Tras la noticia sorpresa de la candidatura de Salvador Illa, un buen amigo me envió un WhatsApp con un mensaje: “Tarradellas decía: Los socialistas ganarán en Catalunya el día que quieran ganar”. No sé si es una frase verdadera, pero yo no estoy de acuerdo y creo poder haber acumulado suficiente información durante los más de cuarenta y cinco años de afiliación socialista e incluso, durante una etapa, en algunos ámbitos de responsabilidad.
Otra cosa es si el PSOE ayudó suficientemente – en algunos momentos históricos concretos- al PSC para poder ganar en Catalunya o si, incluso, prefirió otras alianzas para asegurar la gobernabilidad de España. Queda claro esta vez que el PSC y el PSOE, dos partidos diferentes, pero vinculados por un único proyecto, van a la par. Por ello y por la fuerza del candidato, esta vez el PSC no sólo puede ganar las elecciones catalanas, sino que además puede liderar un gobierno de recuperación y de reconciliación catalana.
A los que conocemos a Salvador Illa desde hace más de treinta años y hemos seguido su recorrido profesional y político no nos ha cogido por sorpresa. Conocemos su forma de ser y sus valores. Pocos políticos son capaces de ligar, vehicular y proyectar dos valores indispensables de los políticos sólidos que hacen de la política el arte de la convivencia y progreso. En primer lugar, una voluntad y convicción de servicio público, de trabajar al servicio del bien común desde sus convicciones más profundas. Para Salvador Illa la acción política se fundamenta en una actitud de servicio a la comunidad en favor de las personas, como expresión de un compromiso moral, y en su caso, también cristiano. Estos son la clase de políticos que pueden cambiar las cosas porque miran mucho más allá de su entorno y de las mediocridades que siempre los rodean. Son rectos, frugales, austeros y buscan en el diálogo en el dificilísimo camino de la toma de decisión que debe marcar el siempre incierto camino de la política.
En segundo lugar, su competencia profesional, como ya hemos podido ver durante la gestión de la pandemia. Gestión que lo ha proyectado a nivel nacional como un nuevo líder. No ha sido una sorpresa porque su paso por el Ayuntamiento de la Roca, en la Conselleria de Justícia y en el Área Económica del Ayuntamiento de Barcelona han dejado siempre una gran huella. La profesionalidad, desgraciadamente, no es siempre habitual y, como lo vemos día a día, es una realidad casi inexistente en las actuales élites políticas en Catalunya y en España.
Salvador Illa puede liderar una nueva e indispensable etapa de recuperación y reconciliación en Catalunya. Después de una década perdida, la peor desde la Transición, y donde Catalunya se encuentra a las puertas de la decadencia y del cisma social, necesitamos un liderazgo competente, informado, generoso y decidido para reanudar la economía del país y afrontar los dificilísimos retos que nos vienen y, también, reconciliar una sociedad dividida, enfrentada y agotada. Una reconciliación esencial si queremos cambiar el ambiente político y su persistente deterioro, una reconciliación primordial para levantar una sociedad civil agotada, hastiada e, incluso, atormentada.
La decisión de Miquel Iceta de pedir a Salvador Illa que asumiera esta responsabilidad es también un ejemplo de un gran sentido político. Si me permiten la expresión, del “mejor PSC” que echábamos de menos. Iceta ha rehecho el PSC, lo ha guiado durante la travesía del desierto y ahora, con un gesto de gran generosidad y sin precedentes, apunta al futuro. No sólo vuelve Salvador Illa, vuelve también el PSC.

