Sergi Mingote fue un compañero, un referente, un político de causas compartidas y, sobre todo, un deportista sin límites que, como siempre decía: soñaba en grande y luchaba por conseguir hacerlo realidad. Desde que me llegó la noticia, no he dejado de recordar experiencias, momentos y conversaciones compartidas juntos. Aunque ahora cuesta creer lo que ha pasado y mucho más digerirlo.
Sergi será recordado como uno de los grandes nombres de la historia del alpinismo mundial. Pero era mucho más que un gran alpinista. Siempre tenía proyectos en la cabeza, siempre tenía nuevos retos que quería afrontar. Sergi era la definición del Deporte en esencia pura. Escaló la Polar Circus de Canadá, una de las paredes de hielo más altas del mundo, pero también había hecho maratones, triatlones, Ironmans o carreras como la Transpirenaica.
Pedaleando había terminado la Titan Desert y había cruzado diferentes desiertos. Nadando había cruzado el estrecho de Gibraltar. Y había llegado el polo Norte magnético con esquís.
Sergi pensaba en grande y tenía cuidado de los más desfavorecidos, de aquellos que tenían menos recursos, porque sabía que la práctica deportiva debía ser considerada como un derecho universal, un bien esencial para todos. Puso en marcha Onat Fundation para ayudar a las personas con diferentes capacidades y fue protagonista en otras luchas solidarias como la lucha contra el cáncer infantil.
Su libro ‘A pulmón, seis ochomiles sin oxigeno en 367 días’ es un perfecto retrato de lo que representaba Sergi, una vida comprometida con el deporte, de pasión y amor irrefutables por las montañas y de firme apoyo y visibilidad a diferentes causas sociales. Un ejemplo no sólo para el mundo del deporte sino también para el conjunto de la sociedad. Una persona ejemplar, única, irrepetible, que era capaz de transmitir los mejores valores del deporte: esfuerzo, sacrificio, espíritu de superación, perseverancia, resiliencia, respeto, solidaridad, compañerismo o igualdad.
Sergi entendía la práctica deportiva más allá del ejercicio físico, como un verdadero elemento clave del sistema social, educativo y sanitario, como una palanca necesaria para la cohesión social.
Tuve el gran privilegio de haber formado parte de una de sus charlas por todo el país. En ese caso fue para los jóvenes de secundaria del IES Bernat Metge en el barrio de la Verneda. Me maravilló la capacidad que tenía para atraer su atención y aún más para motivarlos.
No me cansaré de repetirlo: Sergi ha sido un auténtico referente. Estoy convencido de que en el mundo necesitamos más personas como él, que tengan la capacidad de amplificar los beneficios de la práctica deportiva más allá de la actividad física, de valorar la importancia del deporte más allá de los resultados competitivos y de los aprendizajes técnicos adquiridos. Que sean capaces de pensar en grande, de demostrar los efectos sociales que tiene el deporte y de difundir sus valores democráticos.
Era imposible no admirar una persona que luchaba por sus sueños. Su legado perdurará en todos aquellos que tuvimos la suerte de escucharlo y tendremos que ser capaces de transmitirlo a las sucesivas generaciones.
Siempre te recordaremos.

