No son pocos los que, a pesar de no haber leído al poeta, han repetido alguna vez sus famosos versos “La libertad es una librería. / Ir indocumentado. / Las canciones prohibidas. / Una forma de amor, la libertad”. Pertenecientes a su poema Libertad, estos versos no sólo ilustran como de leído es Margarit, sino como su poesía ha calado incluso entre los no lectores, convirtiéndose en parte de un saber compartido.

Joan Margarit (Sanaüja, 1938 – Barcelona, ​​2021) pertenece a este grupo selecto de poetas donde el punto de partida reside en las enseñanzas de la vida. Margarit hace exactamente eso, va desnudando la vida, las virtudes y las miserias que esconde la verdadera y profunda existencia del ser humano: descarta el brillo fútil y efímero, las convenciones y lugares comunes, la mentira y la farsa.

La poesía de Margarit se ha desarrollado trazando un itinerario personal, no adscrito a ninguna estética de grupo, lo que hace difícil encuadrarlo en ninguna generación poética y dota a su recorrido de plena singularidad. Su obra no es intelectual, sino que hace referencia a hechos, desde los históricos a los personales, desde sus sensaciones ante el paisaje, la música o los textos de otros escritores y poetas.

Muchos maestros resuenan a lo largo de todas sus páginas, en el que el poeta no sólo se muestra deudor – Rilke, Ausiàs March, Catulo, Baudelaire, Hölderlin, Kavafis, Bauçà …-, sino que reflexiona sobre los grandes temas presentes en la su obra: el amor, la religión, la filosofía y la soledad.

La poesía de Margarit nunca deja indiferente y presenta al mismo tiempo una dureza y ternura con un estilo austero. El desencanto dulce de sus poemas nos rodea como si fuera el relato de muchos episodios de nuestras propias vidas. Para este poeta, sus poemas son “una herramienta para vivir”.

Margarit supo construir -como buen arquitecto- una escuela literaria y emocional que sería la base de obras como Cálculo de estructuras, Casa de Misericordia, Los primeros fríos, o Se pierde la señal, algunos de sus títulos más celebrados. Fue el encargado de traducir a Rilke, RS Thomas, Thomas Hardy y Elizabeth Bishop, aunque uno de sus libros más recordados y llorados es Joana: la colección de poemas que escribió durante la enfermedad y muerte de su hija Joana a los 30 años.

Desde su infancia en la posguerra sórdida, gris, represora, de la derrota, el inacabable, perdurable dolor por la pérdida, Margarit nos ha ido abriendo su alma, sus sentimientos. Como reconocía a menudo el poeta, escribía para consolar a los solitarios, escribía con la esperanza de que el lector encontrara consuelo y refugio en unos poemas que, confesaba, tras recibir el premio Cervantes, podrán llegar a más gente.

Y como acontece con la buena poesía, nos identificamos con ella. Nos nutrimos de palabras y, por qué no, habitamos en ellas. Margarit representa la poesía y la verdad. Una verdad lúcida.

 

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