Rosario y Sebastián son del Raval de toda la vida. Se casaron en 1963 y, desde entonces, han pasado por tres pisos diferentes, todos en el mismo barrio, hasta quedarse en el piso donde viven actualmente, en la calle Riera Alta. “Hace 57 años que estamos casados, y ya hacía 3 o 4 más que salíamos”, explica Rosario. Ella tiene 82 años y Sebastián tiene 83, por lo que desde su CAP de referencia, el CAP Raval Nord, los han llamado para ponerse la vacuna contra el Covid-19. “Mejor que no hubiera sido necesaria la vacuna, señal de que todo estaría bien”, dice Rosario, en la sala de espera para ponerse la vacuna.
Llega el turno de Rosario y Sebastián, que entran en el espacio habilitado en el centro para hacer las vacunaciones. Allí les esperan la enfermera Gemma Giner y Nuria Villanueva, adjunta de enfermería del ambulatorio. Sebastián se muestra sereno y charlatán en el momento de la inyección y Rosario cierra los ojos, dice, porque le “hace respecto” el pinchazo. En un momento ya están vacunados, y se van hacia la sala de espera. Deben permanecer 15 minutos por si se produce alguna reacción adversa. No se van, pero, sin antes agradecer a las enfermeras su trabajo. “Gracias, niñas, felicidades! Sois muy guapas!”, exclama Rosario con una gran sonrisa bajo la mascarilla.
Ahora es el turno de Encarnación e Ildefonso. Son de Santa Coloma de Gramenet, pero ya hace casi 30 años que viven en un piso en la calle Tallers, justo al lado del CAP. El año pasado él sufrió un ictus, que lo dejó con un estado delicado de salud y con dificultades para caminar. Encarnación, a pesar de tener 78 años, también se vacunará junto con su marido, que tiene apenas 80, ya que es su cuidadora. “Estamos muy contentos de ponernos la vacuna”, dice Encarnación. “Él ya me había preguntado varias veces cuando le tocaría. Ahora estoy más tranquila, porque si tiene la vacuna no sufriré tanto por si se contagia”, añade.
La vacunación en el CAP Raval Nord comenzó el jueves de la semana pasada y, de momento, ya se han vacunado a 426 personas de alrededor de 850 personas que están previstas vacunar durante esta fase, sin contar los cuidadores de las personas dependientes. Este grupo de población que se ha empezado a vacunar recientemente, el de mayores de 80 años y mayores dependientes de grado III, es bastante elevado en Catalunya. Se trata de unas 400.000 y 34.000 personas, respectivamente, según comunicaba el Departament de Salut la semana pasada.

“Estamos muy esperanzadas, y la gente que viene a vacunarse, también. Por fin vemos la luz al final del túnel”, explica la enfermera Gemma Giner. “Estamos motivadas y emocionadas. Ha sido una inyección de energía”, señala, por su parte, Nuria Villanueva. “Aunque tardaremos bastante a conseguir la inmunidad de grupo, como mínimo los casos graves disminuirán. Esto se ha visto mucho en las residencias donde, con el inicio de la vacunación, se han reducido y ha caído drásticamente la mortalidad. Es muy esperanzador, porque con las residencias sufrimos mucho. Ahora estamos más tranquilas”, explica Nuria.
Montar el espacio de vacunación, según explican las enfermeras, no ha sido “nada difícil”, porque ya lo tenían “todo listo. Las vacunas llegan ya descongeladas los lunes por la mañana en el CAP el Clot y, des de allí, se distribuyen por todos los CAP de la zona, donde se preservan entre 2 y 8 grados en las neveras. El recinto del CAP Raval Nord donde se realiza la vacunación, situado en el segundo piso, tiene una buena ventilación y permite bajar las persianas para que no entre la luz, de modo que no se calienten las muestras. Las enfermeras sufren, pero, por si el ascensor da problemas, ya que no sería la primera vez que falla.
La pandemia vivida por los mayores
Para las personas mayores, la pandemia ha supuesto una reclusión muy grande en casa para evitar contagiarse. Esto ha afectado a su día a día. “Ildefonso no sale casi de casa. Yo voy a comprar y a hacer todos los ‘recados’, pero siempre sufro mucho por no llevar el virus a casa”, explica Encarnación. Con el inicio de la pandemia, esta pareja se desplazó a su segunda residencia en Cunit, donde han podido pasar estos meses de forma más tranquila. “Allí nos sentimos más seguros. Como hay menos población, hay menos peligro de contagio. Aquí, en el Raval, todo es muy pequeño y hay mucha gente”, señala.

“Nosotros hemos vivido la pandemia resignados”, señala, por su parte, Rosario. “Antes íbamos al centro unos tres días a la semana y hacíamos ejercicio, pero ahora está cerrado”, explica Sebastián. A pesar de ello, intentan salir a caminar un rato cada día, y muchos días, dicen, llegan a hacer unos 5 km. “Intentamos movernos mucho”, dice Rosario. Por ello, el periodo de confinamiento estricto fue el más duro. Con la pandemia, las reuniones familiares se han reducido mucho y la comunicación con su entorno más cercano es sobre todo telefónica.
“A veces me pongo triste, porque pienso: ‘Acabará esto alguna vez’?”, dice Rosario. “Trato de distraerme y leer, porque me gusta mucho, pero se nos está haciendo muy largo todo esto”, añade. Lamenta también todas las muertes que ha habido. “Piensas en toda esta gente que se ha ido… es muy triste esto. Que se hayan ido de esta manera y sin despedirse de los familiares”, dice. “Ha sido algo que ha caído de golpe, y nadie se lo esperaba, y los profesionales sanitarios han luchado todo lo que han podido y siguen haciéndolo cada día”, dice Sebastián, agradeciendo la labor los profesionales que se encuentran en primera línea.
Vacunación a los domicilios
En el caso de los grandes dependientes y las personas que no pueden desplazarse físicamente al centro de atención primaria, un equipo de dos enfermeras, que se van turnando, vacuna en los domicilios. En total, se vacunan alrededor de 24 personas cada día a domicilio, 12 por la mañana y 12 más por la tarde. En estos casos, la logística es más complicada.
“Como de cada vial sólo podemos extraer seis dosis, podemos vacunar sólo a seis personas y, tras vacunarlas, debemos esperarnos 15 minutos en el domicilio. Todo esto lo tenemos que hacer en dos horas, ya que la vacuna no puede estar más tiempo fuera de la nevera”, explica Gemma. Esto dificulta la tarea de las enfermeras. “Tenemos que ir muy pendientes del reloj, pero de momento lo estamos gestionando bien. Lo tenemos todo calculadísimo para no perder ninguna dosis”, añade la enfermera.
La presión asistencial disminuye
La bajada de la curva se ha notado también en los centros de atención primaria que, durante muchos meses, han vivido una situación muy complicada. “Seguimos teniendo casos, pero sí es verdad que la presión asistencial no es la misma que sentíamos hace unas semanas”, explica Gemma. Los casos de Covid que les llegan actualmente son, en su mayoría, leves. La atención es mayoritariamente telefónica y cada profesional hace unas diez visitas presenciales al día.
Con el inicio de la vacunación a los mayores de 80 años y mayores dependientes, las enfermeras del centro han tenido que doblar turnos para poder seguir haciendo su tarea habitual. “Cada enfermera tiene su propia consulta y seguimos haciendo urgencias. Si no doblasemos turnos, no podríamos llegar a todo”, señala Gemma.

