
Acostumbro a escuchar, en su versión podcast, el programa de Catalunya Ràdio que conduce Enric Calpena sobre historia, En Guàrdia. Trata cuestiones de todo tipo, desde la Revolución Rusa y Catalunya, pasando por un especial sobre Salvador Seguí, el noi del sucre, o la política en los orígenes de la radio. El presentador se ayuda de una voz experta invitada y de un colaborador estable, el profesor Josep Maria Solé i Sabaté. Como curiosidad, la larga trayectoria radiofónica de este programa permite escuchar antiguas ediciones que contaban con la presencia del actual presidente de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras.
Ahora bien, hoy quiero hacer mención a un capítulo en particular dedicado a la figura de Francisco Candel, autor de Els altres catalans y de una multitud de obras que se dedican a dar voz a la Catalunya inmigrada de los años 60 del siglo XX. El programa, en su edición 815, aprovecha el conocimiento de Genís Sinca, periodista y especialista en la obra del autor, para repasar las claves de su trayectoria. Muy recomendable.
La Catalunya recién llegada de aquella época la encontramos ahora presente en la mayor parte de espacios del país. Además, aquellos inmigrantes precedieron a muchos otros de orígenes diversos. Aun así, todavía hay mucho trabajo pendiente para hacer llegar la pluralidad del país a las instituciones de autogobierno y a los diferentes espacios de poder. Las elecciones a la Presidencia del Barça celebradas el pasado 7 de marzo parecen indicar una debilidad obvia: el palco del Camp Nou parece reservado a hombres, de origen catalán, con alto poder adquisitivo y de ideología liberal conservadora. Cuando se trata de privilegios, el nivel de mestizaje es claramente inferior. El nuevo Parlament de Catalunya que se constituirá esta semana es también -todavía- un ejemplo de fracaso representativo: porque muchos ciudadanos que trabajan en Catalunya no tienen derecho a voto y porque carece una representación de la pluralidad más fiel a la realidad del país.
Una de las características de las sociedades de los años 60 y 70 que retrataba Candel era la necesidad asociativa. La inmigración, según su lugar de procedencia, siempre se ha agrupado en barrios y por esta razón todavía hoy encontramos un Centro Gallego en la Rambla de Barcelona o agrupaciones culturales andaluzas de todo tipo en todo Catalunya. Este tejido asociativo era una manera de promover la cultura del país de origen, pero también funcionaba como red social capaz de ayudar, integrar y desarrollar a las personas. Iba más allá de gaitas o bailes tradicionales: ofrecía amistades, contactos y oportunidades a un entorno difícil.
La pandemia ha acentuado el aislamiento de las personas y la cancelación de muchas actividades culturales y asociativas tienen un impacto en el día a día de muchos ciudadanos. En este sentido, quiero destacar el papel de una herramienta de comunicación indispensable como es la radio. La radio local y asociativa como la que hace Sants 3 Ràdio, donde tengo el placer de colaborar en dos espacios diferentes. El primero, Galiza…Algo Máis, un programa en lengua gallega que se emite en la radio santsense desde hace casi 20 años. El segundo, Això No Toca, un programa en catalán de actualidad política y humor hecho por politólogos.
Mi participación no deja de ser testimonial, sobre todo si tenemos en cuenta la interacción entre Santos3Radio y las diferentes asociaciones, clubes de fútbol y escuelas de los barrios de Sants, Hostafrancs y La Bordeta. Sólo hay que pasear por la calle Valdonzelles para constatar su capacidad de movilización y de presencia -a través de publicidad, pero también a menudo de personas- en la calle. Desgraciadamente, proyectos como este están muriendo. Muchas radios comunitarias no encuentran un relevo generacional al frente ni tampoco apoyo por parte de las administraciones. Paradójicamente, el consumo de contenido radiofónico se ha multiplicado el último año, con la popularización de los podcasts. El coste de adaptación para muchas de estas asociaciones radiofónicas es demasiado alto y abandonan la emisión de contenidos.
Yo estoy contento de pertenecer a una Catalunya mestiza con voluntad de no olvidarse de sus orígenes, pero también de transformar la realidad más inmediata que me rodea. Me siento plenamente catalán, pero también gallego. Desde la radio local a la plataforma audiovisual de la multinacional americana. Me emociona pensar que hay otra Catalunya que todavía tiene que descubrir esta dualidad identitaria a través de los valores cívicos y de la movilización ciudadana.
La pandemia hizo que muchas personas que se sentían solas pusieran en marcha la radio -o Spotify- para escuchar otras voces. Hace falta que, como sociedad, protejamos este capital social cívico que hace mejores nuestras sociedades y que ayuda las personas recién llegadas a construir una vida propia, con referentes mixtos y amistades mestizas. No se trata tanto de radio, sino de comunidad.


