
La Plataforma de Medios Independientes, formada dieciséis medios de todo el estado español, ha realizado una encuesta sobre la percepción de la ciudadanía respecto a la Monarquía y de otras instituciones del Estado. En primer lugar, toca agradecer la iniciativa. Si el CIS como institución pública no aborda este tipo de preguntas, es de recibo que sea el periodismo independiente y crítico que lo haga. Gracias.
Revisando los datos quiero hacer dos consideraciones. La primera es que, obviando las de Catalunya, y cogiendo sólo las de adscripción de partido y las de edad, la Monarquía tiene un soporte destacable, a pesar de los escándalos de corrupción, la actuación del 3 de octubre en el conflicto catalán, la crisis económica y la poca presencia que los reyes han tenido con la crisis del Covid.
Si en un momento político tan complicado, y con la fuga del rey emérito y las investigaciones de la justicia helvética, la institución tiene un apoyo tan elevado en la Comunidad de Madrid, el País Valencià y Andalucía, así como entre los votantes del PSOE – los del PP, C’s y VOX ya no les cuento por qué se consideran abiertamente monárquicos -, y con la mayoría de grupos de edad salvo las franjas más jóvenes, el rey Felipe VI puede estar más que tranquilo.
Aunque hierve la crítica en las redes y en las tertulias cada vez que hay un capítulo nuevo del escándalo, en el Estado aún prevalece el imaginario del 23-F, en el que la Monarquía se erigía como garante de la estabilidad política en España, post dictadura, un elemento primordial para analizar el apoyo vigente a los Reyes. Así que, desgraciadamente, y como por Constitución no están sometidos ni a reprobación pública ni a votación, parece que, si nada cambia en la sociedad española, tendremos corona para tiempo, dejando la actual crisis derivada de la fuga del rey emérito como una anécdota pasada en el tiempo.
La segunda consideración es relativa a los datos de Catalunya. Quien sube la media en relación con el rechazo a la monarquía y el apoyo al referéndum es Catalunya. Según la encuesta, más de un 64% de las personas entrevistadas estarían a favor de la República, un 66,7% votarían por la República en un posible referéndum, y se suspenden todos y cada uno de los miembros de la Casa Real.
Estos datos pueden tener varias explicaciones, pero hay tres conclusiones a comentar. La primera, que ya ha sido ampliamente analizada en todos los artículos que han comentado la encuesta, es que la actuación del rey Felipe VI el 3 de octubre en Catalunya pasa factura, y esta aumenta cada vez que visita Barcelona o Girona con dispositivos policiales draconianos por miedo a las protestas. La segunda es que la sociedad catalana, después de diez años de proceso independentista, ha virado objetivamente hacia la izquierda y esto afecta negativamente a la percepción de la monarquía como institución anacrónica, poco democrática y heredera del franquismo. Revisando las encuestas de valoración del gobierno y de las políticas públicas del CEO, en septiembre de 2020, el 52,8% de las personas encuestadas suspenden al gobierno catalán en la lucha contra los contratos temporales y un 48,7% en la lucha contra el paro – enfocando el problema del trabajo desde la precarización laboral y no como un problema de oferta cuantitativa. En cambio, en 2007 solo un 7,6% valoraban muy negativamente la gestión del gobierno en relación con la precariedad laboral y el año 2009 un 25% de las personas encuestadas aceptaban la gestión del gobierno en la lucha contra el paro. Es evidente que la situación estructural ha cambiado notablemente, y que las dos crisis (2008 y 2020) son de diferente origen y forma, pero hay que destacar la evolución en la opinión pública catalana de los últimos años. Lo mismo ocurre con la percepción sobre los servicios públicos: el año 2020 un 47,5% considera que los servicios públicos son muy importantes, y un 33,7% considera que los servicios públicos gestionados por empresas privadas dan peor servicio – frente de un 22% que considera que es mejor – y, en cambio, en el año 2009 un 25,7% de las personas entrevistadas pensaban que una empresa privada gestionaba mejor los servicios públicos, y un 42,1% de que era igual qué titularidad tuviera la gestión, y un 48,5% consideraba que el servicio privado daba mejores condiciones al servicio y solo un 26,4% apostaba por los públicos.
El tercer elemento que explica los resultados de la encuesta en Catalunya, es que el proceso independentista en Catalunya ha cuestionado el statu quo, el marco constitucional y las instituciones que forman parte del núcleo duro del aparato del estado español, hecho que contribuye a deslegitimar instituciones como la Monarquía y hace ver con buenos ojos propuestas como un posible referéndum. Y este último es un elemento sustancial en el análisis. Al margen de los debates de si sería deseable un referéndum sobre la monarquía – pienso que todo ariete contra el aparato de estado debe ser celebrado desde la izquierda -, el tema es que en Catalunya se debe preguntar sobre si la ciudadanía quiere vivir en una república catalana, y es la pregunta esperada que hace diez años que bloquea la situación política. Sin embargo, esto no invalida la importancia de la encuesta, pero si no se combinan las dos preguntas, con los datos que tenemos ahora, puede parecer que con un cambio de monarquía a república ya no hay conflicto nacional, y eso no es cierto. Es precisamente el conflicto nacional lo que explica el rechazo mayoritario a la monarquía, el viraje a la izquierda de la sociedad, y la apertura a mecanismos democráticos como el referéndum.
Pienso que el independentismo pierde el tiempo si centra el debate en si se defiende el referéndum como mecanismo para dirimir el apoyo a la monarquía en todo el estado – referéndums todos los que sea necesario, incluido el que hace años que se pide desde de Catalunya y desde los Países Catalanes -, si no que lo interesante son las consecuencias sociológicas del proceso independentista, que han supuesto un viraje a la izquierda de la sociedad catalana. Y es sustancialmente determinante en tesis como las de la izquierda independentista, ya que refuerza el viejo lema de queremos la independencia para cambiarlo todo.
Y en cuanto al análisis que se hace en el resto del estado, o entre los periodistas de los medios que han impulsado la iniciativa, no debería centrarse en el rechazo histórico de los Borbones en los Països Catalans (que es cierto pero no es ninguna novedad), sino en la actuación del rey el 3 de octubre y en la evidencia – que a veces parece invisible para determinados sectores de las izquierdas españolas – que es el conflicto nacional lo que articula políticamente buena parte de los agentes transformadores del Principat de Catalunya.


