede reducir algunos de los impactos económicos inmediatos de las medidas de distanciamiento social, en la práctica está reducido a un pequeño grupo de trabajadores”. Basándose en los datos del Reino Unido, reconocen que “el teletrabajo se limitaba a los trabajadores mejor pagados”. La OCDE, además, recuerda que el teletrabajo a menudo se debe compaginar con “responsabilidades adicionales de cuidado en caso de cierre de la escuela, así como la necesidad de apoyar a los amigos y familiares vulnerables o aislados tanto dentro como fuera del hogar”.

El profesor y experto en empresas Jordi Ojeda reconoce los beneficios que conlleva el teletrabajo, más allá de la situación actual derivada de la Covid-19, pero también alerta de que “puede tener riesgos psicosociales que pueden provocar una disminución de la productividad y el rendimiento”, así como “complicar la corresponsabilidad en el hogar y acentuar diferencias desde una perspectiva de género”.

Ojeda recuerda que “se deberán respetar las condiciones de trabajo para que todas las partes salgan ganando”. Por ejemplo, apunta a que la empresa se debería hacer cargo de “la idoneidad del lugar, los recursos necesarios y la asunción de gastos”. En este sentido, y a la espera de la redacción de la ley que prepara el ministerio dirigido por Yolanda Díaz, los sindicatos insisten en que hay que “velar porque el teletrabajo no se convierta en ‘teleprecarietat “.

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