…”Y que la memoria no nos traicione”, lee Lluna, al poco de empezar el documental Maragall i la Lluna, un retrato íntimo y universal, humano, contradictorio, vitalista e impresionante de Pasqual Maragall, según la sinopsis del mismo documental.
Esta frase es un extracto de la carta que Pasqual Maragall envió a la Lluna Pindado Merino cuando ésta tenía 8 años y hacía poco que, el entonces alcalde y artífice de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, había estado viviendo unos días en su casa, en el barrio de Roquetes.
Al oír estas palabras mientras se rodaba esta secuencia, ya entonces me pareció que era una frase involuntariamente visionaria. Y sin saberlo, era el preludio de un devenir…
Una serie de testigos bien engarzados, uno tras otro, van dibujando un hombre que ya no se conoce, un hombre que acaba de cumplir los 80 años, pero del que todo el mundo habla en pasado. Treinta y seis testigos que se fueron grabando, uno a uno, desde el año 2013 dentro del Programa Llegat Maragall, de la Fundació Catalunya Europa (FCE), con la voluntad de preservar, en cada uno de ellos, su memoria. Así que la grabación de los testigos fue en aumento, el productor ejecutivo de Benecé Produccions, Xavier Atance, creyó que la suma de todos ellos podían formar un todo. Había que recuperar aquella memoria, y así lo compartió con Max Vives-Fierro, entonces director de la FCE. Se tenía que hacer un documental.
David Cirici y M. Carmen Fernández Villalba fueron los encargados de hilar aquella historia.
Era necesario encontrar un hilo conductor. Una niña, de nombre Lluna, hoy una joven actriz, y una frase, que Pasqual Maragall, ya en su momento, hizo suya: “La ciudad es la gente”. La historia estaba servida. Ahora, había que darle forma. Había que seguir creyendo en el proyecto y sacarlo adelante.
Muchas jornadas de rodaje, unas 40 localizaciones, más de 60 horas de material rodado, un total de 54 testigos, para recuperar una memoria de un hombre, de una ciudad, de un país.
Después de casi siete años desde que se empezó el proyecto, sentadas en el sillón de los Cines Girona de Barcelona, con motivo del preestreno del documental, aquella frase toma más sentido que nunca, y la memoria me ha llevado al rodaje. En la antigua cárcel Modelo, donde estuvieron encarcelados muchos compañeros de militancia de Pasqual Maragall. Paseamos por los pasillos, un rumor impregnaba las celdas, como si las paredes hablaran… Al volver a ver a Diana, la he recordado en Rupià, encaramada en un árbol para coger una rama de laurel para que me pudiera llevar a casa. Aún hoy el laurel que pongo en los guisos son de la rama que ella me dio. Y pienso en la conversación con Joan Rigol, en el pasillo del Parlament, que presidió entre 1999 y 2003…
Sentadas en el sillón, como si de un rompecabezas se tratara, la persona de Pasqual Maragall se iba tejiendo. El estudiante, el compañero de lucha, el marido, el que sabe que debe aprender ( “Y eso que tenía dos carreras”, comenta Diana, a quien está dedicado el documental). El Maragall que lee Marx “todo enterito”, dice Diana. El que llega a ser alcalde sin pretenderlo… Y nos damos cuenta de que el hombre y el político en él es una misma cosa… Y nos pasan por delante los años sesenta, setenta, ochenta, noventa… de Barcelona, de Catalunya, y de lo que él pretendía que fuera Europa, la Europa de las ciudades, donde, a partir de una metáfora del propio Maragall, lo explica Oriol Nel·lo… “en un mapa nocturno con las ciudades llenas de luz,las zonas oscuras son las fronteras”.
Recuerdos de aquel hombre que podríamos decir que es un símbolo de la glocalidad, un nuevo concepto tan de moda hoy en día, capaz de poner la ciudad de Barcelona en el mapa con la organización de unos Juegos Olímpicos, al tiempo, preocuparse de las escaleras mecánicas que faltan en el barrio de Roquetes para que las vecinas puedan subir con el carro de la compra… y se va construyendo el personaje y mientras nos devuelve su memoria, se diluye su persona, hasta llegar donde está ahora, que aun siendo vivo, todo el mundo habla de él en pasado.
Y llegamos a la escena final. Pasqual Maragall no dejará de sorprendernos.


