El pasado miércoles 16 de septiembre nos dejó mi abuela, Núria Gispert, a causa de una parada multiorgánica después de haber sido operada de un cáncer de colon. Su legado y su huella en la ciudad de Barcelona y en Cáritas, ámbitos a los que dedicó la mayor parte de su trayectoria profesional y vital, siguen hoy en día vigentes.
Se hace difícil resumir toda su labor social y política durante los dieciséis años que fue concejala de Barcelona. Sí que me gustaría resaltar, sin embargo, su contribución decisiva a impulsar los centros cívicos. Recuerdo que mi abuela me explicó, hace pocos meses, las enormes dificultades que implicó construir y dotar de actividades a los centros cívicos. Como me relató ella misma, la apertura de un recinto de estas características comportaba reuniones varias vísperas con los vecinos y las entidades sociales del barrio a fin de hacerlos partícipes de la construcción del centro cívico, así como para cohesionar las acciones impulsadas desde el consistorio.
Cabe destacar, sin embargo, que en más de una ocasión tuvo que hacer frente a intereses contrapuestos de los propios vecinos, pero su talante dialogante y su perfil de consenso permitieron que dificultades como ésta no fueran un escollo para que los centros cívicos salieran adelante. Otro de los retos a los que se enfrentó fue la planificación de actividades sociales, culturales, musicales… para estos equipamientos.
La concejalía que ella dirigía disponía de un presupuesto bastante pequeño, lo que provocaba que tuviera que buscar permanentemente fondos de financiación para poder llevar a cabo los talleres o las charlas. Las generaciones más jóvenes tendemos a creer que los centros cívicos han existido toda la vida, pero no ha sido así. Mi abuela, junto con muchas otras personas, apostó no sólo para la construcción de estos equipamientos, sino para garantizar que estos permitieran la promoción de las personas.
La promoción social fue su principal objetivo profesional a lo largo de toda su vida. Cada acción de mi abuela, ya fuera en el primer voluntariado que hizo en Can Tunis con sólo 14 años, en el Ayuntamiento de Barcelona o en Cáritas, buscaba que las personas de las capas sociales más desfavorecidas pudieran promocionar socialmente y tuvieran las mismas oportunidades que las clases sociales más acomodadas. Ella, sin embargo, no ocultó la dificultad de esta empresa y remarcaba siempre que era imprescindible escuchar a la otra persona. En este sentido, hizo una apuesta clara y decidida en Cáritas para conocer cuál era la situación y el entorno familiar y laboral de las personas que solicitaban ayuda para poder detectar sus necesidades.
Este espíritu de escucha al otro ha estado vivo hasta su último día, ya que desde que dejó Cáritas colaboró muy activamente en la ONG Braval, donde intentó aportar su visión sobre cómo pueden ascender socialmente las familias más vulnerables del barrio del Raval de Barcelona, principalmente venidas de países africanos, de Asia o de América del Centro y del Sur.
Por otra parte, mi abuela siempre buscó la compatibilidad de sus raíces profundamente cristianas con su compromiso político, que la llevó a militar durante buena parte de los compases del franquismo y hasta entrada la democracia en el Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC), formación política por la que fue concejala durante el primer mandato municipal y siendo una de las tres primeras mujeres concejalas a la corporación en 1979.
Posteriormente, se afilió al Partido de los Socialistas de Catalunya (PSC), donde ha militado hasta el día de su muerte con una gran fidelidad y un compromiso muy firme, a pesar de la complejidad de la política catalana de los últimos años. Asimismo, a pesar de haber sido una persona de partido, ha mantenido una relación muy cordial y afable con figuras de otras fuerzas políticas, ya que siempre entendió la cosa pública como un espacio de encuentro entre personas que piensan diferente.
Gracias, abuela por haber luchado durante la dictadura franquista y por haberte jugado la vida para que nuestra generación pueda disfrutar de un sistema democrático y de derechos sociales y políticos. Necesitamos tener muchas más Núrias Gispert para continuar conquistando derechos por los más vulnerables y construir una sociedad mejor. Caminar sin ti a partir de ahora será mucho más difícil. Echaré de menos tus reflexiones sociales y políticas, leer contigo el diario en verano mientras desayunamos, y contarte mis inquietudes y anhelos de futuro. Te agradezco mucho que me hayas enseñado los valores del respeto, la tolerancia, el pluralismo, el diálogo, la búsqueda del entendimiento, la perseverancia y la constancia, y que me hayas ilustrado que hacer nuestro mundo una algo mejor no es una utopía.


