En Barcelona hay muchas familias que de manera puntual, por motivos laborales concretos, para realizar trámites o por estar estudiando, se encuentran que no siempre pueden compaginar esta cotidianidad con el cuidado de sus hijos. Desde hace casi 40 años, el Ajuntament de Barcelona dispone del Servicio de Familias Colaboradoras, gestionado ahora desde la Fundació Surt. Un servicio que mediante un referente social establece un vínculo entre una familia con una dificultad temporal de atención hacia sus hijos e hijas y una familia colaboradora que los atiende desde una perspectiva solidaria y durante el tiempo que ellas puedan dedicar.
Durante el año 2020, como nos cuenta Mayca Velasco, psicóloga y coordinadora del Servicio de Familias Colaboradoras, se ha podido dar servicio a 74 niños y niñas de la ciudad al menos una vez, llegando a las 913 estancias en total. «Aunque la situación sanitaria ha hecho un alto en muchos casos y muchas familias colaboradoras por sus características y edades no han podido cuidar niños por ser población de riesgo», añade Velasco. El año anterior, la cifra ascendía a los 94 niños atendidos y un total de 1500 estancias. Estancias que responden a dar una ayuda complementaria por temas de salud, por situaciones laborales, temas de formaciones o incluso en algunos casos por temas de sobrecarga. Velasco lo resalta para diferenciar este servicio de uno de acogida: «estamos hablando de una complementación de las relaciones parentales, no hay sustitución en ningún caso».
Las familias colaboradoras ofrecen el tiempo que ellas tienen y pueden ser periodos concretos, ciertas horas a la semana, una disponibilidad fija los fines de semana… Mientras que por otro lado, la demanda de este servicio viene tramitada desde referentes sociales, sanitarios o escuelas de familias que tienen esta necesidad. Es entonces cuando desde el Servicio buscan en su banco de colaboradoras qué familia encaja más con la necesidad y puede dar más cobertura. «Para nosotros es muy importante la proximidad de las familias porque esto favorece tanto en la dinámica como en el entorno en el que el niño crece y se desarrolla», describe Velasco.
Es importante entender que las demandas provengan de referentes sociales, ya que como explican desde el Servicio, son quienes conocen la situación social de la familia y pueden dar respuesta no sólo a la situación de los niños sino al resto de situaciones que viven. En este sentido, las demandas que más les llegan son de familias monomarentales, alguna monoparental, que están a cargo de uno o dos niños. Mayoritariamente quien lo pide son mujeres por temas de conciliación: «muchas se dedican a trabajos de cuidados, en hospitales, geriátricos, hoteles… y tienen estos horarios de noches, de muchas horas continuadas durante el fin de semana y más moderados pero también entre semana». Velasco añade además que en estos casos las mujeres se encuentran que necesitan apoyo en horarios que no les permiten asumir otras opciones para cuidar a sus niños. Opciones como extraescolares a veces por la edad de los niños o por las pocas horas que supone no sirven. Según qué situación vivan, además, tampoco pueden asumir cangurajes. Un servicio del que también dispone el Ajuntament de Barcelona llamado Concilia que de manera diurna, también en fines de semana, atiende niños en edad escolar. Ambos servicios comparten casos si ven que el otro es más adecuado para esa familia.

Una segunda familia para crecer y conocer
Núria Conesa hacía tiempo que miraba alguna fórmula de acogida, pero veía que poner más personas en casa podía ser complicado. Un día lo trasladó a su familia y fue su hija quien en la máquina del café del trabajo encontró una información del Ajuntament hablando de Familias Colaboradoras. Al día siguiente ya llamaba y la semana siguiente ya se reunía con el servicio. De eso hace ahora 3 años.
Núria vive en la Villa Olímpica y, aunque ha hecho más acompañamientos, por proximidad la mayoría de veces le habían atribuido casos de niños que vivían en la cárcel de mujeres de Wad-Ras por estar sus madres internadas allí. Hasta los tres años los niños viven en la cárcel y, como nos cuenta Núria, hay toda una dinámica que marca que hasta el año no pueden ir a una guardería externa. Cuando van, luego vuelven a casa, que es la cárcel. «Yo empecé con un niño que tenía 7 meses y lo tuve hasta los 15 meses. Hasta el año tienen guardería y apoyo dentro de su casa y yo iba a ver al niño algunas tardes y una vez empezó a salir lo iba a recoger», nos cuenta.
Si bien reconoce que ver el mundo con los ojos de las criaturas siempre es emocionante, hacerlo desde un niño que ve el mundo por primera vez lo es más. «Tienen una rutina, una manera de hacer, están muy bien cuidados e, pero claro, comienzan un nuevo mundo porque nunca han salido de allí», dice. Y es que muchas veces las madres de estos niños no tienen red fuera y no es hasta una edad que empiezan a relacionarse con el mundo exterior. Núria, cuando los recogía, quedaba entonces con sus familiares y amigos para que los «niños de prisión», como ellos los llama, conocieran nuevas caras. «Las madres lo agradecían un montón y yo también… Son unas mujeres que tienen muchas ganas de que todo vaya bien», dice y explica de hecho que en una ocasión organizaron un encuentro con las familias colaboradoras para que pudieran conocer el entorno de los niños dentro de la cárcel. Para Núria este fue uno de los mejores días de su vida, asegura. «Es todo muy triste, hay muchos problemas detrás, pero hay mucha esperanza».
Hasta el confinamiento estuvo dando servicios a varios niños, una vez llegó éste tuvo que pararlo por convivir aún con su madre, una mujer de 90 años identificada como población de riesgo. Ella a pesar de estar prejubilada nunca ha dudado de entregarse plenamente al servicio y ahora sigue haciendo acompañamientos sin problema.
Y es que durante los tres años que lleva en el Servicio, Núria también ha hecho apoyos puntuales y en estos casos también ha introducido a los niños a su familia y a su entorno. «Mis hijas están siempre, forman parte aunque no vivan en casa, también amigos, familiares también vecinos… Son niños que son tremendos, muchos empiezan a aprender a caminar muchos, tocan las puertas, hablan a todo el mundo, les dan merienda…»
Núria también describe que la mayoría son niños de familias de una o dos personas o son recién llegados con poca red que tienen una vida social bastante limitada todavía. ¿Qué hacer con ellos entonces más allá de presentar un nuevo entorno? Para Núria, lo mismo que hacía con sus hijas. Ir al parque o a la biblioteca a mirar libros cuando estaban abiertas. Para ella, este hecho, participar de este proyecto, ya es algo muy emocionante y además socialmente estás haciendo algo positivo para alguien que lo necesita.
Situaciones extraordinarias en época Covid
A veces, la proximidad es esencial para dar un apoyo adecuado y Núria nos cuenta por ejemplo que por su zona no hay muchos casos y esto hace que sea difícil coordinarse siempre. «Para las familias con responsabilidades hacer una hora de trayecto para dejar al niño acompañado a menudo no es lo más cómodo», asume.
Así, como explica Mayca, es gracias a esta buena voluntad que se ha podido salir adelante en muchas situaciones. Desde el inicio de la pandemia han podido atender algunas demandas de urgencias pero no todas por no ser un servicio de urgencias en sí. Algunos ejemplos que nos da son casos en los que una familia daba un positivo y alguno de los niños había dado negativo y debía aislar pero por la situación ambiental su hogar no era el mejor espacio. Aquí reconocen no haber podido dar respuesta siempre por la complejidad de una situación muy grave y muy rápida. «Nuestra gestión y todo lo que ello implicaba para las familias era complicado», dice Velasco.

Sin embargo, ha habido familias que han decidido confinarse con los niños que ya tenían en colaboración, que en momentos de estado de alarma han decidido quedarse con el niño en casa porque las mamas estaban trabajando en trabajos de cuidado y no pudieron parar por ser esenciales. Durante este tiempo las familias colaboradoras han dado aún más apoyo que el que tenían ajustado en un inicio. Aquí, además de pedir las medidas adecuadas, el servicio siempre deja en mano de las familias como relacionarse: «toda la colaboración se basa en un acuerdo mutuo de las familias de lo que se puede y no se puede hacer. Llegan de una manera libre y acordada y ponen sus límites y sus necesidades cada una».
Antes de eso, el Servicio ya ha hecho pasar un estudio psicosocial a las familias colaboradoras, que han hecho entrevistas con la psicóloga, con la trabajadora social, una visita a domicilio… Es después de esto y después de conocer su disponibilidad que se hace una propuesta tratando de cuadrar las necesidades, las demandas y las disponibilidades. A menudo esto pasa sólo por una ayuda de una semana, pero los pasos a seguir son siempre los mismos. Velasco nos pone el ejemplo de una madre que tiene que irse 7 días del país para realizar unos trámites judiciales sobre la custodia de su hijo. El niño ha encontrado una familia que se quede con él mientras tanto. «Quedarán para que se conozcan, que el niño también tenga rodaje con la familia colaboradora y que la madre pueda estar tranquila».
Aprendizaje mutuo entre familias
Víctor Pineda y su pareja hace poco más de un año que participan del servicio. Por medio tuvieron que parar por el embarazo de su compañera. Ahora tienen dos hijos: uno de 4 años y uno de seis meses. Hasta ahora han colaborado con dos familias. La primera de ellas una madre que estaba haciendo un curso de Barcelona Activa y necesitaba que alguien cuidara de sus hijos fuera del horario escolar. En ese momento su pareja estaba de baja maternal y a la hora que el niño salía de la guardería lo iba a buscar. Paralelamente, Víctor iba a buscar a su hijo mayor y el hijo mayor de la mujer, que casualmente tenía la misma edad, y después se encontraba en el parque con su pareja para que jugaran los grandes hasta que la madre ya venía a por sus hijos.
La segunda experiencia, que también considera muy buena, se trata de un niño de seis años cuya madre entra a trabajar más temprano de la hora que abren las escuelas. Este niño va a la misma escuela que el hijo mayor de Víctor y lo que hacen con él es acogerlo en casa desde antes de las 8 hasta la hora de entrar. Durante este tiempo, desayunan y el niño juega con su hijo mayor.
En general, como nos explica Velasco, no hay una edad común entre los niños que piden el servicio. Por debajo hay desde criaturas de meses. Por arriba, es difícil encontrar más allá de los 12 años, ya que argumenta que hay otras opciones tales como centros recreativos y, además, está el hecho de que ya son más independientes en esta edad y ya no tienen tanta necesidad de cuidado. Sí que hay casos de grupos de hermanos que hay uno que tiene 13 años y el otro 6 y van juntos.
Víctor y su pareja conocieron el servicio en plantearse montar una familia. «Pensábamos que haríamos si no podíamos tener hijos y buscando opciones de película como adoptar nos encontramos con este concepto. Finalmente tuvimos nuestro primer hijo, pero de todos modos vimos que la idea era la más adaptada a nuestra realidad sin saber cómo sería esta… Pensamos que era muy bueno ver si éramos capaces de poder ayudar a un niño de forma más alargada…», nos comenta Víctor.

Ahora, aparte de apoyar a familias con necesidades, creen que para sus dos hijos, el hecho de que puedan tener otros referentes que no sean la familia y la escuela es muy positivo. «Nos ayuda mucho que entienda que hay más personas que no son su núcleo en concreto… Sobre todo en contexto de pandemia que su contacto no va más allá de los niños de la escuela».
En cuanto a las dificultades de conciliación, Víctor de normal tiene una jornada reducida por paternidad aunque ahora, además, se encuentra en ERTE. Este hecho lo hace disponer de mucho tiempo libre para dedicar a los niños. Cuando trabaja se dedica al comercio y a menudo trabaja los fines de semana pero entonces es su pareja quien los tiene libres. Entre uno y otro tienen la disponibilidad necesaria para dar cobertura a las necesidades que surjan.
No duda en recomendar a la gente que se anime a participar del servicio a ser sincero con uno mismo y con quien lleva los contactos. También que no tengan miedo sobre todo de no estar a la altura: «son niños que no son los tuyos. Puedes equivocarte un día concreto con un hijo tuyo, pero no con el de otra persona y menos en casos como el del niño de seis meses… », apunta. Pero aún así, Víctor dice claramente que no se ha tener miedo en intentarlo, ya que desde el Servicio te encontrarán un caso adecuado para ti con tus capacidades y tus disponibilidades. «Es como si tuvieras el amigo de un hijo tuyo, lo cuidas y juegas tan bien como puedes, pero no tienes la responsabilidad de un hijo propio», cierra.
Jornadas para fortalecer los vínculos
Cada dos años, en el marco de su encuentro bianual, el Servicio de Familias Colaboradoras organiza un espacio para conocer, compartir experiencias… Siempre algún tema que les ayude en el día a día de las colaboraciones. Este año el encuentro fue virtual y estuvo abierto a toda la ciudadanía y ofrecieron herramientas para acompañar a los niños desde la perspectiva de la comunicación no violenta.
Velasco explica que hablaron de las bases de la comunicación no violenta para entender los conflictos desde otra vertiente, “ponernos un paso más atrás, tener una visión más general de lo que pasa y poder cambiarlo”. Una herramienta de gran ayuda de cara a los niños, pero también para los adultos.
Con esta jornada, el Servicio de Familias Colaboradoras también aspira a darse a conocer entre otras familias que puedan convertirse en participantes del programa.
La teniente de alcalde de Derechos Sociales, Justicia Global, Feminismos y LGTBI, Laura Pérez, se añadió durante la jornada al llamamiento para incrementar el número de familias voluntarias, destacando la importancia de este servicio: “La pandemia y el confinamiento han puesto de manifiesto la importancia del cuidado en la vida de las personas, así como las desigualdades que padecemos. También hemos redescubierto el valor de la solidaridad y el apoyo mutuo. El Servicio de Familias Colaboradoras es por tanto más importante que nunca, porque pone en contacto personas dispuestas a ayudar con personas que necesitan apoyo para el cuidado de sus niños”, declaró.


