Leticia Ponce ya llevaba cuatro años en Barcelona y por diferentes motivos no acababa de encontrar una manera para salir adelante. Tenía problemas de vivienda, tenía problemas de trabajo y arrastraba un trauma por haber sufrido violencia machista en su país de origen que no la dejaba avanzar. En primer lugar a través de la trabajadora social entró en un grupo de trabajo del Servei Tècnic Punt de Trobada. Allí Leticia conoció varias mujeres y trabajó la parte más emocional y psicológica de unas vivencias que aún no había superado.

Más allá de este acompañamiento, cree que a través de servicios sociales, una oferta para entrar en un proyecto piloto llamado Dones Amunt llegó a ella. Este proyecto, impulsado por el Ajuntament de Barcelona, ​​en el marco de la Estrategia contra la Feminización de la Pobreza y la Precariedad 2016-2024, se realizó por primera vez durante 9 meses en el curso 2018-2019. Ahora encara su segunda edición con el fin de movilizar y poner en acción recursos estructurales y personales de mujeres que se encuentran en situación de precariedad y vulnerabilidad, y acompañarlas en el desarrollo de sus planes de acción personales para promover su empoderamiento.

Elena Herranz, técnica de la Dirección de Servicios de Género y Políticas del Tiempo del Ajuntament de Barcelona, ​​define el programa como un proyecto de empoderamiento feminista y remarca que es necesario que se haga visible como tal. «La finalidad es que las mujeres sean autónomas y amas de su propia vida y queremos facilitarles las herramientas para que ellas mismas lo hagan, porque la capacidad ya la tienen», apunta Herranz. Así, Dones Amunt trabajan todo de elementos a lo largo de 28 sesiones grupales y 9 individuales entre los meses de febrero a octubre. Cada edición se celebra en cinco barrios diferentes, siendo 15 mujeres por grupo. Cambiando de zona, en esta nueva edición, el programa Dones Amunt atenderá a 75 mujeres en situación de precariedad en los barrios de Ciutat Meridiana, Besòs, Trinitat Vella, Roquetes y Poble Sec, para promover su empoderamiento y la mejora de su situación personal, social y económica.

Romper las autolimitaciones en grupo

Para Leticia, lo más importante de haber participado del proyecto «es haber salido del anonimato como mujer, como inmigrante, tras varios años trabajando por aquí por allá y no encontrar un punto desde donde partir». Así, nos cuenta que lo primero que hay que conseguir para salir adelante es sentirte mujer a ti misma y eso ha sido muy fácil por hacerlo dentro unos grupos donde ella sintió que podía compartir sus valores sin recibir juicios ni desprecios a cambio. Casi dos años después de haber pasado por allí sigue contentísima de haber participado y asegura que ahora ya se encuentra empoderada. «Desconocía todo lo que me ofrecía Barcelona, ​​todo lo que las mujeres podíamos hacer y éramos capaces de hacer aquí, como ponerse a estudiar catalán o entender las dinámicas del mundo laboral», comenta.

Desde la iniciativa del proyecto Dones Amunt explican que las mujeres se enfrentan a múltiples limitaciones respecto a las posibilidades de salir de la pobreza, y estas limitaciones tienen mucho que ver con la situación de precariedad en que se encuentran. Aunque la precariedad está estrechamente ligada a las condiciones laborales y a su degradación, hoy en día engloba también otros aspectos de la vida como la carencia de tiempo o la falta de armonización, la imposibilidad de llevar a cabo una vida plena por falta de oportunidades o por obstáculos generados por desigualdades.

Así, como apunta Herranz, las mujeres que participan los grupos parten de situaciones de mucha precariedad, pero también de puntos diferentes: «cada una tenía su historia y su vida y sus capacidades y carencias. Entonces no todas están en las mismas condiciones». Dado que algunas mujeres que participaron tenían problemas de salud importantes, para Herranz y el equipo, sólo conseguir que fueran al médico y se cuidaran ya era un logro muy importante.

Conseguirlo, pero, significaba antes haberte ganado la confianza del grupo y que este avanzara. En este sentido, la teniente de alcaldía de Derechos Sociales, Justicia Global, Feminismos y LGTBI, Laura Pérez, manifestaba que “garantizar las condiciones materiales de las mujeres pasa por combatir la precariedad económica, laboral y de tiempo”, y ponía en valor el programa, ya que hace posible “crear un espacio donde las mujeres se sientan seguras, donde puedan compartir sus inquietudes, detectar posibles situaciones de riesgo y ser acompañadas en el proceso de mejora de su autoestima y autoconfianza”.

Garantizar las condiciones materiales de las mujeres implica combatir la precariedad económica, laboral y de tiempo

Crear red para sobrevivir

Si bien este espacio de confianza se ha generado, tal vez por el Covid o quizás por haber sido una edición piloto, ven carencias en su continuidad una vez terminado el programa. El grupo de la Leticia sigue en contacto por teléfono y como ella comenta si alguna necesita algo, todas responden, pero sí es cierto que el grupo no ha continuado de manera autónoma. Un ideal que buscarán que se genere en esta segunda edición.

Entre el 2018 y en 2019 se llevó a cabo la prueba piloto del proyecto en el que participaron un total de 53 mujeres en diferentes grupos a los barrios del Bon Pastor, el Carmel, Sants y la Verneda. Los datos recogidos dicen que al final del proceso habían mejorado de manera generalizada la autoestima y la autoconfianza. Asimismo, un 57% de las mujeres había podido impulsar cambios en el ámbito laboral: 17 mujeres habían encontrado trabajo, 5 habían comenzado a formarse y 11 más habían iniciado la definición de su proyecto profesional o de emprendimiento.

La valoración de los resultados del proyecto y del impacto real que tuvieron en las mujeres participantes hizo concluir que había que implementar el proyecto no como una intervención puntual, sino como un servicio prestado a diferentes barrios de la ciudad, especialmente en aquellos donde viven más mujeres en situación de precariedad y vulnerabilidad.

Leticia, que participó de aquella edición, comenta que en un principio fue extraño, que no difícil, porque no sabían muy bien lo que iban a hacer, pero que “después, nos espabilamos y cada fuimos dando un poquito de cadauna gracias a la guía de la psicóloga y la trabajadora social… Sabíamos que la que tocaba un punto era porque algo le pasaba y quería hablarlo y lo hacía, porque había mucho respeto”. Así, a la pregunta de si lo recomendaría y qué problemas ve en las limitaciones de número y extensión comenta que ellas lo recomendaron en la evaluación final. “Le dijimos a la encargada que eso no se podía quedar allí que hay muchas mujeres en el anonimato, que no existen y eso no puede ser. Debemos dar voz a aquellas mujeres que no se pueden defender!”, dice claramente y pide así que este proyecto no puede quedarse aquí, que se tiene que replicar en los barrios y tiene que recibir todos los recursos posibles.

En Dones Amunt hay participación con los recursos municipales y comunitarios, así como formaciones laborales | Ajuntament de Barcelona

Ahora, ella y sus compañeras siguen en contacto por mensajería móvil y está muy orgullosa del vínculo creado. “Para nosotros lo fue como estar embarazadas”, dice, “al cabo de 9 meses todas dimos a luz muchas cosas, muchas situaciones bonitas que nos hicieron cambiar, ver la vida desde otro punto de vista y poder traspasar a nuestras familias todos estos momentos bonitos que antes no vivíamos por la precariedad que teníamos”. Y es que dentro del programa Dones Amunt la precariedad y la vulnerabilidad de las mujeres es diversa. Como la misma Leticia describe, había mujeres con enfermedades, con maridos maltratadores, otros que no podían estar regularizadas y eran maltratadas por sus empleadores, como era su caso, y mujeres que querían salir adelante, pero no sabían cómo.

Ahora, han creado una nueva familia que más allá del programa sigue respondiendo cada vez que alguna lo necesita. Las vivencias, más allá de las formaciones, son los que han creado esta situación. A Leticia se le murió la madre en su país de origen y comenta que para ella la pérdida fue muy fuerte. El mismo día que murió le tocaba ir al grupo: “no vacilé ni un momento a pesar del dolor. Sabía que ir al grupo a explicarlo y sentirlo me haría sentir bien y fue como recibir un abrazo enorme”.

Para que más mujeres sigan viviendo estos momentos y reciban las herramientas para poner en acción sus capacidades y se apoderen, Leticia pasará a formar parte en esta segunda edición de las mujeres mentoras. Como nos comenta Elena Herranz, les parecía muy interesante y muy útil que mujeres que habían participado y habían hecho unos cambios a través del proyecto en su vida, pudieran ir a algunas sesiones con las mujeres que ahora se incorporaban para explicarle a las otras lo que iban a hacer y también durante el proceso que pudieran explicar las experiencias que ya habían tenido. Leticia todavía no tiene muy claro cuál será su labor como mentora, pero entiende que cuando una llega al grupo, lo hace insegura y con miedo, sin saber si hablar… “Yo soy una más, yo no soy especialista en nada, pero si cuento mi experiencia se soltarán y empezarán a contar lo que les está pasando”, opina. Así, su idea es que conozcan su historia: “que vean que yo puedo, que pude y que podré salir adelante siempre, y que ellas también podrán”, comenta sintiendo orgullo de todo lo vivido y defendiendo que ayudarse entre mujeres es básico y es lo más grande que hay.

Es muy importante el empoderamiento feminista: pone en acción las propias capacidades de las mujeres para salir de la situación que viven

Independencia económica y autonomía personal

Como comentábamos antes, el grupo ha seguido en contacto para consejos, peticiones de ayuda, intercambios de libros para estudiar catalán por ejemplo… Pero al menos el grupo de Leticia no fue más allá. Como nos cuenta, la segunda parte del programa vinculaba las mujeres que participan en grupos del barrio. “En el Carmel por ejemplo se hacen talleres de cocina, de peluquería, una variedad de cosas a las que aquellas que dirigen el proyecto nos vincularon”, describe Leticia.

Idea que sustenta Herranz cuando explica que otro de los aspectos que trabajan mucho es el de vincularse a la comunidad. Para ella, si se generan espacios que pueden ir desde la incidencia política a los cambios estructurales, la parte buena de todo esto irá más allá de lo que ocurra durante estos 9 meses de proyecto. “Por eso es muy importante el tema del empoderamiento feminista: estamos poniendo en acción en marcha sus propias capacidades y recursos para salir de la situación que vive”, dice Herranz. A la que le gustaría que los grupos continuaran más allá de manera autónoma, haciendo algo vinculado al barrio. Y este es un punto que en esta edición trabajarán más intensamente para que pase, ya que entienden que el proyecto no puede ser eterno, debe tener un final, pero ha de permitir a las mujeres reconocer su capacidad de hacer cambios para ellas mismas.

Más allá de la autonomía, otro de los elementos que trabaja el proyecto es el empoderamiento económico que a menudo responde a tener un trabajo digno. Así durante las sesiones reciben también apoyo de Barcelona Activa. Leticia explica que les dieron herramientas para acceder a cursos y talleres. Herranz apunta aquí que cuanto más formada estás más calidad del trabajo tienes y por ello dan énfasis a trabajar proyectos de empleo. Desde explicar todas las opciones del mundo laboral hasta mostrar cómo se crea una cooperativa por si alguna quiere emprender.

En general, todas las sesiones grupales son dinámicas, abiertas, participativas, experimentales y vivenciales, y parten de los propios conocimientos y experiencias de las mujeres. Cada sesión está organizada con un hilo conductor, que siempre se podrá adaptar a los intereses de las mujeres y a cómo se vaya desarrollando.

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