El Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC) nació en 1982 como máxima expresión de la convulsión sufrida en el espacio comunista catalán, representado por el histórico Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). A pesar de que el debate fue presentado para el gran público dentro de un simplismo escandaloso -eurocomunistas contra pro soviéticos- las razones e implicaciones de la ruptura eran mucho más complejas, profundas y reales dentro de la clase obrera y los sectores populares de Catalunya. A diferencia de los proyectos políticos de la izquierda que existían en aquellos convulsos años de la Transición y siguientes y que desaparecieron o fueron siempre anecdóticos y sin ningún tipo de fuerza política real – podríamos hablar de los múltiples grupúsculos maoístas, trotskistas, estalinistas… – el PCC nació como una fuerza con miles de afiliados -si repasamos sus órganos primigenios como el Butlletí Informatiu, expresaban que habían llegado a los 7.500 pero los datos internos organizativos reales situaban las cifras reales superando por poco los 6.500-, cifra realmente importante, especialmente para un partido acabado de nacer de una escisión, con los medios de comunicación abiertamente en contra y en un contexto internacional y estatal de desplome del movimiento comunista.
El PCC no solo representaba un porcentaje importante de la clase trabajadora de Catalunya que tenía una visión crítica de la Transición, de la política de conciliación impulsada por el eurocomunismo tanto en el PCE-PSUC como en CC.OO. o de una posición abiertamente situada en el apoyo a la Unión Soviética y el PCUS en el contexto de Guerra Fría. Desde sus inicios defendió sin tapujos el derecho de autodeterminación de Catalunya y de una política de alianzas amplia, el llamado Front d’Esquerres, teorizado y planteado en 1983 y que en 1987 le llevó a crear Iniciativa per Catalunya junto al PSUC y Entesa dels Nacionalistes d’Esquerra (Para un estudio detallado del proceso de creación de Iniciativa per Catalunya: Moreno, David: La fundación de Iniciativa per Catalunya: historia de una confluencia política (1984-1987). Mientras tanto, ISSN 0210-8259, Nº. 122-123, 2014, págs. 189-207), candidatura que participó en las elecciones municipales del mismo año.
El PCC se había presentado en solitario a las elecciones catalanas del año 1984, pero se había quedado sin representación al no llegar al 3% necesario a pesar de haber obtenido entorno a 70.000 votos. En 1988 también concurrió a las elecciones al Parlament de Catalunya, situándose como tercera fuerza catalana, con el 7,7% y obteniendo 9 escaños, dos de ellos, dirigentes del PCC, Marià Pere y Celestino Sánchez.
La relación entre el PSUC -i posteriormente IC- y el PCC siempre estuvo cargada de conflictos y tensiones. Para las elecciones a la Generalitat de 1992, el PCC, se presentó en solitario y no fue capaz de llegar al 1% del electorado. En las autonómicas de 1995, con la recomposición del espacio de IC, el PCC volvió a obtener un diputado, Fidel Lora, militante de los CJC, juventudes del PCC. De nuevo la ruptura del espacio la encontramos en las históricas elecciones de 1999, cuando parecía que Pasqual Maragall al frente del PSC, seria capaz de desbancar a Pujol de la Generalitat. Estas elecciones enfrentaron a Iniciativa per Catalunya-Verds con la recién creada Esquerra Unida i Alternativa, impulsada principalmente por el PCE en Catalunya y el PCC, al calor del anguitismo. Rafael Ribó al frente de ICV cosechó 3 diputados por Barcelona y obtuvo dos más después de pactar listas conjuntas con el PSC en las otras tres demarcaciones, mientras que el candidato de EUiA, Antoni Lucchetti solo pudo obtener 44.000 votos y ningún escaño. Por un diputado, la suma de PSC, ERC, ICV, EUiA no llegaba a la mayoría absoluta.
En 2003, EUiA bajo la dirección del PCC y una ICV dirigida por Joan Saura, se presentó en coalición a la Generalitat, obteniendo 9 diputados y conformando el primer Tripartito o Govern d’Entesa. De estos 9 diputados, uno era de EUiA y del PCC, Jordi Miralles. La coalición se mantuvo electoralmente estable -el PCC a través de EUiA obtuvo siempre uno o dos diputados- hasta las catalanas del 2015, en las que al calor de las irrupciones en el espacio de la izquierda, ICV-EUiA participó con otros sectores -principalmente Podemos- en la creación de Catalunya Sí que es Pot. De los 11 diputados obtenidos, uno continuaba siendo de EUiA, el secretario general del PCC i coordinador de EUiA, Joan Josep Nuet.
En las últimas elecciones celebradas, en diciembre del 2017, después de la jornada del 1 de octubre y con el 155 aplicado en Catalunya, Catalunya en Comú-Podem, con Xavi Doménech a la cabeza obtuvo 8 diputados, uno de ellos para Nuet de nuevo.
Con la implosión del espacio, ICV desaparecido a causa de las deudas, Podem en proceso de descomposición y el espacio de EUiA desaparecido a causa de sus crisis internas, de su salida del proyecto de los Comunes y de la escisión de EU-Cat, estas serán las primeras elecciones en las que el partido heredero del PCC, actualmente llamado Comunistes de Catalunya, no concurrirá a las elecciones catalanas desde 1984.
En uno de sus últimos comunicados, la organización reconocía su impotencia para tejer una alianza electoral con la CUP, Anticapitalistes y el espacio de Guanyem con Dolors Sabater a la cabeza.
Todo parece indicar, que casi 40 años después de su nacimiento, este partido llega al otoño de su vida. Con apenas 300 afiliados, sufriendo permanentes escisiones internas, sin representación institucional ni en los municipios ni en la Generalitat, solamente contando con el “eterno” Joan Josep Nuet -desde finales de los años 80 enlazando cargos públicos o de partido-, como diputado en el Congreso a través de una táctica alianza -y como se ha visto débil y vacía- electoral con ERC. Sin presencia real en el mundo sindical ni en los movimientos sociales, e incluso con la histórica y céntrica sede de Portal de l’Àngel alquilada a una empresa privada -en lo que tiene de carga simbólica dicha realidad-, la experiencia de esta fuerza política catalanista, soberanista, comunista e internacionalista parece llegar a su fin. Una organización comunista por la que pasaron entre muchos miles, personas como Pere Ardiaca, Serradell “Román”, Ovidi Montllor o Neus Català o destacados activistas de otras generaciones más contemporáneas como David Fernàndez o Xavi Domènech entre otros. Un final, que al menos a nivel sentimental, dejará a muchos de nosotros huérfanos en parte por lo que representó y podía representar.



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El articulo da por acabada la vida de una tradicion de 100 años.
Da por acabada la historia del pcc i de comunistes de Catalunya.
El tiempo dirá,pero siendo parte del espacio comunista catalán asi como militante de comunistes creo que la liquidación del partido esta muy lejos.
Mucha experiencia acumulada como para tirar por tierra toda una tradición,proyecto y futuro.
Tal como dice el articulo miles y miles hemos pasado por el prtido.
Fidel Lora
Coincido contigo, Fidel. En qué se basa el articulista para decir lo que dice?
Apreciado Fidel. El artículo no da por acabada una tradición, sino que habla de un proceso de debilitamiento que ha llegado a unos extremos que se acercan, o entran directamente en la irrelevancia política. El artículo solo toca, de manera sucinta y especialmente fijándose en el aspecto más institucional -cita más espacios en los que se podría hablar profundamente con identico resultado, segun mi punto de vista- este proceso de debilitamiento e irrelevancia política y social que a todas luces indica un estado terminal.
Como muy bien dices y como el artículo plantea, el tiempo dirá si no se estaba en otoño y si en primavera.
David, la nostàlgia i el sentimentalismo no fueron nunca buena compañía para los proyectos emancipadores en la búsqueda de dar a la esperanza una fundamentación científica.
El espacio comunista catalán ha sufrido tres derrotas históricas en el siglo XX, y consecuencia de ello divisiones, fracciones y amargas rupturas que llegan hasta hoy. (tu artículo da cuenta notarial de ello), pero sigue siendo un proyecto con recorrido, precario como la vida de millones de trabajadores, pero tan noble como el deseo de una vida digna para la humanidad.
Recuerda, sólo el pueblo salva al pueblo, sólo nosotros decidimos cuando y dónde nos entierran.
Salud camarada!
Apreciado Juan. Como apunto en gran parte del artículo, especialmente al inicio y al final, el proyecto o el espacio donde se situan una serie de coordenadas, era, es y será necesario.
Desgraciadamente no se puedo estar de acuerdo con tu última afirmación voluntarista. La historia esta llena de organizaciones y espacios políticos que se negaron a “ser enterrados” pero que la historia les enterró, ya sea en la disolución o en la irrelevancia. No creo que se trate de mantener una bandera y unas siglas, sino de que estas u otras puedan ser útiles para acabar con esa precariedad y por una vida digna para todos y todas. Por eso, coincido de nuevo contigo, en que hay que dejarse de nostalgias y sentimentalismos.