Raquel, de 44 años, es una de las caras visibles de la campaña ‘Yo tampoco estoy bien’, una iniciativa impulsada por la entidad Obertament para hacer frente a los prejuicios y estigmas que existen en la salud mental. Cuando sus hijos eran pequeños, Raquel tuvo problemas de salud mental debido al frenético ritmo de vida que llevaba.
«Yo estaba en una rueda con mucha carga. Salía de casa a toda prisa para llevar a los niños a la escuela, iba al trabajo, comía, también con prisas, y volvía a buscar a mis hijos a la escuela. Un día, en el trabajo, peté», explica Raquel. «Todo tiene un coste y, si no te cuidas, siempre explotas por algún sitio».
Raquel explica que, al principio, no era consciente de lo que le pasaba, porque estaba «pegada a la rueda». «He tenido que trabajar mucho para ser consciente de lo que me pasaba», dice. Debido a su situación, tuvo que estar un mes ingresada en un hospital psiquiátrico y ocho meses de baja. «Y luego vino todo el proceso de reconstruir mi vida», señala. Considera que hay mucho desconocimiento en torno a los problemas de salud mental y hay que hacer mucha más pedagogía.
Desde su ingreso ya han pasado once años. «Ahora ya puedo hablar sin llorar, con seguridad y dando la cara», explica. Por ello, insiste en que el primer paso para recuperarse es romper el estigma – y el autoestigma – que se crea en torno a los problemas de salud mental. «Si normalizamos estos problemas, el camino se hace mucho más ligero para todos».
Para Hugo, de 37 años, romper su propio estigma fue el primer paso para recuperarse. Comenzó a tener problemas de salud mental cuando era adolescente, pero le costó mucho pedir ayuda. «Pensaba que si verbalizaba lo que me pasaba, la gente de mi entorno me apartaría. Pero realmente, cuando lo hice, toda mi familia y amigos me apoyaron. Me he sentido muy acompañado, y eso ha sido muy importante durante todo mi proceso de recuperación”, señala Hugo. Explicar lo que le pasaba fue muy liberador. «Lo había estado escondiendo durante mucho tiempo y, de golpe, al decirlo, uno de mis problemas, que era fingir que estaba bien, había desaparecido».
Ahora, explica, está bien y tiene muchas ganas de contar lo que le pasó. «Recomiendo mucho buscar personas que hayan pasado por lo mismo que tú. A mí me ayudó mucho esto, poder poner palabras a lo que sentía y sentirme identificado con otra gente. Vi que yo no era el único y que eso le podía pasar a todo el mundo», relata. «A veces nos imponen la felicidad, y no siempre podemos estar bien”.
En esta idea se basa la campaña ‘Yo tampoco estoy bien’, iniciada por Obertament, que busca alentar a las personas mediante el reconocimiento y normalización de su malestar y reivindicando la necesidad de dar un paso adelante para afrontar el problema. Con la pregunta ‘Y tú, ¿cómo estás?’, la campaña busca que el público se interrogue sobre cómo está de manera sincera y pida ayuda en caso de que la necesite.
«Todos estamos expuestos a tener algún problema de salud mental, forma parte de la condición humana. El problema es que el tabú hace que no se hable», sostiene Miquel Juncosa, presidente de Obertament. «La gente con problemas de salud mental sigue siendo muy estigmatizada y discriminada. Muchas veces las personas ni identifican qué les pasa y, si lo hacen, tienen vergüenza porque pueden ser etiquetadas como débiles o, incluso, se puede pensar que están locas», explica Juncosa.
Estos prejuicios actúan como freno para pedir ayuda, retrasando así el acceso al proceso de recuperación. «La gente llega a los servicios de salud mucho más tarde de lo que sería deseable. Cuando llegan al sistema, lo hacen porque han tenido una crisis y cuando el problema de salud mental ya está en una fase mucha avanzada. Por eso es tan importante eliminar el tabú y facilitar que las personas afectadas en hablen con su entorno », destaca Juncosa.
La iniciativa, que tiene el apoyo del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias y la Fundación La Caixa, cuenta con un spot publicitario y una cuña de radio en los medios de comunicación catalanes, así como soportes publicitarios en el transporte público y en medios de comunicación digitales. El sitio web www.jotampocesticbe.cat recoge seis testigos diferentes que, a partir de entrevistas con el periodista Joan Maria Pou, que explican cuál ha sido su experiencia y su recorrido hasta llegar a poder hablar abiertamente de su trastorno mental.
En la web, además, se puede hacer un test para saber en qué punto estás y encontrar consejos para saber cómo actuar en caso de que perduren determinados síntomas tales como variaciones de peso repentinas, insomnio o cambios de humor inusuales, que son señales de alarma.

El impacto de la pandemia en la salud mental
Con la pandemia del Covid-19 se han disparado y agudizado el número de casos de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental. «La pandemia no sólo se reduce al ámbito sanitario, sino al socioeconómico, por la pérdida de puestos de trabajo y la crisis social y económica actual derivada de la crisis sanitaria. Esto se traduce normalmente en cuadros depresivos y ansiosos e, incluso, en patologías de carácter obsesivo, porque las personas se ven sin herramientas para seguir adelante con su vida», afirma Josep Maria Ribé, vicepresidente de la Asociación Catalana de Psicología General Sanitaria.
En la misma línea se expresa el presidente de Obertament, quien destaca que la incertidumbre de la situación socioeconómica actual, a corto y medio plazo, el hecho de ver alguien cercano morirse y no poderse despedir y la disminución de la interacción social son factores que han hecho que las personas hayan visto afectada su salud mental. «Estos factores, que nos condicionan ahora, también se dan a lo largo de la vida, aunque quizás no tan concentrados ni con tanta intensidad», explica Juncosa.
De hecho, la mayoría de los estudios sobre el impacto de confinamientos reportan efectos psicológicos negativos, incluyendo, por ejemplo, la aparición de síntomas de estrés postraumático. Según un estudio de la Agencia de Salud Pública del Departamento de Salud y ESADE, que ha evaluado el impacto del confinamiento sobre la salud mental de la ciudadanía de Catalunya, señala que durante este periodo se ha triplicado el porcentaje de población que ha tenido sintomatología de depresión o de malestar emocional.
Ante esta demanda creciente de apoyo psicológico, el sistema de salud está infradotado de especialistas en este ámbito. «No hay suficientes profesionales. Sí que es verdad que con la pandemia los psicólogos especializados en psicología clínica se han visto aumentados, pero aún queda mucho por hacer para cubrir la demanda actual», destaca Josep Maria Ribé.
La Asociación Catalana de Psicología General Sanitaria alerta que la situación de atención a la salud mental se encuentra muy por debajo de la media europea, con un ratio de seis profesionales de la psicología por cada 100.000 habitantes, cuando la media europea se sitúa en 18 profesionales de la psicología por cada 100.000 habitantes.
Por este motivo, piden que se incorporen profesionales de la psicología general sanitaria y habilidades para la realización de actividades sanitarias en el Servicio Catalán de Salud, Instituto Catalán de Salud, servicios sociosanitarios y otras actividades relacionadas con las políticas sanitarias, así como el aumento de plazas para psicólogos y psicólogas especialistas en psicología clínica.
Además, proponen que hasta que sea posible convocar una oposición para acceder a las nuevas plazas, se realicen contrataciones de profesionales de la psicología sanitaria, a través de una bolsa de empleo extraordinaria, que se extienda también a la atención primaria.
La autoexigencia de los sanitarios merma su salud mental
La gran carga asistencial que está teniendo el personal sanitario durante la pandemia y las jornadas maratonianas de elevada exigencia también han mermado la salud mental de los sanitarios, provocando, en muchas ocasiones, sentimientos de agotamiento y desánimo, ansiedad y cuadros postraumáticos.
Según los resultados de un estudio reciente, liderado por investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas y médicos del Hospital del Mar y del CIBER, en el que han participado 9.000 trabajadores sanitarios de 18 centros sanitarios de la estado, casi la mitad de los profesionales sanitarios ha tenido alto riesgo de sufrir un trastorno mental después de la primera ola del Covid-19. Además, un 14,5% sufre un trastorno mental discapacitante, es decir, con repercusiones negativas claras en su vida profesional y social.
«Los profesionales de la salud tienen un sentido de la responsabilidad respecto no quieran pedir ayuda en caso de tener problemas de salud mental. En parte, por temor a que ello pueda perjudicar su historial laboral, pero también por vergüenza de haber ‘fallado’ en un momento determinante», explica el presidente de Obertament. «Al final, todo tiene mucho que ver con el estigma. Ellos anticipan que pueden ser discriminados por haber sufrido un problema de salud mental», señala Juncosa.
Según explica Josep Maria Ribé, la demanda asistencial es más elevada que la disponibilidad de profesionales y esto ha afectado gravemente la salud mental de los sanitarios, provocando, entre otras, patologías de ansiedad generalizada, ataques de pánico y burnout. «Este sentimiento de “tener que estar siempre a la altura”, esta autoexigencia, aun los genera más estrés. Además, a menudo tienen sentimientos de culpa y de inferioridad, porque se sienten ‘pequeños’ a la hora de afrontar todos los eventos que les caen encima. A veces, incluso, sentimientos de fracaso por no poder asumir todas las demandas que se les requieren», explica el vicepresidente de la Asociación Catalana de Psicología General Sanitaria.
Los jóvenes, uno de los colectivos más vulnerables
La crisis sanitaria también ha generado importantes consecuencias en la salud mental de los jóvenes, relacionados especialmente con la tendencia a experimentar síntomas ansiosos y depresivos. «La incertidumbre social y económica impacta mucho en la salud mental de los jóvenes. Las perspectivas que tienen de futuro son muy negativas, en un país donde la cifra de paro juvenil se sitúa en el 40%», destaca Juncosa. Además, añade, a los jóvenes les afecta especialmente la falta de interacción social, ya que están en la etapa vital de máxima interacción con su entorno.
Según Fina Canals, directora del Centro de Investigación en Evaluación y Medida de la Conducta (CRAMC) del Departamento de Psicología de la Universidad Rovira i Virgili y miembro de la RedPROEm, la situación de ‘no normalidad’ que genera la pandemia y la sensación que no se ve un final a esta situación genera incertidumbre, inseguridad, angustia y malestar a toda la población y, especialmente, a los jóvenes.
Canals destaca que los problemas de salud mental suelen empezar pronto en el ciclo vital, habitualmente durante la adolescencia, y que cuanto antes se interviene, mejor es el pronóstico. «Muchos problemas que comienzan en la adolescencia y que se pueden interpretar como problemas transitorios ligados a la edad, a veces pueden ser el inicio de un trastorno crónico de ansiedad o depresión», señala. Así pues, destaca la necesidad de detección e intervención temprana para que estos problemas no se agraven con el paso del tiempo.

