Un gobierno de izquierdas en Catalunya es posible. Y no es tan difícil como se plantea. Sería un gobierno absolutamente razonable en cualquier lugar del mundo. Si su posibilidad no se contempla desde un principio es debido a las siguientes tres razones: la primera y principal, es que al poder – catalán o español – no le interesa un gobierno de izquierdas; no ha interesado ni interesará nunca un gobierno que suba los impuestos a las rentas más altas, que plantee la necesidad de grabar la herencia de la propiedad y que potencie la sanidad y la educación pública.
La segunda tiene que ver con el marco sobre el cual se ha basado la política catalana en la última década y que ha afirmado – de manera interesada – que si eres independentista eres de izquierdas, y, si no, eres de derechas. Es a Junts per Catalunya a quien le conviene mantener esta teoría, puesto que le permite anclar a ERC en un imaginario donde, si decide mirar hacia la izquierda no independentista, es acusada de traición por partida doble.
La tercera tiene que ver precisamente con este último punto: la historia reciente de ERC es una historia que refleja el complejo de un partido que, por legado y por orgullo, tendría que desvincularse emocionalmente de Junts por Catalunya – que es percibido como su “hermano mayor”. El resultado de estas elecciones pueden ser un punto de inflexión en este sentido.
La realidad del día a día de la política es muy diferente, y niega la afirmación de que los dos ejes mencionados se autoexcluyen. Y quien se engaña no son los políticos sino la opinión pública. Es muy conocido el actual pacto en la Diputación de Barcelona entre Junts por Catalunya y el PSC. Aquí no hubieron vetos. Y quien se piense que este era un pacto menor, se puede poner otro ejemplo de lo que implicaría un acuerdo basado en una correlación de fuerzas de izquierdas en Cataluña: los presupuestos de la Generalitat aprobados el enero del 2020 que, lejos de ser perfectos, tuvieron un perfil claramente progresista debido a la participación de los Comuns. Se incrementó el tramo superior del IRPF, se subió el impuesto de sucesiones, y se creó un impuesto medioambiental. Unos acuerdos que Junts por Catalunya firmaron a regañadientes y que generaron muchas contradicciones en el partido de Puigdemont, a menudo explícitas en boca (y Twitter) del actual número dos de la lista del partido de Puigdemont, Joan Canadell. La razón, muy sencilla: ser independentista no te hace ser de izquierdas.
Un gobierno de izquierdas podría afrontar la crisis social heredada por años de recortes y plantear un futuro más justo igualitario para los ciudadanos de Cataluña. Ahora bien, ¿cuál tendría que ser este gobierno? Aquí van tres posibles escenarios.
Gobierno en minoría de ERC (33) y Comunes (8) con el apoyo del PSC
Un gobierno de ERC y los Comuns sumaría 41 diputados y se quedaría lejos de la mayoría necesaria para sacar adelante una investidura, que requiere, como mínimo, de una mayoría simple de 67 diputados. Pero si se consiguen los diputados necesarios, se podría conformar un gobierno en minoría. Aquí toda la presión recaería hacia el PSC, que tendría que mostrar su solidaridad y preferencias políticas. Pero, ¿no preferiría el PSC investir un gobierno de izquierdas – a sabiendas de que ERC apuesta por la Mesa del Diálogo – y que tiene en los Comuns uno aliado con el que ya comparten administración en Barcelona y en Madrid que no reeditar el actual del pacto Juntos por Cataluña con ERC?
Además, el escenario de geometría variable que se daría de tener un gobierno en minoría los forzaría necesariamente a negociar los presupuestos. Y aquí el PSC podría ser un socio preferencial.
Gobierno en minoría de ERC (33), CUP (9), Comunes (8) con apoyo de Junts per Catalunya
El gobierno más de izquierdas posible que tampoco sumaría mayoría absoluta. Esto, de por si, no tendría que ser un inconveniente. No lo es en el gobierno español, donde PSOE y UP gobiernan en minoría. Tampoco lo es en el gobierno sueco, donde socialistas y verdes gobiernan en coalición con solo un tercio de los diputados.
El complejo mosaico de la política institucional catalana consta de 10 partidos, el mayor número de su historia. A la vez, nunca un partido político había ganado las elecciones con tan pocos diputados. Si la campaña electoral fomentaba la política de bloques partisanos, el análisis concreto de los resultados presenta una realidad atomizada donde la simplificación de los bloques difícilmente tiene cabida.
Este sería un gobierno liderado por ERC, que tendría que luchar para sacarlo adelante. La propuesta que los republicanos tendrían que hacer a Junts es muy sencilla: ¿preferís ser vosotros quien condicionáis la investidura y alguno de los pactos estratégicos de legislatura o que lo haga el PSC?
Gobierno tripartido entre PSC, ERC y Comunes
La opción que parecería más lógica, la de un gobierno de perfil socialdemócrata orientado a la izquierda, se ha visto bloqueado antes de poder ser planteado. ERC, PSC y Comunes sumarían mayoría absoluta y podrían encarar una legislatura de cuatro años. Esta coalición, que parecería casi orgánica en otro contexto, se encuentra ante el muro de las “dos Cataluñas”.
Pero, ¿y si ERC consiguiera que el pacto de gobierno fuera vinculado a un indulto inmediato de los presos políticos y a la aprobación y extensión de la Ley de los alquileres en el ámbito estatal? ¿Y si ERC aprovechara el pacto para expandir su política – ya iniciada en los últimos tiempos – de tejer alianzas fraternales con los partidos nacionalistas de izquierdas como Bildu y el BNG?
Es evidente que las propuestas de conformar algunos de estos escenarios dispongan de muchos enemigos, pero: ¿qué piensa la gente? ¿Se puede asegurar con certeza que es preferible reeditar el actual pacto de Gobierno, altamente criticado por su incapacidad en la gestión, que alguno de estos tres escenarios?
Habría una manera sencilla de saberlo: que los partidos planteen las diferentes opciones a sus militancias. Que sea el principio democrático el que lo determine. Y es que, ¿quién puede estar en contra de qué sea la gente quien vote?


