
La serie británica Years and Years, coproducida por BBC y HBO, fue estrenada el año 2019 pero adquirió todo su sentido el año 2020. No querría hacer spoilers, pero en sólo 6 capítulos es capaz de dibujar un futuro distópico que, paradójicamente, recuerda demasiados acontecimientos de nuestro día a día. La relación con la tecnología, la precarización laboral, las migraciones o las crisis económicas son cuestiones que aparecen en la ficción protagonizada por Emma Thompson y Rory Kinnear, entre otros.
En esta serie es clave la aparición de una política populista que encabeza el Partido de las Cuatro Estrellas, la empresaria Vivienne Rook. La historia ya la conocéis todos y todas: ofrece soluciones simples a problemas complejos -y, como siempre, ofrece un liderazgo fuerte y autoritario, capaz de exponerse públicamente pero también de utilizar los medios de masas a su favor-. Rook, interpretada por Emma Thompson, habla de las necesidades de la “gente normal”, aprovechándose de sus miedos y de un mundo en crisis donde las incertidumbres cada vez ocupan un espacio más grande en las preocupaciones de los ciudadanos.
En esta parte de Europa no somos ajenos a esta manera de hacer política. En la actualidad, VOX ha conseguido entrar incluso a la mayor parte de Parlamentos autonómicos, con un peso específico en clave de mayoría parlamentaria en la Comunidad de Madrid y Andalucía. La crisis de las instituciones y la incertidumbre económica pueden ser un elemento catalizador para este tipo de alternativas, a pesar de que ciertamente la manera de proceder es bastante menos moderna que la de sus homólogos en Italia, Francia o el Reino Unido. Por decirlo de otra manera, cuando Abascal se queda sin el abrigo de su discurso escrito es bastante menos peligroso dialécticamente que Salvini o Le Pen.
Catalunya celebra esta semana elecciones en pandemia, como las que hubo en Galicia y Euskadi el año pasado o las de hace unas semanas en Portugal. La participación en estos tres comicios fue una de las cuestiones más comentadas, puesto que en ninguno de los tres casos se produjo un resultado suficiente claro como para cambiar mayorías políticas. En Galicia la participación menguó un 4,7%, mientras que en Euskadi esta cayó un 9,2%. En ambas elecciones se situó alrededor de un 50% del electorado; una movilización escasa y preocupante. En Portugal, donde las elecciones presidenciales no acostumbran a conseguir que demasiada gente salga de su casa, la abstención fue casi 10 puntos más alta; sólo un 39% de los electores eligieron con su voto al nuevo jefe de Estado portugués.
La semana pasada José Félix Tezanos, presidente del Centre de Investigaciones Sociológicas, irrumpía en la campaña catalana con un barómetro flash, de formato nuevo y con unas estimaciones un poco extrañas -más allá del resultado que pronosticaba-. No entraré en el reparto de escaños, me interesan más dos aspectos especialmente preocupantes. En primer lugar, la encuesta del organismo público pronosticaba que un 7% de los catalanes y catalanas optaría por VOX para representarlos a la cámara autonómica. En segundo lugar, dibujaba un escenario de verdadera incertidumbre en relación a la emisión del sufragio el día de las elecciones. A pesar de que las solicitudes de voto por correo han superado en un 350% (!) las de las elecciones catalanas de 2017 -más de 280.000 este año- todavía hay muchos ciudadanos que no lo ven claro.
¿Cuál creéis que es la franja de edad más convencida de no ir a votar? Sin consultar los datos, podríamos entender que en un contexto de pandemia las personas mayores -más vulnerables ante el virus- serían las menos entusiasmadas con la elección del domingo. En cambio, el grupo de edad que afirma con más contundencia que se abstendrá es el de entre 25 a 34 años: un 20,2% de los encuestados afirma que, con toda seguridad, no irá a votar el 7 de febrero. El segundo grupo de edad menos proclive a votar es el de entre 34 y 40 años (18,2%) y en tercer lugar encontramos las personas de entre 18 y 24 años (14,3%). Un drama.
Por eso, quiero aprovechar esta columna para dirigirme a los y las jóvenes. ¡Vota, hostia! ¡Votad masivamente! Con todas las medidas y con todo el dispositivo preparado por el Gobierno de la Generalitat y los Ayuntamientos del país, hay que ir y emitir el voto. A quien más te guste; tanto si quieres castigar a aquellos que gobiernan como si quieres votar en clave ideológica o de país. Además, siempre es importante leer las propuestas, los programas y las ideas que inspiran las campañas de los partidos políticos. Sobre todo, porque entendiendo y compartiendo la desafección con este mundo lleno de incertidumbres, son la única herramienta de la que disponemos para cambiar nuestro entorno más inmediato. La democracia es un fin en sí mismo.
No tenemos que permitir, por acción o por omisión, que la ultraderecha tenga un rol importante en el próximo Parlamento de Catalunya -ni en ninguna parte donde tengamos ocasión de votar y movilizarnos-. Publicar un tuit o hacer un story sobre lo mucho que nos desagradan ciertas propuestas es absurdo si, después, cuando realmente importa, somos incapaces de minimizar sus resultados con la fuerza de nuestras ideas. Es necesario que la distopía de Years and Years permanezca atrapada en las pantallas y en los domingos lluviosos de sofá, peli y mantita. ¡Vota, hostia!


