El tema de las armas, como el de la pena de muerte, está presente en el subconsciente de millones de norteamericanos. Es inútil tratar de convencerles de que la pena capital no es disuasoria y es inútil recodarles la masacre en un instituto de Denver. La mayoría de norteamericanos no cambiarán de opinión. Sólo entre las mujeres es perceptible un rechazo mayoritario a las armas y una débil oposición a la pena de muerte. Quizá porque son creadoras de vida ven más claro la inutilidad de tanta muerte. Sobre las armas mantuve una larga conversación con una mujer.
No es cierto que con las armas sólo matan los delincuentes. En todas las masacres cometidas con armas los que han disparado no se ajustaban al estereotipo del delincuente. Más bien lo contrario: eran gentes fuera de toda sospecha, incluso con licencias de armas. Es un dato que permite desmentir que a mayor número de armas para la defensa personal la sociedad es más segura.
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