Durante la primera ola, Portugal se erigió como uno de los países europeos que estaba gestionando mejor la pandemia, debido a la poca incidencia que estaba teniendo la Covid-19. Por su situación geográfica, fue de los últimos países europeos en empezar a tener casos de coronavirus y el gobierno portugués, liderado por el primer ministro António Costa, viendo la situación que se estaba viviendo en otros estados cercanos al país lusófono, como España o Italia, actuó rápidamente, anticipándose a la tragedia.
El estado de emergencia se declaró el 18 de marzo, cuando sólo había alrededor de un centenar de casos, especialmente en el norte del país. La implementación de medidas severas de carácter anticipatorio, como el confinamiento domiciliario y la parada de todas las actividades no esenciales, hizo que el país pudiera contener el virus sin muchas dificultades. En verano, las medidas se relajaron y la llegada del turismo dio un cierto aire al sector terciario.
La segunda y, especialmente, la tercera ola del virus, sin embargo, han golpeado duramente el país. Los datos del Centro Europeo para el Control de las Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) son escalofriantes. Mientras la media europea de casos por 100.000 habitantes en los últimos catorce días ha sido de 358,97 y la de España de 843,05, el número de casos por 100.000 habitantes fue de 1.190,09, marcando un auténtico hito a escala europea.
El pico de la pandemia se alcanzó el 29 de enero con una incidencia acumulada en 14 días de 1.669 casos por 100.000 habitantes. Durante el mes de enero, en Portugal murieron por Covid-19 hasta 5.576 personas, prácticamente la mitad de todas las defunciones en este país desde el inicio de la pandemia, situándose como el país europeo con la tasa de mortalidad más elevada.

El inicio de la subida de la curva se produjo a finales de octubre y principios de noviembre. Ante el aumento de casos de Covid, el gobierno portugués aplicó de nuevo el estado de alarma y un toque de queda según la tasa de contagio por habitantes. Los residentes en las zonas más afectadas, como Lisboa, debían permanecer en casa a partir de las 23 horas los días laborables ya partir de las 13 horas los fines de semana, a menos que tuvieran un motivo justificado para estar en la calle, como la compra de alimentos o medicamentos o asistir al lugar de trabajo.
Durante el mes de enero, en Portugal murieron por Covid-19 hasta 5.576 personas, prácticamente la mitad de todas las defunciones en este país desde el inicio de la pandemia.
La llegada de la Navidad
Una de las causas a las que se atribuye el aumento de contagios durante las últimas semanas es el impacto de las fiestas navideñas. A diferencia de otros países europeos, que endurecieron las restricciones a las fiestas, Portugal decidió relajar las normas. Así, entre el 23 y el 26 de diciembre no se impusieron restricciones ni en los desplazamientos entre regiones del país ni en el número de personas reunidas.
«Las medidas se relajaron durante la Navidad, pero también la población en general», dice Catarina Nunes, enfermera portuguesa que trabaja en el Instituto Português de Oncología Francisco Gentil (IPO). «Se trata de responsabilidad cívica: no debemos esperar que nos prohíban hacer determinadas actividades si sabemos que son un peligro para la salud pública. Esta irresponsabilidad social se agravó durante la Navidad y ahora hemos llegado a una situación de catástrofe», explica.
Según Veronica García de Castro, enfermera asturiana que trabaja en el Hospital Egas Moniz de Lisboa, ha habido una falsa sensación de seguridad por parte de los ciudadanos. Además, explica, durante semanas, la fiscalización por parte de la policía ha sido muy baja. «Cuando se prohibió circular entre regiones los fines de semana, si se pegaba a alguien incumpliendo la medida, se le invitaba a volver a casa, pero no recibía ninguna multa. Sin una penalización económica, la gente no siente tanta presión para cumplir las medidas», apunta.
Ante la advertencia del gobierno británico sobre la nueva variante del coronavirus, durante las fiestas navideñas, el gobierno portugués permitió entrar en el país a través de vuelos provenientes del Reino Unido sólo a portugueses o extranjeros con autorización de residencia en Portugal. A pesar de que estos visitantes debían presentar un test negativo, este hecho podría haber ocasionado una mayor incidencia de la variante británica, que es más contagiosa. Se estima que la prevalencia de esta cepa en el país lusófono durante el mes de enero fue de alrededor de un 20%.
El colapso de los hospitales
El impacto de la tercera ola ha golpeado duramente a los hospitales portugueses, y especialmente en la zona de Lisboa y Valle del Tejo, donde los centros hospitalarios se han visto en una situación extrema. Al igual que se ha hecho en otros países, se han tenido que suspender consultas y cirugías no urgentes y movilizar profesionales de otros servicios, especialmente aquellos que están acostumbrados a utilizar ventiladores y otros aparatos médicos, para atender a los pacientes de Covid-19 y reforzar los equipos. También se han tenido que instalar hospitales de campaña para esponjar la presión hospitalaria.
Salías del hospital y veías una veintena de ambulancias paradas, con pacientes que no podían entrar en el hospital porque estaba lleno.
En el Hospital de Santa María de Lisboa, el más importante y grande del país, durante unas semanas hubo colas de numerosas ambulancias con pacientes que esperaban durante horas para ser atendidos, algunos que requerían ser ingresados y, otras, que simplemente esperaban para acceder a una primera selección. João, médico residente del Hospital de Santa María, que ha preferido el anonimato para participar en este reportaje, explica que la situación en el hospital donde trabaja ha sido muy «crítica y caótica». «Salías del hospital y veías una veintena de ambulancias paradas, con pacientes que no podían entrar en el hospital porque estaba lleno», relata.
Durante estas semanas de máxima carga asistencial, el Hospital de Santa María ha recibido pacientes provenientes de otros hospitales de la región que estaban completamente colapsados. «Es como pasar la patata caliente, porque Santa María también tiene un límite», explica João. El joven, que se encuentra ahora en el servicio de medicina interna, explica que él llega al hospital con energía, porque apenas está empezando, pero que los ánimos entre el personal sanitario están muy bajos. «Los sanitarios están agotados y siempre pendientes de la evolución del virus, con la amenaza constante de que la situación empeore. Los profesionales de otras áreas no Covid tienen miedo que los envíen de refuerzo en áreas Covid o que cierren su servicio», señala.
El principal problema, según explica Veronica, es que no hay suficientes camas de UCI. «Hace pocos días, en muchos hospitales las UCI estaban al 100%. En algunos casos, incluso, al 150%, porque estaban llenas y en las plantas de hospitalización había pacientes que estaban esperando a entrar en la UCI para ser ventilados», explica la enfermera, que trabaja en el servicio de enfermedades infecciosas y tropicales del Hospital Egas Moniz.
Centros médicos especializados, como el Instituto Português de Oncología Francisco Gentil, donde trabaja Catarina, también vio alterada su actividad debido a la dureza de esta tercera ola. «Desde el inicio de la pandemia, tenemos un área de aislamiento y una que no lo es. Siempre que recibimos un paciente, se queda en esta área de aislamiento, hasta que se confirma, mediante diversas pruebas, que no es positivo en coronavirus. Entonces ya pasan a la otra área», relata Catarina. Antes de esta tercera ola, cuando algún paciente del IPO daba positivo, era trasladado hacia otro hospital. Ahora, sin embargo, la gravedad de la situación ha hecho cambiar el protocolo.
«Como los hospitales están llenos y la situación está siendo terrible, cuando un paciente nuestro da positivo, se queda en el hospital, en el área que hemos abierto para pacientes Covid, y lo tratamos el mismo personal. En caso de que un paciente se pusiera crítico, sería el bloque operatorio quien se quedaría con él, porque es el área del hospital que tiene ventiladores», explica Catarina. Este cambio entró en funcionamiento la semana pasada. Además, el plan de contingencia también contempla reducir las cirugías que pueden esperar. «La situación es preocupante. Todo se está alargando y el atraso de los diagnósticos y operaciones puede provocar una mayor mortalidad y morbilidad», señala la enfermera.
Ante el colapso del sistema sanitario, Portugal ha precisado de ayuda internacional para paliar la situación. Alemania envió 26 profesionales de la salud especialistas en cuidados intensivos, entre ellos ocho médicos, además de suministros hospitalarios, bombas de oxígeno y aparatos de ventilación mecánica. Además, Portugal ha enviado a Austria pacientes críticos de sus hospitales. También se han tenido que trasladar pacientes de coronavirus en otros centros hospitaris del país, como en la Isla de Madeira, donde la incidencia de la Covid es bastante leve.
Medidas severas para frenar los contagios
El impacto de la tercera ola llevó a la declaración del estado de emergencia del 31 de enero hasta el 14 de febrero. Como la situación es aún grave, la semana pasada se prorrogó otros quince días, hasta el 1 de marzo. Con el estado de emergencia se ha impuesto un confinamiento domiciliario a toda la población, que sólo podrá salir por razones justificadas.
El teletrabajo se ha impuesto como obligatorio siempre que sea posible y también se ha cerrado todo el comercio no esencial, manteniendo los restaurantes abiertos sólo para servir comida para llevar. Pese a que en un inicio las escuelas continuaron abiertas, el gobierno rectificó y ahora se mantienen cerradas, así como las universidades. El primer ministro portugués, después de escuchar al comité de expertos del gobierno, ya ha mencionado la conveniencia de alargar el confinamiento domiciliario hasta Semana Santa.
Estas medidas han comenzado a tener un cierto resultado y la curva empieza a aplanarse. La situación actual es bastante menos grave que hace unas semanas, pero es aún complicada. Un indicador de la todavía gravedad del momento son los datos oficiales de la Direção Geral da Saúde del Ministerio de Salud portugués del pasado domingo día 14 de febrero. El número de muertos diarios todavía se encuentra en la cifra de 138, el de personas hospitalizadas es de 4.826 y el de personas en las UCI de 795. Las cifras acumuladas durante toda la pandemia alcanzan los casi los 800.000 infectados y más de 15.000 defunciones, en un país con poco más de 10 millones de habitantes. Según el Ministerio de Salud portugués, los expertos calculan que con dos meses de confinamiento será posible tener ocupados menos de 200 camas de cuidados intensivos y 60 casos por cada 100.000 habitantes.
La falta de personal
Para los sanitarios entrevistados, más allá de la falta de camas de críticos, el principal problema es la falta de profesionales en el sistema sanitario público portugués. «El colapso del sistema se ha producido porque, durante los últimos veinte años, ha habido una reestructuración del sistema nacional de salud. El número de profesionales es completamente insuficiente y faltan recursos», afirma, contundente, Veronica. «Si tuviéramos un sistema de salud sano, no tendríamos este problema. No hay capacidad de respuesta», añade.
Además, añade la enfermera asturiana residente en Lisboa, los pacientes con Covid necesitan una vigilancia constante que se hace difícil de llevar a cabo con el personal disponible. «Los pacientes de coronavirus son muy inestables. Quizás ahora pueden estar bien, pero al poco rato la situación puede empeorar mucho. Hay que hacer una gestión de recursos humanos, que no hay en este momento. La realidad es que el personal acaba doblando, y está quemado», indica Veronica.
En la misma línea se expresa Catarina, quien considera que las ratios para pacientes son insuficientes. «¿Cómo podemos dar cuidados de calidad si uno o dos médicos o enfermeros tienen a su cargo treinta pacientes? Nosotros podemos adquirir más ventiladores, más camas críticos… pero si no hay más profesionales esto no sirve de nada», señala la enfermera portuguesa. Lo mismo opina João, quien añade que hay una gran falta de personal especializado para trabajar en las unidades de cuidados intensivos.
Según el informe World health statistics 2020: monitoring health for the SDGs, sustainable development goals elaborado por la Organización Mundial de la Salud, Portugal alcanza los 5,12 médicos por cada 1.000 habitantes, 1,4 más que España. Respecto a la ratio de enfermeras, el último informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) indica que en Portugal hay 6,9 enfermeras por cada 1.000 habitantes, mientras que en España el ratio se sitúa en 5, 9.
Sin embargo, la grave situación vivida durante las últimas semanas en Portugal ha evidenciado que el número de profesionales no es suficiente para hacer frente al impacto de esta tercera ola de la Covid. A esto se le suma el número de profesionales sanitarios infectados, que a principios de mes ascendía a 10.000. Desde el inicio de la pandemia, más de 22.000 sanitarios de Portugal han dado positivo por coronavirus.
Ante la falta de personal, el gobierno portugués ha permitido la contratación de personal ya jubilado y también de médicos sin la especialidad finalizada. Además, se ha acelerado el proceso de validación de los títulos de los profesionales sanitarios extranjeros para poder incorporarse a los equipos de salud lo antes posible.

