Respiramos. Finalmente, Joe Biden es el cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos de América. No era evidente después de la deriva autoritaria del mandato Trump y del asalto al Capitolio. Como muy bien ha explicado Biden en su discurso de toma de posesión: “La democracia es frágil. Y en esta hora, amigos, la democracia ha prevalecido”. Sí, la democracia americana ha resistido, pero los años de Trump y de su movimiento populista MAGA (Make America Great Again) ha causado estragos en la sociedad americana: la división entre azules y rojos, urbano y rural, conservadores y progresistas es la más grande de la historia americana posiblemente desde la guerra civil.
Hay un dato devastador de la campaña de Trump sobre el resultado de las elecciones: según diferentes encuestas, el 34-37% de los norteamericanos creen que las elecciones han sido un fraude y, como resultado del mismo, para muchos americanos Biden es un presidente ilegítimo.
No lo tendrá nada fácil porque la división entre los americanos es también confrontación. Por eso Biden pedía ayer que “la política no tiene por qué ser un fuego abrasivo que destroza todo lo que encuentra a su paso. Los desacuerdos no deben ser motivo para una guerra total”. No obstante, si hay un político que puede ayudar a combatir esta división es precisamente él. ¿Por qué?
Joe Biden es uno de los raros políticos que suman tres valores indispensables que caracterizan a los grandes líderes: convicciones, inteligencia y experiencia.
En primer lugar, Joe Biden es un político de convicciones y lo digo en plural. Sí, al menos de una doble convicción: una, asentada en su fe católica, la otra, en los valores constitucionales de la Convención de Filadelfia. Aconsejo ver este vídeo de Biden donde explica su fe, que es uno de los pilares que sustenta su acción .
Los Estados Unidos ha tenido sólo dos presidentes católicos, ambos con raíces irlandesas, pero la condición católica de Biden es bien diferente de Kennedy. Para el presidente asesinado la fe era más bien un referente identitario y cultural, para Biden es algo más: nutre la acción y la acompaña en los avatares de la vida. La segunda convicción se fundamenta en los valores constitucionales americanos: aconsejo también otro vídeo, el segundo discurso tras el asalto. Es una intervención magistral sobre la constitución americana, sobre el rule of law, sobre los valores fundacionales que sustentan la democracia americana y es, también, una denuncia del asalto al Capitolio como “terrorismo doméstico”.
En segundo valor, la inteligencia. Sobrevivir más de cuarenta años en la política americana como legislador, senador y vicepresidente, le hace ser un gran conocedor de los intríngulis, procesos e incluso secretos de la política estadounidense. Muy a menudo se habla de que los checks and balances que supone la independencia de los tres poderes del Estado, pero no se recuerdan suficientemente las “interdependencias vigilantes” de los tres poderes, que de alguna manera compiten entre ellos. Como tampoco se recuerda la gestión complejísima los cincuenta estados federados, cada uno con sus propias leyes estatutarias y dinámicas propias. Pero esta inteligencia, además, debe proyectarse a las relaciones internacionales cada vez más complejas y multipolares. Trump ha sido, especialmente en esta área, un desastre sin precedentes y ha dañado los ocho años de soft power de Obama. Inteligencia, rectitud, honestidad deben volver a la Casa Blanca.
Y, en tercer lugar, el valor de la experiencia. Se han criticado mucho los setenta y ocho años de Biden, y, de alguna manera, también creo que es una edad excesiva para asumir una responsabilidad de este tipo. Sin embargo, probablemente la experiencia que se supone es un activo, ahora y hoy, indispensable para poder salir del laberinto esperpéntico del momento actual de la política estadounidense. Fijémonos que el Papa Francisco ahora tiene ochenta y cuatro años y llegó al Vaticano a setenta y cinco años, y pese a su edad está liderando grandes cambios en la Iglesia católica. El presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, tiene actualmente ochenta y un años y tampoco lo tiene fácil.
Pienso que a veces hemos jubilado políticos de gran valía demasiado pronto y que, en momentos concretos, políticos con nula experiencia – lo tenemos bien cerca- han ocupado cargos de excesiva responsabilidad. Reconociendo que es uno de los puntos débiles de Biden, la experiencia acumulada, los ocho años de su vicepresidencia, pueden convertirse en un activo importante en, repito, estos momentos tan difíciles donde no sólo hay que contar con la convicción, la inteligencia y la experiencia, sino también con la bondad, determinación y compasión que viene de la sabiduría, y a la que sólo las personas mayores pueden acceder.
Como nunca Estados Unidos necesita esta virtud tan añorada y que casi ha desaparecido todo, la sabiduría. ¡Cuánta sabiduría falta en el mundo!

