–  Ei, Eli, ¿Cómo vas? ¿Ya duermes?
– ¡Hola! Pues algo más porque ahora ya solo damos biberones y nos lo repartimos.
– Ah ostras, ¿No das el pecho?
– No, no lo doy.
– Bien, ¿No pasa nada, no? Sí que es cierto que el vínculo con la teta es más fuerte, pero seguro que crece muy sana.

¿Os suena? Corre la teoría de que el vínculo con nuestras criaturas se construye mediante la alimentación, y en concreto, con el pecho. ¿Cuánto tiempo de dar pecho garantiza un apego seguro? ¿Cuanto más pecho mayor vínculo? ¿Las personas adoptadas no tienen vínculo con sus madres o padres? Dicho así suena ridículo y más cuando constatamos que si fuera cierto, estaríamos hablando de que la mitad de la humanidad estaría desapegada de sus madres o de sus figuras cuidadoras. Aun así, esta teoría tiene bastantes adeptas, también entre cierto personal médico y no médico que acompaña maternidades y crianzas.

Justo es decir que relacionar el vínculo, en este caso apego seguro, con la alimentación no es una teoría nueva. La defendían psicólogos conductistas y psicoanalistas en los cincuenta, pero sigue vigente a pesar de que ha sido desmentida, ya no solo por el sentido común y la experiencia personal de muchas mujeres que no han dado el pecho –o de familias adoptivas –, sino también a partir de evidencia científica.

Dejando a un lado por un momento el maltrato animal del experimento de Harry Harlow con macacos rhesus, en aquella época ya se descubrió que el primer vínculo no se construía con la alimentación, sino con la respuesta afectiva que se daba a las crías. Así pues, no solo el apego seguro no se construye con el pecho, sino que no se construye con la alimentación, es decir, tampoco con el biberón. Tengo que deciros que mi hija a día de hoy está alimentada con biberón que doy yo o el padre y de vez en cuando la abuela, el abuelo, la tía…y no deja de quererme ni de buscarme cuando necesita reconforte y seguridad. Es cuando las figuras cuidadoras damos respuesta a esta necesidad de protección, a los estados emocionales y a los descubrimientos de nuestra criatura, que ésta puede crecer con un apego seguro con nosotros y establecer relaciones sanas con el resto de la sociedad.

Así pues, portear o no, dar el pecho o el biberón, parir de forma natural o no, no tienen una relación causa-efecto determinante para el establecimiento de un vínculo emocional seguro. En cualquier caso, algo que sí que contribuye a construir un apego seguro, entre otros, es que las mujeres estemos emocionalmente acompañadas en un periodo de máxima vulnerabilidad para así poder cuidar nuestras criaturas y responder a sus estados emocionales. Y esto pasa antes que nada, por respetar y acompañar nuestras decisiones durante el embarazo, el parto y el postparto, sin juicios ni dogmas. Nosotras ya lo sabemos, y por eso a menudo nos repetimos aquello de “cuidémonos para poder cuidar” que es tan difícil de cumplir, ya que a la vez choca con otros muchos mensajes que recibimos que nos exigen una entrega absoluta sumada a un acompañamiento insuficiente.

A mí misma, una comadrona me dijo que hacía falta que solo yo porteara a mi bebé, que no lo hiciera el padre de la criatura porque el bebé me necesitaba solo a mí. Como os podéis imaginar, después de parir no tenía la faja abdominal ni el suelo pélvico para sostener una criatura mucho rato. Otro ejemplo, una amiga con una mastitis crónica y después de 3 ingresos hospitalarios durante los primeros 2 meses me explicaba que una comadrona le había dicho que, si no quería dar el pecho y decidía extraerse la leche y darla con biberón, era importante que solo lo hiciera ella, a pesar de estar agotada. Cuando he leído otros consejos por el estilo, a menudo iban acompañados de teorías psicológicas sacadas de contexto o de argumentos esencialistas. Por suerte, mi hija tiene una tía camerunesa que nos permite ver la realidad desde otro punto de vista más práctico y así podemos relativizar. Para ella es impensable no criar en comunidad, y esto pasa por repartirnos las tareas entre toda la familia. Y nos dice que en su país lo hacen así para que la madre se pueda recuperar y estar bien para poder responder a las necesidades del bebé y trabajar. De hecho, más de una vez me ha sacado la niña de los brazos y me ha mandado a dormir.

El doctor Ramon Riera, médico-psiquiatra y psicoanalista con más de 30 años de experiencia, expone en su libro “La conexión emocional”, donde explica muy detenidamente como construimos estas conexiones emocionales que nos vinculan entre nosotros, que “un niño que repetidamente ve cómo su motivación para compartir sus intereses y estados emocionales queda frustrada, se formará un sentimiento plano, vacío y desvitalizado sobre él mismo y sobre el mundo que lo rodea”. Así pues, de forma muy simplificada, podríamos asumir que para establecer este apego seguro tenemos que responder y validar los intereses y estados emocionales de nuestras criaturas, y esto pasa por desarrollar “el complejo sistema de intercambio de señales expresivas (gestos, sonidos vocales, miradas) que permiten compartir los estados afectivos”.

Para bien o para mal, establecer un apego seguro con nuestras criaturas será algo más complejo que elegir si damos pecho o biberón o si porteamos o no, y nos supondrá, primero, un trabajo personal para identificar y cuidar los propios estados emocionales para así, después, poder entender y dar respuesta a los de nuestra criatura. Y por eso decimos que la crianza es un proceso de descubrimiento personal muy intenso que a veces será precioso y a veces no, y que lo mejor que podemos hacer es aceptar que lo haremos suficientemente bien.

En especial agradecimiento al Dr. Ramon Riera por revisar el artículo con cariño

 

 

 

 

Share.
Leave A Reply